lunes, 29 de abril de 2019


                         DAVID CONTRA GOLIAT
                                Julio Antonio Vaquero Iglesias







  David Jiménez  ex director de El Mundo, ha escrito un libro, El Director, que ha causado un gran revuelo entre políticos, empresarios y periodistas y en menor medida sobre la opinión pública española a la que todo parece indicar que se le está queriendo escamotear su contenido, de gran importancia para entender los déficits y deformaciones de nuestra democracia.
No es que en sus páginas se digan cosas que no supiéramos ya  o que,  al menos, las intuyésemos, pero, sin duda, el análisis que realiza del año en que ejerció como director del citado diario nos cuenta  con pelos y señales  las presiones que recibió de los poderes políticos, empresariales y de los dirigentes de su propio periódico y que terminaron  con su destitución. Denuncias y confesiones  que no son tan habituales por  esos pagos, donde lo que domina en muchos casos, pero no siempre, es la ley del silencio, y han provocado una reacción en cadena de los aludidos que puede sin duda terminar en los tribunales y, todo parece indicarlo, ciertas maniobras de descalificación de su autor y hasta de  ocultamiento del contenido de su libro.
 Jiménez llegó a la dirección de El Mundo  desde el ejercicio brillante de una corresponsalía de su periódico para el Extremo Oriente y su proyecto para resolver la grave crisis que atravesaba su empresa periodística, como ocurría en el caso  de casi  todos las  del ramo como consecuencia, por una parte, de la Gran Recesión, y, por otra, de la crisis de la prensa de papel por la competencia del despegue imparable de la digital.
Su frustrado proyecto consistió en tratar de defender la independencia de su periódico frente a los poderes políticos y empresariales ( Jiménez insinúa más que cuenta como el propio Pedro J. Ramírez fue destituido como director de El Mundo  por las presiones de Rajoy ante su actitud de insistir  en la publicación del escándalo político causado por las revelaciones de Bárcenas). Y, por otra parte,  aumentar la importancia de la versión digital del periódico, medida que  fue bloqueada  por parte de lo más granado de su redacción, aquellos que el autor nombra con el pseudónimo de Los Nobles, capitaneados por El Cardenal (se refiere al editor representante de la empresa cuyo pseudónimo hace alusión, claro está, al cardenal Mazarino, el maestro de la intriga de la Corte de Luis XIII).
 Pero lo que más llama la atención de las denuncias de  El Director  son, sin duda, sus referencias a Los Acuerdos  (así con mayúscula), esto es, un pacto tácito entre los poderes políticos y empresariales con los grandes periódicos nacionales  para controlar las noticias negativas para sus intereses políticos y económicos. Todo ello a cambio del apoyo económico de los segundos a través de la inyección de dinero  que supone la contratación de los anuncios en sus páginas y de la concesión por parte de los primeros de una variada serie de favores y beneficios a algunos de esos medios y periodistas.
 Que hay mucho de ajuste de cuentas en las páginas de  El Director parece indudable, sobre todo, en relación con algunos de los miembros de aquella redacción de El Mundo y, más con el mencionado Cardenal. Pero también se desarrollan en  ellas  lúcidas y graves realidades que sacan a la luz algunos de los pecados capitales de nuestra demediada democracia. Democracia que necesita cada vez más para poder sobrevivir en estos tiempos tan turbulentos unos medios  de comunicación independientes y críticos con el poder sea éste de la clase que sea.   
  Todo parece indicar que  en este caso David no cortará la cabeza de Goliat, porque el gigante se está protegiendo con las impenetrables corazas que le proporciona su poder. Pero sin duda, David ha dado un pequeño paso más en la demostración de la imperiosa necesidad que tenemos de hacerlo.

( publicado en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo)

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