CRÉDITO Y SOCIEDAD EN LA ASTURIAS DEL SIGLO XIX
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
¿ Cuál fue dentro de la economía asturiana del siglo XIX el valor y el significado del crédito privado? ¿ Cuáles las transformaciones que sufrió éste con la introducción del capitalismo liberal en la región? ¿ Se sustituyó, como ha demostrado E. Fernández Pinedo que así ocurrió en el caso del País Vasco, la modalidad crediticia típica del Antiguo Régimen, el censo (contrato ante notario en el que el receptor del préstamo, que es perpetuo o redimible, sujeta un bien como garantía del pago de los intereses anuales determinados con una tasa fijada por el estado) por la obligación, un préstamo tal y como lo entendemos hoy? ¿ Cuáles fueron las condiciones de los créditos, es decir, los plazos, los intereses y las garantías?.
Todas estas preguntas se responden en este libro, Crédito y Endeudamiento en la
Asturias del siglo XIX (RIDEA,
1999), de los profesores José María Moro
y Francisco Erice, conocidos investigadores de la historia contemporánea asturiana. Pero no sólo encontramos en él
tales respuestas. Porque estamos, además - lo que, por otra parte, es coherente
con el perfil y la trayectoria investigadora de los autores- ante algo más que
una obra de historia económica, sino, sobre todo, ante una investigación de
historia social.
Su
objetivo principal ha sido determinar las características del crédito como mecanismo de enriquecimiento y endeudamiento de las clases acomodadas,
además de expresión de sus actitudes y
comportamientos sociales y económicos; y también analizar la actividad
crediticia como reflejo de la pobreza e instrumento para generarla entre los
campesinos y clases populares urbanas que empujados por la necesidad participaron de él. De ahí
que hayan tenido que investigar, con el máximo detalle que les ha permitido la
fuente que utilizan, quiénes eran los prestamistas y cuáles los sectores
sociales endeudados, sus motivaciones y el destino de los créditos.
Esa reconstrucción la
han realizado los autores a través de una muestra representativa de los
documentos de crédito existentes en los
protocolos notariales. La muestra abarca
por tanto no sólo los concejos urbanos
de la zona central, Oviedo y Gijón, sino también algunos representativos de la
zona rural del interior y el sector costero del occidente y del centro-oriente
asturianos. Estamos, pues, ante un trabajo de gran envergadura, que ha exigido
varios años de trabajo y realizar el vaciado y el análisis de miles de esa
clase de documentos y cuyas conclusiones pueden extrapolarse, con fundamento,
para el conjunto de Asturias. Los límites cronológicos establecidos han sido
los del comienzo del régimen liberal –1831-y, por la limitación para consultar
la fuente utilizada, el final del análisis se ha fijado en 1885, año que
coincide, grosso modo, con la
terminación de la fase de transición del proceso de industrialización regional
y el inicio de su etapa de desarrollo.
Las conclusiones obtenidas, además de arrojar elementos nuevos
y relevantes de conocimiento sobre determinados e importantes aspectos de la realidad económica y social de la región,
han permitido también confirmar algunos que conocíamos por otras fuentes e incluso rectificar o matizar otros.
Dada la ausencia en ese
período de un sistema bancario moderno era de esperar un gran desarrollo del
crédito privado, pero las deducciones que han realizado los autores superan con creces esas expectativas sobre su
alcance y significado económicos. Para la totalidad de los concejos analizados,
calculan la cantidad dedicada al crédito en 235 millones de reales. Lo que
significa que debió de movilizar en la
región un capital mayor que ninguna otra actividad económica.
Superior al que se movió con la
desamortización y mayor, o al menos comparable, con el valor producido en ese
período por la principal actividad industrial asturiana como fue la minería de
hulla.
Pero, además, como constatan los autores en su análisis de
los prestamistas y prestatarios, la parte sustancial de ese capital invertido
en el crédito privado procedió de la
fracción comercial de la burguesía regional, que también fue a la vez uno de
los principales - en cuanto al valor- sectores sociales receptores de ese
crédito privado, y no para dedicarlo a actividades productivas, sino
preferentemente de consumo. Lo que nos muestra
una burguesía regional con unas pautas de comportamiento económico y
social tradicionales, que huye de las
nuevas y arriesgadas inversiones en minería e industria y se refugia en las
actividades comerciales, especulativas o altamente rentables y seguras como el
préstamo.
