viernes, 19 de agosto de 2016

Cultura erudita y cultura popular en la Españ libeeral

CULTURA ERUDITA Y CULTURA POPULAR EN LA ESPAÑA LIBERAL
                                                       JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

          








      Entre  esa  pléyade de historias de España que se han ido publicando a lo largo de la etapa democrática, la Historia de España. 3º Milenio de la Editorial Síntesis, presenta, además del rasgo  de  su amplitud  – ya rebasa la docena de tomos y sigue en proceso de publicación- dos  características  específicas que la distinguen de las   otras.
                 Por una parte,   siguiendo el modelo de  aquella colección histórica francesa de la Nouvelle Clio, que tanto éxito tuvo en los medios universitarios españoles en los años setenta, su contenido incluye, además del texto principal que pretende ser una síntesis actualizada del correspondiente tema histórico, un estado de la cuestión de cómo ha sido tratado por la historiografía. Lo que la convierte en una aprovechable herramienta para el trabajo universitario y el conocimiento del lector especializado. Por otra parte,  esta colección histórica concede gran entidad a los temas de aquello que se llamó en los años setenta los nuevos territorios del historiador. Territorios hoy ya habituales para los historiadores pero todavía medianamente roturados por la práctica investigadora. Como ocurre con la denominada  “nueva historia cultural” que abarca desde la historia de las mentalidades -lo que hoy se conoce como historia de las representaciones colectivas o del imaginario colectivo- a la historia de la cultura popular y la  vida cotidiana.
                       En esta Historia de España. 3º Milenio, que cuenta  ya con  sendas participaciones de dos destacados contemporaneístas asturianos- Enrique Moradiellos y David Ruiz-  acaba de aparecer un nuevo tomo- La España liberal. Cultura y vida cotidiana- sobre la historia cultural del Sexenio democrático y la Restauración, del que es autor otro historiador asturiano: Jorge Uría. Profesor  de la Universidad de Oviedo y autor de  una excelente  Historia social del ocio en Asturias (obra, por cierto, ya difícil de encontrar y que sería necesario reeditar), y de otros importantes trabajos sobre la historia cultural de Asturias y de España, Uría  es hoy  uno de mejores conocedores e investigadores  españoles  en este  campo.
                 La “nueva historia cultural” se caracterizó desde sus inicios por su indeterminación teórica y todavía hoy  la mayoría de las obras que se escriben sobre esa temática siguen  adoleciendo de ese  mismo defecto. Por  ello, y  a pesar de los intentos de algunos señeros historiadores- Michel Vovelle  y Georges Duby, por ejemplo- de proporcionarle un sólido  basamento teórico, terminó  convirtiéndose en una especie de cajón de sastre de temas históricos irrelevantes, pero que produjo obras  que alcanzaron cierto interés entre el público lector no especializado hasta llegar a  convertirse algunas de sus obra en auténticos best-sellers, pero que tenían escaso valor para el conocimiento científico.
                 La principal virtud de esta obra de Uría es precisamente no caer  en ese defecto de la indefinición teórica. No sólo porque el autor trata de establecer en su texto la relación e interacción entre la  “alta” y la “baja” cultura , sino que entiende la cultura de la etapa que analiza no como algo único e indivisible, el “espíritu de la época”  del que hablaba  Hegel, sino como un conjunto de subculturas que luchan entre sí por la hegemonía dentro de la sociedad, a la vez que  realiza un excelente análisis  de las bases materiales y sociales de  la producción cultural y la vida cotidiana de la etapa, que convierten este libro en una verdadera historia social de la cultura.
                 El punto de partida del análisis del historiador asturiano ha sido la etapa del Sexenio democrático con un análisis detallado tanto de la producción de la “alta cultura” (pensamiento político y económico, creación artística y literaria, científica y tecnológica y organización  y funcionamiento del sistema educativo) como  de los aspectos referidos a la cultura popular y vida cotidiana. Esquema que repite en su análisis de la cultura de la Restauración, que constituye el núcleo del libro y en el que dedica una amplia atención a los aspectos de la vida cotidiana y la cultura popular (literatura popular, trabajo y ocio, sociabilidad, alimentación, sanidad, alojamiento, vestido, sexo, género, familia). Todo ello acompañado con el  despliegue de una copiosa y relevante información y salpicado con frecuentes referencias al caso asturiano.
