domingo, 22 de junio de 2014

Cara y cruz del movimiento comunista


                          EL REGRESO DE PROMETEO

                                                           

                                                         JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
 

 
    Entre  la toma de la Bastilla (1789), acontecimiento revolucionario que simbolizó el inicio de la Revolución francesa y con ella los primeros conatos de llevar a cabo el ideal comunista,  y la caída del Muro de Berlín (1989) que, en sentido contrario, marcó el inicio de su derrumbe, transcurren los 200 años de vida de uno de los movimientos políticos más importante  de la historia del siglo XX. Ése es el período que recorre esta  magna obra del historiador y profesor de Oxford, uno de los más profundos conocedores de la historia del comunismo,  David Priestland, Bandera Roja. Historia política y cultural del comunismo (Editorial Crítica, 2010).


            El  hecho de que este libro- que, sin duda, va a ser a partir de ahora una obra de referencia inexcusable para comprender la naturaleza y evolución  histórica de aquel movimiento ideológico-político- haya aparecido veinte años después aquella simbólica fecha de la caída del socialismo realmente existente no es sólo – que también- consecuencia de la magnitud de su empeño y de la reciente apertura de los archivos soviéticos y chinos, sino, más bien, de que desde entonces las cosas han cambiado y ciertamente no poco.

 El “final de la historia” con el que aquel ideólogo de cuyo nombre ya nadie quiere hoy acordarse   trataba de anunciar el triunfo definitivo del capitalismo neoliberal sobre el socialismo, ha dejado paso en estos veinte años a la más grave crisis económica que ha padecido sistema capitalista en setenta años (después de la del 29) arrojando incluso sombras sobre su propia viabilidad. Por eso ha sido  este nuevo contexto histórico el momento idóneo  para revisar la historia del comunismo y tratar de explicar no sólo la razón histórica del origen, evolución  y  final del movimiento. Movimiento que, como el Prometeo mítico que robó el fuego a Zeus  para dárselo como regalo  a los hombres y, al hacerlo, les aportó el conocimiento y el progreso, buscó  liberar a la humanidad conciliando la igualdad con la modernidad. Pero también para plantearse, a la luz  de esa comprensión histórica, la posibilidad o no de que bajo otras formas pueda  reaparecer de nuevo.

            Para lograr esos propósitos, el historiador británico ha querido situarse fuera de los paradigmas historiográficos desde los que se han venido dando las interpretaciones de la historia del comunismo. Esto es: más  allá de las  interpretaciones de  la izquierda basadas en la teoría ideológica  marxista o de aquélla que entendió el comunismo como un movimiento de racionalización de sociedades atrasadas y que tuvo en el historiador británico E. H. Carr su principal adalid. Y lejos también de las de los anticomunistas de  la derecha- y algunos de la izquierda como los trostkistas- que consideraron la esencia del comunismo como una  historia de terror y represión, y que han tenido su máximo auge con la hegemonía ideológica neoliberal tras la globalización capitalista.

 La interpretación de Priestdland,  se mueve, en cambio, siguiendo la tradición historiográfica anglosajona, más en el terreno empírico que teórico. El comunismo como expresión de una intensa voluntad ideológica nacida de un poderoso ideal de igualdad y modernidad y llevada a cabo por un sector de revolucionarios como respuesta  a unos contextos  históricos específicos en que se han combinado en dosis diferentes en cada caso las desigualdades extremas, las estratificaciones sociales rígidas, las desigualdades internacionales, el imperialismo o  la guerra.    

    Desde esa perspectiva metodológica, nuestro historiador realiza un análisis cronológico del movimiento comunista desarrollado en cuatro etapas. Desde la de su origen con el  protocomunismo de la etapa jacobina de la Revolución francesa y la formación ideológica y política del socialismo marxista  con Marx y Engels y la II Internacional  a la de  su fase terminal o comunista realmente existente. En medio, están la etapa propiamente comunista con la revolución  soviética de 1917 con centro en Moscú y el marxismo-leninismo como ideología; y, tras la caída de los imperios que trajo la segunda guerra mundial,  la de su extensión fuera de Europa, por Asia, América Latina y África, aliado con el nacionalismo y dando origen a la aparición de nuevos centros del movimiento en Pekín y La Habana Etapa que coincide con la esclerotización del comunismo en la Unión Soviética en su fase  estalinista con su violencia represiva que provocó una reacción de condena por parte de un sector de  los partidos comunistas occidentales y algunas ramas del movimiento comunista.    

    El contenido de ese análisis no se limita, además, a la acción político-ideológica de los comunistas, sino también  examina  las actitudes y reacciones de las  poblaciones en las que éstos consiguieron implantar sus regímenes. Del  mismo modo que, más allá de lo que es habitual en esta clase de obras, abarca también un recorrido por la historia cultural del comunismo realizando unos excelentes análisis de las obras literarias, artísticas y cinematográficas más importantes  en que se manifestó la ideología y la acción política del movimiento. 

            El resultado no es un abrumador e indigesto cúmulo de datos, sino una catarata de información clara y bien organizada que está, además, expuesta, no con un estilo académico y plúmbeo, sino ágil y diáfano. Muchos de esos datos, aunque ya nos sean conocidos, están analizados casi siempre con una  visión nueva y original- en algunos casos hasta discutible- y muchos otros son inéditos y  nos proporcionan explicaciones convincentes de algunos de los más importantes aspectos de la historia del movimiento comunista.    

            Especial interés presenta el capítulo final sobre el final del mundo comunista. Priestland  plantea en él una novedosa tesis sobre la  caída del comunismo soviético que rechaza las interpretaciones dominantes como mitos neoliberales. No fueron  las políticas de Reagan, Thatcher y Juan Pablo II unidas a la presión popular las causas de la implosión comunista, sino que el factor realmente determinante del proceso estuvo en  las torpes maniobras de un sector de la elite del partido.     

  ¿Tiene futuro hoy el movimiento comunista? La respuesta del historiador británico es coherente con sus planteamientos y el contenido de su análisis. Bajo la forma de marxismo-leninismo, ninguno; pero bajo otras formas en las que se logre combinar la racionalidad y la igualdad con la libertad, existe alguna posibilidad si vuelven  a darse algunas de las condiciones como las que provocaron su origen y desarrollo. Y lo cierto es que hoy, ante la irracionalidad social y ecológica cada vez más evidente del capitalismo globalizado, para algunos sectores de las elites intelectuales y políticas y de la población, Prometeo todavía  sigue teniendo futuro.  
 Puiblicado en el suplemento Cultura de La Nueva España (Oviedo)

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