LA CONSTRUCCIÓN DEL
NACIONALISMO ESPAÑOL
Julio Antonio Vaquero Iglesias
Mater Dolorosa ( Taurus, 2001)
de José Älvarez Junco era un libro
necesario por dos razones historiográficas. La parte del león de la historia sobre el nacionalismo en
España se la ha venido llevando la historia de los nacionalismos no estatales
y, aunque en los últimos años han aparecido algunos importantes estudios sobre
varios aspectos del nacionalismo español( entre ellos, los de Borja de
Riquer, Núñez Seixas, Pérez Garzón,
Fusi, de Blas, Varela), que hay que añadir a los ya clásicos como los de Jover y Linz, faltaba un
estudio de conjunto sobre su origen y desarrollo.
Pero, además, la oportunidad de
este libro está también en relación con la propia evolución de la teoría sobre
el fenómeno del nacionalismo moderno. Desde los años 80 aproximadamente, esa
teoría ha dado un verdadero salto cualitativo. Una de las tendencias más sólidas
de este nuevo marco teórico es aquélla
que incide en el significado instrumental del nacionalismo. La identidad
nacional es una realidad construida,
pero no gratuitamente sino con objetivos movilizadores en relación con
determinados proyectos políticos. Y eso exige, como dice Hobsbawn, “inventar
tradiciones”, es decir recrear la historia, y da lugar, como apunta Benedict
Anderson, a “comunidades imaginadas”. Y es desde este enfoque teórico
instrumental como aborda en este libro Álvarez Junco su análisis del
nacionalismo español.
Si
partimos del concepto de
nación como grupo humano que cree
compartir unas características culturales comunes y que, por ello, considera
legítimo poseer un poder político propio, y del de nacionalismo como el
principio político de que cada nación
tiene el derecho a ejercer sobre su territorio un poder soberano, el
nacionalismo es un fenómeno plenamente contemporáneo. Y en España surgió, a la
par que en los grandes estados europeos, con la revolución liberal- burguesa.
Los liberales españoles fueron los iniciadores del nacionalismo español y el
primer episodio que “construyeron” como fundamental expresión de ese sentimiento nacional por
parte del “pueblo” fue la denominada guerra de Independencia contra el francés.
Pero, en realidad, como analiza Álvarez Junco, el verdadero sujeto nacional
fueron las élites liberales más que el propio Estado.
Ellas fueron las que llevaron a cabo un
proceso de nacionalización cultural que abarcó desde la recreación de la
historia en clave “nacional” hasta la de
las artes, la literatura y la música..
Pero esa construcción liberal de la nación española no se hizo desde el
vacío. Existía previamente, no un sentimiento prenacional, como se le ha
denominado, a veces, cayendo en la teleología nacionalista esencialista,, sino
un patriotismo étnico generado por el
Estado absolutista moderno. El contenido de ese patriotismo singularizaba a los
“españoles” entre los habitantes de los
otros grandes estados europeos por una manera propia de ser y por su
identificación con el catolicismo. Álvarez Junco lleva a cabo un elogiable e
impresionante rastreo de la identidad
étnica en esos siglos. La aplicación de la
teoría de la “comunidad
imaginada” de Anderson al caso español le hace concluir que no han sido aquí la Reforma y la lectura de la
Biblia los factores de “nacionalización”, como ocurrió en otros grandes estados
europeos, sino el catolicismo tridentino, su contenido, y el aparatoso y formal
ceremonial religioso, su instrumento..
Pero la parte más novedosa del libro es la que dedica el autor al
análisis de la versión conservadora del nacionalismo español. El absolutismo
fernandino, primero, y el movimiento contrarrevolucionario absolutista,
después, fundamentados en el poder político de raíz religiosa de la Monarquía,
no aceptaron y se opusieron a la ideología nacionalista. Pero, con la
consolidación del liberalismo, se produjo la aceptación por los conservadores
del nacionalismo. Para ello reelaboraron y difundieron los mitos nacionales sobre
la base de la identidad religiosa de la nación. La religión católica fue la que
creó – argumentaron- la nación. La reinterpretación de la historia nacional
desde esa óptica dio lugar a otra versión de la historia nacional diferente de
la liberal. Por decirlo de algún modo: ahora ya no era Túbal el fundador de la
nacionalidad, sino el apóstol Santiago. Así el nacional- catolicismo comenzó a
fundamentarse a través del pensamiento de Balmes, tomó cuerpo definitivo con la
obra de Menéndez Pelayo, tuvo larga vida
como matriz nacionalista de la derecha española a lo largo del primer tercio
del siglo XX, y hasta resucitó con gran ímpetu, imponiéndose al nacionalismo
fascista, durante la primera etapa del franquismo.