                 La conclusión  a la que llega Uría es que  el legado cultural aportado por el Sexenio se convirtió, a través de un krausismo readaptado, en el fundamento del  desarrollo y la modernización de  la  cultura española humanística y científico- técnica posterior. El Estado liberal de la Restauración, sin embargo, con su exclusión política y social de las clases populares, no lograría convertirla en hegemónica e integrar en ella a la cultura popular. Lo que conseguiría  sólo en cierta medida el desarrollo de un incipiente  mercado cultural.    
                 En el “debe” de la obra, habría que colocar, en el aspecto formal, algunos pequeños defectos materiales que no cabe achacar  al autor, sino a los   responsables de la edición, además de  ciertas ausencias notorias en la bibliografía y el que ésta no se haya dispuesto de manera estructurada. Aspecto de la mayor importancia en una obra de esta índole. Así como la ausencia de un buen índice onomástico, instrumento  básico también  para el eficaz manejo de un estudio como éste.
                 En cuanto a los contenidos, y como no puede ser de otra manera en una obra de esta envergadura, echo de menos, en el campo de la alta cultura, algunos aspectos que no se han tratado como, por citar uno,  la ausencia  de la referencia al pensamiento y la historiografía americanista dentro de contexto del pensamiento nacionalista español liberal,  tema del  que ya existe hoy una importante bibliografía  y acerca del cual, por cierto,  algunos hemos  tratado aquí en Asturias en el marco de análisis de la obra de Rafael Altamira. Y respecto  de la cultura popular y la vida cotidiana, quizás, el análisis de Uría esté excesivamente polarizado sobre la vida cotidiana y las subculturas  del mundo urbano y haya relegado en demasía el examen de la cultura campesina  en una sociedad  abrumadoramente rural como lo era todavía la de la Restauración. Pero tal vez  la mayor crítica que  puede hacerse al contenido de un libro como éste sea el escaso desarrollo que dedica al capítulo del  estado de la cuestión historiográfica  que queda limitado a un mero análisis bibliográfico.
                 Todo lo cual no debe oscurecer el enorme saldo positivo que presenta esta historia. Para mí, sin duda alguna, la mejor, con diferencia, de las dedicadas en la Historia del 3º Milenio a esta temática, y una obra  que confirma  a su autor como uno de los más destacados   historiadores  españoles en el campo de la historia cultural. 
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                                            EL OFICIO MINERO
                                                                J. A. V. I
.   La unidad de la clase tuvo como obstáculo  la gran importancia que seguía teniendo todavía en esta etapa  el trabajador de oficio. El oficio no sólo era  el eje que definía la actividad laboral, sino que también seguía marcando  los valores y el prestigio social del trabajo, las formas de sociabilidad  y hasta la vida cotidiana de los trabajadores. “Algunas categorías de obreros- escribe Uría- que andando el tiempo se convertirían en abanderadas de la clase y verdaderos emblemas de la conciencia obrera , como la de los mineros, no sólo constituían una ocupación escasamente proclive a converger con otras en la defensa de sus intereses, sino que, además ofrecían en la Restauración una imagen de acentuada fragmentación interna. Dada la escasa depuración y síntesis de las fases del trabajo, en un contexto de escasa mecanización, los sencillos métodos de extracción acabaron por estructurarse en aproximadamente en media docena de fases básicas  que se correspondían con otras tantas categorías de trabajadores (…)” ( Página 301)   
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                                            EL CONTROL DEL SEXO

                                                                J. A. V. I.

 La vigilancia sobre el sexo como competencia del  Estado, iniciada ya en el XVIII, va dar un paso más en la etapa de la Restauración. “ (….) Se despliega toda una nueva tecnología  del sexo que lo aparta  gradualmente del universo del pecado- y por tanto de su vigilancia por  fuerzas del Antiguo Régimen como la Iglesia- para sumergirlo en imperativos como los de la pedagogía, la medicina o la economía; todo ello supone sujetar estrechamente tanto el sexo como las funciones reproductoras al servicio de nuevo Estado liberal a través de redes como las educativas olas médicas que descansan en saberes laicos, emancipados de la tutela eclesiástica  y por completo en la órbita del nuevo orden político, (….)” ( Página 328).  

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