viernes, 19 de abril de 2019


      UN ESCRITOR CUBANO QUE ESCRIBE Y VIVE EN CUBA                         
                        

JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS




         Leonardo Padura publica en  su último libro un conjunto de ensayos escritos en los últimos catorce años con el título tomado  del verso de Virgilio Piñera(“la maldita circunstancia del agua por todas las partes”) Rodeados de agua por todas las partes, en los que trata esencialmente de su condición de “escritor cubano que vive en Cuba” y de lo que esto supone para comprender su manera de entender la literatura y concretamente el género novelístico en el que se mueven sus once libros publicados hasta ahora.
 Ese conjunto de ensayos los divide en tres partes precedidas cada una de una breve introducción y en las que trata respectivamente de la importancia radical  que supone su condición de “escritor que escribe y vive en Cuba” para poder comprender y valorar su obra novelística; su concepción de la novela y el análisis de su propias obras y su temática, incluido  el “maquing of” ( cómo se hizo) de cada una de ellas. Y la tercera parte agrupa los ensayos que dedica a su especial manera de entender algunas de las grandes obras de los más importantes novelistas cubanos.   
 Padura sigue viviendo en un barrio extramuros de La Habana, Mantilla, en la casa que construyo y en la que vivió  su abuelo, su padre y él continúa  habitando  ahora. Y padece, a pesar de su éxito literario expresado en los numerosos premios que ha obtenido dentro y fuera de la isla, las mismas carencias y dificultades que sufren todos los  cubanos. Dificultades de supervivencia diaria que él mismo como el resto de sus compatriotas cubanos define con  la expresión  cubana de “inventar y resolver” los problemas de la cotidianidad  que en muchos casos se hace al borde de la legalidad.
En los ensayos de la primera parte del libro resalta  la radical esencialidad que para todos los escritores cubanos ha tenido escribir desde una isla, aunque  fuera desde el exilio como fue el caso de muchos de ellos, al que les condujo su nacionalismo en oposición a la potencia colonizadora correspondiente, bien el Imperio español bien la potencia yanqui que con la Enmienda Platt que hizo de Cuba una potencia intervenida ya que el nuevo estado surgido tras la guerra contra los españoles y los norteamericanos, tenía que recibir  la aprobación de sus leyes del Congreso norteamericano. O desde fuera de Cuba desde 1959 por su oposición al castrismo y el aislamiento que introdujo  la revolución cubana y forzó el cerco norteamericano.  Ese aislamiento secular surgido de su insularidad: el agua por todas la partes del mencionado verso de Virgilio Piñera constituye para Padura paradójicamente el factor decisivo que ha marcado la tendencia hacia la universalidad a los grandes autores de la a literatura cubana. Tendencia que Padura constata en la tercera parte de sus ensayos  con el análisis de  algunos de los grandes  novelistas y poetas cubanos.
   Esa inclinación hacia la universalidad conjugada con un profundo sentido de la pertenencia que simboliza en su barrio Mantilla y en el Malecón está también presente en la novelística de Padura, como demuestran los ensayos que contiene la segunda parte del libro al referirse al contenido y finalidad de sus novelas: como el asunto de la perversión de la utopía igualitaria del siglo XX en su novela El hombre que amaba a los perros sobre Ramón Mercader, el asesino de Trotsky. O el derecho del hombre a ejercer su libre albedrío en Herejes  o la búsqueda de las fuentes originales de su identidad  cubana   en La novela de su vida acerca de la vida de José María Heredia, el gran poeta cubano del siglo XIX….
 Pero “un escritor cubano que escribe y vive en Cuba” y, sobre todo, un escritor valiente y con una concepción de la literatura y la novela  desde una perspectiva ética y crítica, esto es, considerando  que ambas van allá del goce cultural y el entretenimiento del lector, no podía dejar de referirse en sus novelas a las consecuencias y límites de la implantación del castrismo en Cuba en  sus obras de la serie del policía y después vendedor de libros Mario Conde.
 Conde se convierte así en un auténtico testigo crítico del desarrollo y la implantación de la revolución cubana. Es algo así como su “alter ego” o un testigo privilegiado de su generación con una mirada crítica y lúcida del desarrollo de la revolución cubana y sus efectos sobre la población. Mirada en la que  expone la gran ilusión que despertó en aquella generación que nació con ella y la desilusión que, según el novelista, les terminó causando  por  sus efectos negativos y magros resultados, sobre todo, a partir de los años  noventa con la caída de la Unión Soviética y la gran crisis que tal caída supuso para la Cuba castrista.
  Quizás de este conjunto de ensayos uno de los más interesantes  sea aquel en que Padura nos relata las etapas de la  evolución de la política cultural del castrismo, analizando sus fases y las diferentes actitudes que el régimen socialista cubano mantuvo hacia la cultura: desde la cerrazón y la persecución hasta la postura más abierta y flexible  que mantuvo hacia ella en otras momentos.    
 En fin, un libro de ensayos que nos permite a los que somos lectores impenitentes de la obra de Padura constatar lo que ya sabíamos por sus libros  o comprobar algunas de nuestras intuiciones nacidas de  su lectura. Pero, sobre todo, este libro puede ser una verdadera guía introductoria para aquellos otros lectores que se inicien en la lectura de la novelística de este “escritor cubano que escribe y  vive en Cuba”.  

    ( Publicado en el suplemento cultural de La Nueva España, de Oviedo)


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