jueves, 11 de febrero de 2016

Agustín Arüelles, el arquitecto de la Constitución de 1812

ARGÜELLES, EL ARQUITECTO DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812

                                                                         Julio Antonio Vaquero Iglesias

                                                                         
 
ASUSTÍN ARGÜELLES

El año del bicentenario de la Constitución de 1812  está a punto de finalizar en Asturias con un sonoro -casi estridente- silencio acerca del crucial  papel que en su redacción y aprobación tuvo el insigne asturiano, natural de Ribadesella, Agustín Argüelles. Ese silencio, que es una muestra más de la incuria de nuestros políticos e instituciones  culturales y académicas, sólo ha sido roto por este libro del profesor  Juan Ramón  Coronas Gonzáles: Agustín Argüelles. Permanecerá en la memoria, publicado por ASOCIACIÓN CULTURAL AMIGOS DE RIBADESELLA (ACAR) editado- es también de justicia precisarlo- en colaboración con la CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE
.   Coronas, buen conocedor de la biografía y la obra política del ilustre liberal riosellano como demostró en una anterior biografía de Argüelles centrada en la reconstrucción  de su obra  política, analiza, matiza, concreta en la primera parte de su libro la actividad pública de don Agustín a lo largo de su agitada vida política. Vida política  que abarca desde su  primordial papel  como partero de la Constitución de 1812, su destierro  a la vuelta del rey felón en el sexenio absolutista y  su posterior  vuelta a la actividad política con la reposición del liberalismo en el Trienio como ministro de la Gobernación, su exilio en Londres durante la década absolutista, hasta su regreso a España a la muerte de Fernando VII y su participación política como diputado, Presidente de las Cortes, tutor real  en el régimen liberal que sustituyó al absolutismo fernandino. Última etapa de su vida política  esta en la que también jugó un destacado papel en la institucionalización del liberalismo doctrinario con su activa participación en la redacción de la Constitución de 1837 que suponía el paso de la monarquía parlamentaria de 1812, en la que la soberanía residía exclusivamente  en la nación, a  una monarquía constitucional en la que la  soberanía nacional  era compartida por el Rey y las Cortes. Esta evolución política de Argüelles  es representativa, sin duda, de la que siguieron la mayoría de los  primeros liberales de las Cortes de  Cádiz, pasando de las posiciones del liberalismo de cuño democrático de la monarquía parlamentaria diseñada en 1812 a las del liberalismo doctrinario y oligárquico de la monarquía constitucional que dominaría en España  el resto del siglo XIX y en parte del siguiente.
     Deja claro el autor los dos hitos biográficos  que llevaron a Argüelles a convertirse en la cabeza del grupo de liberales españoles que, tras las huellas del racionalismo político francés y no del británico- como pretendía Jovellanos-, dieron vida a unas Cortes legislativas y extraordinarias que transformaron el sistema absolutista imperante en un  régimen liberal  de tendencia democrática. Sistema político  en  el que los súbditos se convirtieron en ciudadanos y unas Cortes unicamerales representaban exclusivamente  a la nación.
 Esos dos momentos fueron, primero, la feliz circunstancia que llevó a Argüelles a Londres en 1806  en una misión diplomática encargada por el Gobierno de la Monarquía, de objetivos no bien conocidos. Estancia  londinense que le permitió conocer y admirar de la mano del precoz hispanista lord Holland, el funcionamiento del sistema parlamentario británico cuyo conocimiento fue decisivo para su práctica política en las Cortes gaditanas, aunque después se decantara por el modelo constitucional revolucionario francés. (Por  cierto que allí le encontró y recibió su apoyo el  grupo de comisionados asturianos que la Junta de Asturias había enviado en 1808 a la capital inglesa para llevar a cabo una alianza militar  con Gran Bretaña contra el invasor francés, tras haber declarado los representantes asturianos  la guerra  a Napoleón) El segundo hito que explica en parte su decisivo papel en las Cortes de Cádiz es, sin duda, su nombramiento como Secretario de la Comisión  de  Legislación la Junta Suprema Central establecida en Sevilla a causa de la guerra;  nombramiento en el que tuvo que ver, sin duda, la influencia de Jovellanos quien  incluso, descontento con la forma unicameral de las Cortes, y la dirección que tomaba  la obra legislativa  preconstitucional gaditana, siempre le manifestó su respeto y estima. Su intensa actividad legislativa en Sevilla le permitió tener un profundo conocimiento de la legislación de los reinos y la Monarquía españoles y del proceso constitucional francés, conocimiento que después utilizaría con gran maestría y habilidad tanto en los primeros decretos preconstitucionales aprobados por las Cortes como en la Comisión constitucional, creada por éstas para alumbrar el proyecto de Constitución. Comisión de la que  Argüelles fue miembro destacado y,  por sus conocimientos, elemento decisivo en la redacción del proyecto, así como después en su discusión  y aprobación.
Que su  papel  en la composición del texto constitucional fue decisiva, lo prueba que Argüelles, junto con  Espiga y Gadea, fue uno de los dos  diputados encargados de redactar el Discurso Preliminar con que la Comisión presentó el texto constitucional a las Cortes Y el asturiano fue, además, el encargado de presentarlo y leerlo. Coronas considera con cierto fundamento que esos datos son una clara prueba de que don Agustín fue  el verdadero autor material del mismo   
Más original y novedosa es la segunda parte del libro cuyo contenido es una reconstrucción minuciosa de los homenajes y honores post mortem que se le dedicaron al tribuno asturiano y,  través de los cuales, se constata  cómo fue la recepción que la sociedad española tuvo de la obra política de Argüelles, o dicho de de forma más actual, cuál ha sido el contenido y la evolución de la  memoria histórica de su obra política  Ese recorrido por “los lugares de la memoria” - como los denomina la historiografía francesa- de Argüelles, son una prueba más del escaso interés que en Asturias ha despertado su legado, con algunas excepciones. El único homenaje en vida que recibió fue precisamente  su nombramiento  como “doctor honoris causa” por la Universidad ovetense. Y en el pasado siglo y en el  actual, y de lo que es una muestra palpable este libro, los que le ha dedicado su villa de  nacimiento: Ribadesella.   
      /(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE "lA NUEVA ESPAÑA" DE OVIEDO)                                                                   


  

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