Es significativo en ese
sentido en el inventario post-mortem de
bienes de Ignacio Herrero (1880), uno de los grandes prestamistas-banqueros
profesionales del período, el monto de los créditos pendientes asciende
alrededor de 1.750.000 reales, una cuantiosa cantidad para la época, netamente
superior al capital directo y en
acciones que tenía invertido en empresas mineras e industriales.
Llama la atención
también que la vieja nobleza asturiana no aparezca entre los prestamistas sino que, por el
contrario, algunos de sus más destacados miembros formen parte del grupo de los
más importantes solicitantes de crédito. Los beneficios económicos que trajo a
la nobleza su alianza con las nuevas fuerzas sociales en el marco de la
revolución burguesa española, no parece que en Asturias se tradujesen en la
conversión de este grupo social en un elemento director del nuevo orden
económico ni manifestase pautas de comportamiento acordes con él. La
pervivencia de su mentalidad social y su
comportamiento económico tradicionales se expresa en el elevado nivel de
endeudamiento que padecen algunos de los miembros de las principales familias
nobiliarias asturianas. Así, por ejemplo, el marqués de Camposagrado contrae préstamos por valor de 760.000 reales
teniendo que hipotecar para ello una parte importante de su patrimonio
territorial, y el marqués de Santa Cruz
a mitad de siglo toma un crédito por valor de 200.000 reales “para
cancelar deudas y amortizar algunos créditos que pesan sobre la casa y
administración”.
Por otra parte, los
autores muestran que la implantación del liberalismo conllevó la introducción
de las nuevas modalidades de crédito e impuso la práctica desaparición del
censo. Pero esto ocurrió en la zona central y en el sector costero
occidental, porque en el mundo rural de la zona interior del occidente asturiano,
apenas transformado por el cambio de régimen político y económico, siguieron
perviviendo algunas de las modalidades tradicionales. El liberalismo trajo,
además, unas condiciones más onerosas y duras en los créditos: plazos de
devolución más cortos – en la mayoría no más amplios de cinco años- e intereses
altos: antes de su liberalización en
1856 introducidos de manera subrepticia en los contratos y consignados después
ya de modo explícito.
Lo que ya sabíamos por
la insistencia en ello de otras fuentes, principalmente testimoniales, aparece
aquí ratificado y matizado. El sector de
usuarios del crédito más numeroso por necesidad fue el de campesinos y los
sectores populares urbanos y por ello también el que más sufrió esas duras
condiciones. Espejo nítido de su bajo nivel de vida, la práctica crediticia
contribuyó a cerrar el círculo de la pobreza para estos sectores (se acude al
préstamo porque se es pobre y éste
agrava aún más la precaria situación de
aquel que se ve forzado a contraerlo), y
fue a la vez un importante instrumento de extracción del excedente
producido por ellos. Fenómeno cuyas dimensiones ni siquiera puede delimitar una
fuente como la que emplean aquí los autores, porque, sin duda, una gran parte
de esos “pequeños” préstamos, entre los que estarían precisamente los de más extrema usura, no
pasarían por las notarias. Hasta la rigidez
y la opacidad de las fórmulas
notariales se rompen en este caso para traducir lo perentorio de las
necesidades que se tratan de cubrir con esos préstamos y nos muestran un
rosario de motivaciones que nacen del mundo de la pobreza. Algunas como éstas
ilustran bien el nutrido repertorio que han recopilado los autores: “para
remedio de sus urgencias perentorias”, para pagar deudas “ procedentes de
derechos de entierros, granos al fiado y dinero prestado”, “ para sus
urgencias, alimentos y proveer la casa de aperos de labranza, ropa y otras
necesidades”... .
En
resumen, estamos ante un libro serio y sólido que hay que añadir como nueva e importante
aportación a la ya dilatada y excelente labor historiográfica que desde hace muchos años vienen realizando en el
campo de la historia contemporánea de Asturias estos dos profesores de la
Universidad de Oviedo.
-(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAS DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)
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