miércoles, 4 de mayo de 2016

la construcción del nacionalismo español

                       LA CONSTRUCCIÓN DEL NACIONALISMO ESPAÑOL
                                                                          Julio Antonio Vaquero Iglesias
         




    Mater Dolorosa ( Taurus, 2001) de José Älvarez Junco era  un libro necesario por dos razones historiográficas. La parte del león  de la historia sobre el nacionalismo en España se la ha venido llevando la historia de los nacionalismos no estatales y, aunque en los últimos años han aparecido algunos importantes estudios sobre varios aspectos del nacionalismo español( entre ellos, los de Borja de Riquer,  Núñez Seixas, Pérez Garzón, Fusi, de Blas, Varela), que hay que añadir a los ya  clásicos como los de Jover y Linz, faltaba un estudio de conjunto sobre su origen y desarrollo.
 Pero, además, la oportunidad de este libro está también en relación con la propia evolución de la teoría sobre el fenómeno del nacionalismo moderno. Desde los años 80 aproximadamente, esa teoría ha dado un verdadero salto cualitativo. Una de las tendencias más sólidas de este nuevo marco teórico es aquélla  que incide en el significado instrumental del nacionalismo. La identidad nacional  es una realidad construida, pero no gratuitamente sino con objetivos movilizadores en relación con determinados proyectos políticos. Y eso exige, como dice Hobsbawn, “inventar tradiciones”, es decir recrear la historia, y da lugar, como apunta Benedict Anderson, a “comunidades imaginadas”. Y es desde este enfoque teórico instrumental como aborda en este libro Álvarez Junco su análisis del nacionalismo español.
 Si  partimos  del concepto de nación  como grupo humano que cree compartir unas características culturales comunes y que, por ello, considera legítimo poseer un poder político propio, y del de nacionalismo como el principio político  de que cada nación tiene el derecho a ejercer sobre su territorio un poder soberano, el nacionalismo es un fenómeno plenamente contemporáneo. Y en España surgió, a la par que en los grandes estados europeos, con la revolución liberal- burguesa. Los liberales españoles fueron los iniciadores del nacionalismo español y el primer episodio que “construyeron” como fundamental  expresión de ese sentimiento nacional por parte del “pueblo” fue la denominada guerra de Independencia contra el francés. Pero, en realidad, como analiza Álvarez Junco, el verdadero sujeto nacional fueron  las élites  liberales más que el propio Estado. Ellas  fueron las que llevaron a cabo un proceso de nacionalización cultural que abarcó desde la recreación de la historia en clave “nacional” hasta la de  las artes, la literatura y la música..
Pero esa construcción liberal de la nación española no se hizo desde el vacío. Existía previamente, no un sentimiento prenacional, como se le ha denominado, a veces, cayendo en la teleología nacionalista esencialista,, sino un patriotismo étnico  generado por el Estado absolutista moderno. El contenido de ese patriotismo singularizaba a los “españoles” entre los  habitantes de los otros grandes estados europeos por una manera propia de ser y por su identificación con el catolicismo. Álvarez Junco lleva a cabo un elogiable e impresionante rastreo de la  identidad étnica en esos siglos. La aplicación de la  teoría de la  “comunidad imaginada” de Anderson al caso español le hace concluir que no han  sido aquí la Reforma y la lectura de la Biblia los factores de “nacionalización”, como ocurrió en otros grandes estados europeos, sino el catolicismo tridentino, su contenido, y el aparatoso y formal ceremonial religioso, su instrumento..      
Pero la parte más novedosa del libro es la que dedica el autor al análisis de la versión conservadora del nacionalismo español. El absolutismo fernandino, primero, y el movimiento contrarrevolucionario absolutista, después, fundamentados en el poder político de raíz religiosa de la Monarquía, no aceptaron y se opusieron a la ideología nacionalista. Pero, con la consolidación del liberalismo, se produjo la aceptación por los conservadores del nacionalismo. Para ello reelaboraron y difundieron los mitos nacionales sobre la base de la identidad religiosa de la nación. La religión católica fue la que creó – argumentaron- la nación. La reinterpretación de la historia nacional desde esa óptica dio lugar a otra versión de la historia nacional diferente de la liberal. Por decirlo de algún modo: ahora ya no era Túbal el fundador de la nacionalidad, sino el apóstol Santiago. Así el nacional- catolicismo comenzó a fundamentarse a través del pensamiento de Balmes, tomó cuerpo definitivo con la obra de  Menéndez Pelayo, tuvo larga vida como matriz nacionalista de la derecha española a lo largo del primer tercio del siglo XX, y hasta resucitó con gran ímpetu, imponiéndose al nacionalismo fascista, durante la primera etapa del franquismo.
