lunes, 30 de junio de 2014

El CORREO DE LA PIRENAICA


                            EL CORREO  DE LA PIRENAICA

                                    Julio Antonio Vaquero iglesias

    
Ocurre con frecuencia. En muchas ocasiones no es el historiador quien elige  el objeto de su investigación, sino que es  éste quien busca al  investigador. Éste es el caso de este libro; Las cartas de la Pirenaica. Memoria del antifranquismo  (Cátedra, 2014). Rosario Fontova, periodista e historiadora, autora de este libro junto con Armand Balsebre, catedrático de de Comunicación Audiovisual de la Universidad Autónoma de Barcelona, buscaba en el Archivo del Partido Comunista de España información para otro trabajo cuando entró en contacto con el extraordinario  fondo documental de las cartas enviadas a Radio España Independiente (1941-1977, Moscú, Bucarest), la emisora comunista,  más conocida por los españoles como  Radio Pirenaica. Constituido  por  15.500 cartas, el mencionado fondo documental sólo había sido explorado hasta ese momento puntualmente por algún historiador en busca de alguno dato o información concreta, pero no se había realizado ningún estudio de conjunto. De esas cartas sólo un fragmento de  algunas de ellas había  salido a las ondas y nuestros autores advirtieron su gran potencial historiográfico y conscientes de ello decidieron con fundado criterio (al que no fue, desde luego, ajeno la especialidad de los autores en temas de comunicación) llevar a cabo una investigación de ese voluminoso correo de La Pirenaica con el  objetivo de elaborar un estudio sobre la memoria histórica del antifranquismo a partir de esas cartas de los oyentes de la emisora comunista.

  El resultado de esa ardua y difícil labor que acometieron los dos investigadores ha sido este libro, cuyo contenido no sólo es un auténtico fresco de la memoria histórica del antifranquismo, sino también un duro retrato de la falta de libertad,  represión, miedo, hambre y miseria  que sufrieron los españoles durante la dictadura. Pero la angustia que produce su lectura queda en parte compensada para el lector con la satisfacción de ver a través de los contenidos de las cartas la reacción y la dignidad con que una parte de los españoles corrientes se opusieron a esos abusos y condiciones de vida miserables  que impuso la dictadura, porque en cierto modo enviar esas cartas a La Pirenaica no era sino eso: una forma más de resistencia  al franquismo,

Son muchos los tópicos y bulos sobre el funcionamiento de Radio España Independient6e, creados y difundidos en muchos casos por la contrapropaganda franquista,  que pone en solfa este estudio. Desde el que los oyentes de La Pirenaica no  eran  sino una minoría de comunistas o la de que las cartas emitidas eran inventadas por la propia emisora y su contenido pura propaganda que no tenía nada que ver con lo que realmente sucedía en España.

  Sin embargo, el análisis sociológico  de los remitentes  de las cartas demuestra que era una audiencia interclasista, aunque, como es obvio, predominasen los trabajadores industriales y los campesinos. Del mismo modo que  el estudio de los flujos de las misivas prueba que es  en la década de los 60 concretamente el lustro 1962-1967) en la que se concentran la mayor parte de las cartas, al calor de la marea de  movilizaciones y huelgas de esa década y a partir del establecimiento de unas  direcciones normalizadas para enviarlas, de tal modo que el número de cartas  experimentó un gran aumento en esos años ( 4.378 en 1963)) convirtiéndose en un verdadero medio de comunicación de masas. A pesar de que era un acto delictivo que podía suponer la cárcel para los remitentes.

Fue también en esos años cuando, siguiendo  y ampliando el criterio leninista de que cada miembro del Partido  tenía que informar a sus órganos de prensa  de lo que pasaba en su centro de trabajo, La Pirenaica estableció la categoría de “colaboradores”, esto es, oyentes que enviaban de manera regular sus   cartas  con informaciones que contaban y denunciaban de manera  seria y fidedigna los actos de oposición  y  represión así  como los acontecimientos políticos y sociales de los que eran testigos. Que esas  informaciones eran en gran medida veraces lo demuestran, por ejemplo, el que con ellas se puede hacer un mapa de las fosas de los asesinados  en la Guerra Civil  no es  diferente al que hoy tenemos realizado con información histórica de numerosas fuentes. Pero también se desprende del hecho de que  las informaciones de los “corresponsales” fueron, con las de las agencias de prensa internacionales y las de la redacción interior (la que operaba en España), una de las principales fuentes de la información que manejaba la emisora. Esa veracidad constatada por la experiencia de sus oyentes fue la base de la credibilidad  que llegó a tener REI entre ellos, de modo que  la emisora clandestina era calificada en muchas cartas como, Radio Verdad frente a Radio Mentira que era Radio Nacional de España.

Las huella de la Guerra Civil, Julián  Grimau, las cárceles franquistas, la emigración a Europa, las huelgas de los 60 en Asturias, la operación de propaganda de los “25 años de Paz”, el antinorteamericanismo, el hambre y la pobreza, la educación, ocio y   cultura son los temas en que los autores han clasificados los cartas para analizar sus contenidos. Análisis que no se limita, y ese es en mi opinión uno de los principales logros del libro, al contenido individualizado de las cartas, lo que también hacen con algunas dado el denso e impactante  significado de las historias que cuentan, sino que han tratado de extraer  la mirada colectiva de sus remitentes ante el asunto tratado. Además de contextualizar éste históricamente, esto es, con los datos que la Historia, y no la memoria histórica, ha aportado sobre el mismo.

Las huelgas de la minería asturiana desde  el 62 al 65 fueron el tema estrella de La Pirenaica  que echó toda la carne en el asador apoyando a los mineros huelguistas como verdaderos héroes que estaban señalando el camino a todos los obreros españoles para acabar con la Dictadura.. La emisora comunista denunció los brutales actos de la represión, señalando a los más sanguinarios torturadores de la Brigada Político-Social y la Guardia Civil. Pero también recaudó fondos para los huelguistas y sus familias  y convirtió en símbolos de heroicidad  de esa resistencia a quienes la sufrían como fueron los  casos de Tina Pérez y Anita Sirgo. Ese compromiso de La Pirenaica  con los huelguistas fue tal que hasta Fraga en su contestación al manifiesto de los 102 intelectuales que apoyaron a los huelguistas consideró a la emisora comunista como una de los principales responsables del movimiento huelguístico. 

 Acerca de  todos esos aspectos y otros derivados del desarrollo y consecuencias de las huelgas las cartas que recibió La Pirenaica fueron numerosas, remitidas  no sólo desde Asturias, sino del resto de España  y de los emigrantes en Europa.  De hecho, la  consigna con que se tituló la campaña de la emisora en 1963 en solidaridad con Asturias, “Asturias marca el camino”, se inspiró en una carta-poema de un oyente de Lopera (Jaén)  enviada a la emisora un año antes, en 1962,  titulada “Asturias nos indica el camino”.  

 En fin, estamos, sin duda, en mi humilde opinión, ante un excelente libro. Por lo que no me parece extraño, a pesar de la que está cayendo sobre nuestra  industria editorial, que sólo en un mes después de su aparición  se haya agotado y  esté en proceso de inminente  reedición.

( Publicado en el suplemento Cultura de La Nueva España, 12 de junio de 2014)   

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