viernes, 22 de abril de 2016



LA CULTURA ESPAÑOLA DEL EXILIO
                                             JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS


El hispanista Henry Kamen




Una visión malograda de la contribución del exilio a la cultura española
            Durante casi cinco siglos, desde el reinado de los Reyes Católicos hasta el final de la dictadura de Franco, el exilio ha sido una constante de la historia de España. Se calcula que en ese lapso fueron más de  3 millones los españoles que formaron parte de aquella España peregrina a que dio lugar ese continúo éxodo. Judíos, moriscos, protestantes, jesuitas, afrancesados, liberales, republicanos desencantados o vencidos, y clero perseguido componen los rubros más significativos de esa sangría continua.
El  antisemitismo, el sentimiento antimusulmán, el fundamentalismo tridentino, el absolutismo inclusivo, el tradicionalismo excluyente, el fascismo discriminador y el anticlericalismo visceral - esto es, el racismo, el fanatismo, la intolerancia y la falta de libertades- fueron las razones externas que  motivaron ese goteo continuo de  nuestros exilios. Por ello, como hace el autor de este libro que comentamos, también hay que considerar como parte del  exilio, además del forzoso,  el exilio voluntario de los que se marcharon por voluntad propia huyendo de exclusiones y del ambiente asfixiante de la ausencia de libertad, y el exilio interior de los que, sin salir de España, fueron marginados o se automarginaron dentro de sus fronteras.
Las motivaciones ideológico- religiosas  que están en el origen de ese masivo y continuo exilio que ha jalonado nuestra historia moderna y contemporánea no son, desde luego, las causas de fondo que lo explican en cada caso. Pero sí  están vinculadas con una de sus consecuencias más importantes. Una parte fundamental de la cultura española ha sido elaborada por exiliados y desde el exilio y ha estado marcada en cierta medida  por esa circunstancia. Basta con hacer un repaso de algunas de las  obras más valoradas de nuestra cultura de esos siglos  y de sus  intelectuales y artistas más señeros para ser conscientes de ello.
Tratar de dar una visión histórica de la aportación cultural del exilio español durante esos siglos, como pretende hacer en este libro el prolífico y polémico hispanista británico Henry Kamen, constituye, pues, un propósito pertinente y loable. Pero, en mi opinión, es un propósito que el autor sólo consigue a medias.
 El libro es un interminable repertorio biográfico de escritores y artistas del exilio exterior e interior, del que se excluye a los exiliados propiamente políticos sin un argumento convincente. No parece que sea posible establecer una distinción tal entre los miembros de la diáspora más importante del exilio español  de todos esos siglos: la de la élite cultural que abandonó España en 1936 y 1939. Pero además muchas de las apreciaciones generales que se vierten en el libro y algunos de los  supuestos que lo fundamentan no dejan de ser afirmaciones ensayísticas sin demostrar y difícilmente aceptables.
 Por ejemplo, cuando el autor se apunta al paradigma de la excepcionalidad histórica española considerando que ese incesante exilio español constituye un rasgo propio, específico de nuestra historia. Como si los progromos y “las guerras de religión” sólo hubiesen sido lacras abominables de nuestra historia, pecado original o defecto congénito de los españoles. O cuando mantiene que  el pensamiento y el sentimiento de los  exiliados de la República y la Guerra civil fueron en gran medida ajenos a la cuestión de la identidad española. Como si aquellos trasterrados no hubiesen llevado a su destierro la cuestión metafísica de la identidad esencial de los españoles, y escrito allí algunas de las páginas más brillantes sobre ese tema. Y no dejasen por doquier pruebas de la expresión de sus doloridos y añorantes sentimientos acerca de la patria grande abandonada y lejana. O sostener que aquel éxodo de 1936 y 1939 no tuvo ninguna consecuencia grave para  España. Como si el erial, o al  menos, el monocultivo (matizo por si alguien se me pone suspicaz) cultural que aquí nos dejaron, no lo hubiésemos padecido todos durante los cuarenta años cuarteleros.   
Pero no seríamos objetivos si no añadiésemos como colofón que entre el centón de datos biográficos y las muchas afirmaciones que recoge el hispanista en su libro, también se pueden encontrar bastantes  aportaciones lúcidas y de interés. Aunque en su valoración global  pesan más las sombras que las luces.  
       
           


      

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