 ¿ Cuál fue el balance del nacionalismo decimonónico español? La respuesta que se venía dando era que sus efectos nacionalizadores sobre la población fueron débiles, sobre todo, si se compara con el caso francés. La creación del nacionalismo se debió más a las élites liberales que a la acción del Estado liberal. Álvarez Junco  repasa con detenimiento la acción nacionalizadora estatal y constata su limitada actuación en este campo. Ni el sistema educativo, ni el servicio militar,  factores básicos de la nacionalización, tuvieron mucho éxito en ese sentido. El primero no cumplió sus objetivos de  escolarización y el servicio militar siempre fue visto como injusto por las clases populares, debido al sistema de redención. Los propios símbolos nacionales, el himno y la bandera, tardaron en concretarse y tuvieron escaso arraigo. Y los monumentos nacionales se limitaron casi a la capital del Estado. Pero, aún y así, el autor matiza y deja en el aire la idea de que quizás no haya que minusvalorar tanto el grado de nacionalización que se alcanzó en la centuria.
En un trabajo de este calado, la objeciones de detalle que se le pueden hacer quedan oscurecidas por el valor general de la obra. Pero quizás hay una más relevante que no puede omitirse. En la  evolución que va tener el nacionalismo español a lo largo del siglo XX , a partir del nacionalismo reactivo que originó la crisis del  98,  y que el autor pergeña, a grandes rasgos, al final del libro, parece que sólo distingue su versión conservadora. Pero lo cierto es que el original discurso nacionalista liberal radical de los inicios del liberalismo español, se remozó en clave modernizadora y esencialmente política e, incluso, llegó a ser uno de los elementos básicos  sobre los que se fundamentó  la II República.
Como todo buen libro de historia, éste de Álvarez Junco también nos ayuda a comprender y valorar los problemas del presente. El patriotismo constitucional habermasiano del que ahora se habla tanto, y tanto la derecha como la izquierda patrocinan- aunque, quizás, no hablen de lo mismo- debería construirse desde el Estado tratando eliminar de él todo rasgo excluyente de patriotismo étnico y desarrollar al máximo los valores cívicos inclusivos. Permitiría no sólo hacer posible la doble lealtad  al nacionalismo estatal y al de origen, sino también poder convertir en “españoles” a esos cientos de miles de inmigrantes- que, sin duda, irán en aumento- sin forzales a abandonar su cultura. Pero, además, el enfoque y el contenido de este libro pueden servir de excelente ejemplo de cómo debe de enseñarse- en esa asignatura de Historia de España, implantada por la reforma de Humanidades del PP- el tema de los nacionalismos. Es decir, huyendo de cualquier esencialismo y sin inventar ninguna tradición ni comunidad imaginadas. No estaría de más que los profesores que vayan impartirla leyesen este libro. Confiemos en que así sea.
                                       MATER DOLOROSA
                                                           J.A.V.I.
  Como los nacionalismos europeos, el español también creó la representación simbólica de la nación. En Francia fue la impoluta y desafiante Marianne; en Inglaterra, la  orgullosa Britannia. En el caso español, las dificultades  y obstáculos que, durante el siglo XIX , encontró el proceso nacionalizador, dieron lugar a una  evolución singular de la representación de la nación. En la primera etapa liberal, la España-mujer se representa como una Minerva de formas armoniosas y simbolismo justiciero, que lleva una corona rematada con almenas en referencia a Castilla, como núcleo que se consideraba, por el discurso histórico liberal nacionalista, originado por la monarquía astur-leonesa que logró vencer a los musulmanes. Pero, a mediados de siglo, ha dejado de ser esa matrona digna y ha pasado a ser una mujer, flaca y decrépita, doliente y, a veces, crucificada. Es la imagen de la mater dolorosa, sacada del imaginario católico, que da título a este libro. Como tal,  ya la ideó aquel cura asturiano que, en plena guerra contra el francés, se ofreció a las Cortes de Cádiz para recorrer a pie el país, llevando una imagen de España vestida de luto, arrodillada y con sus manos levantadas hacia el cielo, que llevase la leyenda: “La Madre Patria pide a sus amantes hijos la ayuden lo que puedan en el presente conflicto”. 
( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL , CULTURA, DE LA NUEVA ESPAÑA)


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