LA MASONERÍA ASTURIANA EN LOS AÑOS
TREINTA
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Las referencias históricas a
la masonería han venido adoleciendo de
modo recurrente de dos sesgos ideológicos. O bien se ha tendido a interpretar
su actuación desde las propias posiciones de la institución con un enfoque
parcialmente positivo. O al contrario, desde las visiones antimasónicas de la
derecha tradicional y conservadora, se ha dado y construido sobre ella una verdadera leyenda negra
haciéndola responsable decisiva de casi todos los episodios históricos de los
que la derecha abomina. Por ello, la visión historiográfica académica que ha ido desarrollándose en los últimos tiempos
sobre la organización masónica ha tenido,
sin duda, que combatir las mixtificaciones que han originado una u otra de esas
visiones y tratar de ofrecernos una explicación objetiva y desmitificada sobre su actuación y
significado históricos.
Es en ese contexto historiográfico académico en el
que hay colocar este libro de Iván Pozuelo Andrés, licenciado en Historia por
la Universidad de la Sorbona- París I, La
masonería en Asturias (1931-1939), publicado por el Servicio
de Publicaciones de nuestra Universidad. Obra que ha tenido como origen su tesis doctoral presentada en la
Universidad de Oviedo y dirigida por el
profesor David Ruiz. Nuestro flamante doctor trata de desvelar en el libro la actuación de la sociedad masónica
en Asturias en los años treinta del
pasado siglo precisamente cuando se desarrollaron dos momentos históricos sobre
los que las interpretaciones sesgadas mencionadas insistieron ya en el momento de producirse y
posteriormente. Me refiero, claro es, : a la etapa propiamente republicana, con su momento
de máxima tensión: la revolución de 1934, y a la
Guerra Civil.
A través principalmente del método
de la prosopografía - esto es, de la reconstrucción de biografías de los
masones asturianos-, Pozuelo ha analizado su actuación política en esas dos
etapas, así como su sociología y sociabilidad: organizaciones, número,
ideología política, y la represión política que padecieron tras el fracaso del
movimiento insurreccional de 1934 y la derrota en la Guerra Civil. Y ha llegado
así a unas conclusiones que echan por tierra las interpretaciones sesgadas que sobre la
actuación de la sociedad masónica en Asturias propalaron tanto los ideólogos de
la derecha ya en el momento de los hechos y durante la etapa franquista como las que posteriormente en sentido positivo
propaló la propia masonería.
La masonería asturiana del siglo XX
supone una discontinuidad en relación con el inicio de la Orden en nuestra
región en la segunda mitad del siglo XIX. Fue, sobre todo, el resultado de un
nuevo proceso de implantación de la institución y difusión en Asturias en 1911,
17 años después del final de la última logia de la masonería asturiana surgida
en el siglo anterior. Esaa nueva fase su despegue se produjo en la etapa de la
Dictadura de Primo de Rivera y su centro siguió siendo la ciudad de Gijón,
donde siempre destacó la logia Jovellanos. Y sus miembros estuvieron
políticamente vinculados en su mayoría a Partido Reformista de Melquíades
Álvarez, siendo su principal dirigente hasta su fallecimiento en 1932, Alberto
de Lera, que llegó a ser Gran Maestre de la Gran Logia Regional del Noroeste.
En 1931, la masonería asturiana contaba con
198 afiliados, 90 de ellas miembros de la logia Jovellanos de Gijón. Tras la
muerte de De Lera, la mayoría abandonaron el reformismo melquiadista en que
habían militado y se integraron mayoritariamente en el recién creado Partido
Radical- Socialista. Y otros en menor número militaron en los partidos
republicanos de derecha y centro e, incluso, hubo entre ellos, rizando el rizo
de la contradicción ideológica, algún líder del movimiento obrero asturiano
como el socialista Teodomiro Menéndez y el anarquista Eleuterio Quintanilla. La extracción social dominante de los masones
asturianos procedió dominantemente de la mediana y pequeña burguesía. Y su
número descendió numéricamente a lo largo del periodo republicano debido, en
parte, a la represión a que fueron sometidos después de la revolución de
Octubre.
Contra las interpretaciones mitificadotas que hemos mencionado o la que
mantuvo el dirigente socialista Amaro del Rosal acerca de que los masones fueron los responsables de la derrota obrera
en la insurrección de Octubre, el autor constata que la masonería a nivel
institucional no participó decisivamente ni en la llegada del régimen
republicano, ni en la revolución de Octubre, ni en el Frente Popular, ni tuvo
una intervención relevante en el curso
de la guerra civil en Asturias, aunque
particularmente y, con las ideas masónicas amueblando su cabeza, muchos de
ellos sí tuvieron una destacada actuación en todos esos acontecimientos, Y,
además, muchos aspectos aquellos acontecimientos influyeron de diversas maneras
y de modo decisivo en la propia
masonería asturiana, como hemos señalado, por ejemplo con la represión que padecieron,
resultado de la percepción no objetiva que los actores del momento tuvieron de
la intervención de la masonería. .
Sin duda, y más allá de ciertos
defectos de la estructura del contenido y errores de forma que pueden
dificultar y hacer más trabajosa su lectura, la principal virtud de este libro es que cubre, desde luego, un casi vacío en la historiografía de Asturias Y, sin
duda, la conclusión final a la que llega el autor tras su análisis acerca de la
función histórica de la institución masónica asturiana y española de aquellos
tiempos nos parece en cierto modo aceptable. La masonería, de inspiración
liberal y reformista, trató de difundir y practicar una actitud conciliadora de
clases que, en resumidas cuentas, no conducía sino al afianzamiento y legitimación del
sistema liberal capitalista. Actitud conciliadora que, por cierto, no la libró de ser objeto de la implacable represión
franquista.
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