¿ Cuál fue el balance del
nacionalismo decimonónico español? La respuesta que se venía dando era que sus
efectos nacionalizadores sobre la población fueron débiles, sobre todo, si se
compara con el caso francés. La creación del nacionalismo se debió más a las
élites liberales que a la acción del Estado liberal. Álvarez Junco repasa con detenimiento la acción
nacionalizadora estatal y constata su limitada actuación en este campo. Ni el
sistema educativo, ni el servicio militar,
factores básicos de la nacionalización, tuvieron mucho éxito en ese sentido.
El primero no cumplió sus objetivos de
escolarización y el servicio militar siempre fue visto como injusto por
las clases populares, debido al sistema de redención. Los propios símbolos
nacionales, el himno y la bandera, tardaron en concretarse y tuvieron escaso
arraigo. Y los monumentos nacionales se limitaron casi a la capital del Estado.
Pero, aún y así, el autor matiza y deja en el aire la idea de que quizás no
haya que minusvalorar tanto el grado de nacionalización que se alcanzó en la
centuria.
En un trabajo de este calado, la objeciones de detalle que se le pueden
hacer quedan oscurecidas por el valor general de la obra. Pero quizás hay una
más relevante que no puede omitirse. En la
evolución que va tener el nacionalismo español a lo largo del siglo XX ,
a partir del nacionalismo reactivo que originó la crisis del 98, y
que el autor pergeña, a grandes rasgos, al final del libro, parece que sólo
distingue su versión conservadora. Pero lo cierto es que el original discurso
nacionalista liberal radical de los inicios del liberalismo español, se remozó
en clave modernizadora y esencialmente política e, incluso, llegó a ser uno de
los elementos básicos sobre los que se
fundamentó la II República.
Como todo buen libro de historia, éste de Álvarez Junco también nos ayuda
a comprender y valorar los problemas del presente. El patriotismo
constitucional habermasiano del que ahora se habla tanto, y tanto la derecha
como la izquierda patrocinan- aunque, quizás, no hablen de lo mismo- debería construirse
desde el Estado tratando eliminar de él todo rasgo excluyente de patriotismo
étnico y desarrollar al máximo los valores cívicos inclusivos. Permitiría no
sólo hacer posible la doble lealtad al
nacionalismo estatal y al de origen, sino también poder convertir en
“españoles” a esos cientos de miles de inmigrantes- que, sin duda, irán en
aumento- sin forzales a abandonar su cultura. Pero, además, el enfoque y el
contenido de este libro pueden servir de excelente ejemplo de cómo debe de
enseñarse- en esa asignatura de Historia de España, implantada por la reforma
de Humanidades del PP- el tema de los nacionalismos. Es decir, huyendo de
cualquier esencialismo y sin inventar ninguna tradición ni comunidad
imaginadas. No estaría de más que los profesores que vayan impartirla leyesen
este libro. Confiemos en que así sea.
MATER DOLOROSA
J.A.V.I.
Como los nacionalismos europeos,
el español también creó la representación simbólica de la nación. En Francia
fue la impoluta y desafiante Marianne; en Inglaterra, la orgullosa Britannia. En el caso
español, las dificultades y obstáculos
que, durante el siglo XIX , encontró el proceso nacionalizador, dieron lugar a
una evolución singular de la
representación de la nación. En la primera etapa liberal, la España-mujer se
representa como una Minerva de formas armoniosas y simbolismo justiciero, que
lleva una corona rematada con almenas en referencia a Castilla, como núcleo que
se consideraba, por el discurso histórico liberal nacionalista, originado por
la monarquía astur-leonesa que logró vencer a los musulmanes. Pero, a mediados
de siglo, ha dejado de ser esa matrona digna y ha pasado a ser una mujer, flaca
y decrépita, doliente y, a veces, crucificada. Es la imagen de la mater
dolorosa, sacada del imaginario católico, que da título a este libro.
Como tal, ya la ideó aquel cura
asturiano que, en plena guerra contra el francés, se ofreció a las Cortes de
Cádiz para recorrer a pie el país, llevando una imagen de España vestida de
luto, arrodillada y con sus manos levantadas hacia el cielo, que llevase la
leyenda: “La Madre Patria pide a sus amantes hijos la ayuden lo que puedan en
el presente conflicto”.
( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL , CULTURA, DE LA NUEVA ESPAÑA)
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