ALEJANDRO MAGNO ENTRE LA HISTORIA Y EL CINE
Alejandro
Magno es, sin duda, uno de los grandes personajes de la historia universal. Sin
embargo, y a pesar de los mil cuatrocientos setenta libros y artículos
publicados desde hace ciento cincuenta años sobre su vida y obra, ha tenido que
esperar al impacto producido por una película para convertirse en un verdadero
personaje mediático El film de Oliver Stone (2004) sobre el conquistador macedonio ha desatado
incluso estos pasados años una auténtica “alejandromanía”. Desde entonces,
Alejandro Magno es ya un producto más de la sociedad de consumo, objeto de
videojuegos y de series de televisión.
Lo llamativo
es que ese proceso se ha producido a pesar - o como consecuencia- de dos hechos aparentemente contradictorios. Por
una parte, la película de Stone tuvo una recepción bastante crítica en Estados
Unidos, y, por otra, la divulgación cinematográfica ha respondido a unos
criterios rigurosamente históricos, como pretendía su director, sin que esto
supusiera un menoscabo para su positiva recepción por otro sector del gran público.
El principal
asesor histórico con que contó Stone para realizar su filme fue el historiador
británico y profesor de Oxford, Robín Lane Fox, autor de una de las biografías
más importantes que se ha escrito sobre el conquistador griego, publicada en
1973. Esa biografía fue la base para el entramado argumental del guión de la
película de Stone, pero, además, el
historiador británico ejerció, como hemos dicho, de celoso asesor in situ para que la versión
cinematográfica respondiera a una recreación histórica no mítica ni hollywoodiense de Alejandro Magno.
Como nos muestra
Lane Fox en la citada biografía, poco de convencional u ordinario hubo en los
treinta y dos años de vida de Alejandro. En su infancia y juventud tuvo como preceptor nada menos que a Arístóteles y como modelos de conducta a los héroes homéricos de la Iliada. Su ascenso al poder en Macedonia se produjo también por un hecho extraordinario como fue la muerte de su padre, asesinado, según la interpretación del historiador británico por una conspiración de su esposa, Olimpia, madre de Alejandro. Y también su propia muerte inesperada en un banquete con sus generales estuvo rodeada de un gran misterio. Y en medio, está su conversión en el conquistador del mundo culminando la tarea que no pudo llevar a cabo su padre: la victoria sobre el rey persa Darío III y el dominio de ese gran imperio que amplió con la conquista de Bactriana e India, construyendo un imperio universal, el más grande que jamás haya existido y que pretendía a su muerte seguir extendiendo hacia el Mediterráneo y el Mar Negro, esto es, unificando todo el mundo conocido y uniendo a Oriente con Occidente.
treinta y dos años de vida de Alejandro. En su infancia y juventud tuvo como preceptor nada menos que a Arístóteles y como modelos de conducta a los héroes homéricos de la Iliada. Su ascenso al poder en Macedonia se produjo también por un hecho extraordinario como fue la muerte de su padre, asesinado, según la interpretación del historiador británico por una conspiración de su esposa, Olimpia, madre de Alejandro. Y también su propia muerte inesperada en un banquete con sus generales estuvo rodeada de un gran misterio. Y en medio, está su conversión en el conquistador del mundo culminando la tarea que no pudo llevar a cabo su padre: la victoria sobre el rey persa Darío III y el dominio de ese gran imperio que amplió con la conquista de Bactriana e India, construyendo un imperio universal, el más grande que jamás haya existido y que pretendía a su muerte seguir extendiendo hacia el Mediterráneo y el Mar Negro, esto es, unificando todo el mundo conocido y uniendo a Oriente con Occidente.
Aunque no fuese excepcional, tampoco era tan
habitual entre los griegos el hecho de su elevación a la condición divina y su reconocimiento
como dios por las ciudades griegas. Y
todo el inmenso poder que detentó no puedo evitar tampoco el sufrimiento
personal. Como ocurrió con el profundo dolor que supuso para él la muerte de su amado Hefestión, que le sumió
en un profundo estado de depresión y cuya
pérdida lloró hasta su muerte y fue el origen de un punto de inflexión en
los últimos años de su reinado. Aunque Lane Fox rechaza la
interpretación propuesta por algunos estudiosos de que ese luctuoso hecho le llevase en la etapa final de
su vida a una conducta casi patológica y descontrolada, con numerosas
manifestaciones de megalomanía.
Estamos, pues, ante una interpretación de
Alejandro como un personaje histórico con
una vida extraordinaria y su
consideración como un hombre excepcional. Pero siempre, como ha querido también
dejar claro en su película Oliver Stone, visto como un
hombre de carne y hueso, sin aceptar
la aureola mítica que ya comenzó a rodear en vida al personaje e incluso él mismo patrocinó y ha continuado después, favorecida por las
escasas fuentes históricas directas y la numerosas indirectas y sesgadas con
que se cuenta sobre su vida y obra. La biografía de Lane Fox nos desvela un hombre contradictorio, obsesivo,
capaz de lo mejor y de lo peor, profundamente marcado por la tortuosa relación con su madre, un
hombre, además, que vivió profundamente enamorado de Hesfestión, la única
relación personal afectiva estable que mantuvo durante toda su vida.
El
valor más destacado de esta biografía - al contrario de cierta desmesura de la que adolece la
versión cinematográfica- es, en mi opinión, el justo equilibrio que ofrece como
excelente obra de divulgación histórica y como libro escrito con el adecuado rigor
historiográfico. Lo primero puede apreciarse claramente en las referencias
continuas que va haciendo a los diferentes contextos que es preciso conocer
para poder entender los diferentes hechos y acontecimientos de la vida y la obra
del macedonio que nos cuenta el autor.
En efecto, el profesor de Oxford nos
describe, a la par y en relación con la vida de Alejandro, los contextos que
nos permiten comprender ésta. Nos explica aspectos del mundo material, la vida
cotidiana y las mentalidades colectivas tales como, entre otros, las
características de las artes bélicas, armas y estrategias o de las actividades económicas de las civilizaciones
griega y persa, las costumbres acerca de la alimentación y la homosexualidad de
los griegos, o las creencias y prácticas
religiosas que profesaban. Todo ello analizado con detalle y un profundo
conocimiento del mundo antiguo y además con el uso de un lenguaje asequible a
cualquier clase de lector.
Lo
que no le impide, en sentido contrario y en cuanto al rigor, renunciar a explicarnos
los fundamentos históricos de sus interpretaciones e incluir en su libro un abundante aparato erudito a través de las
notas (aunque se detecte algún error, no sé si del texto original o de la traducción, como el anacronismo
de utilizar el término “España”). Ese doble aspecto permite que el libro sea susceptible de dos
posibles lecturas. La del lector que únicamente esté interesado por la vida y
la obra de Alejandro o la más afinada de aquel otro que, además de lo anterior,
quiera entrar en los entresijos historiográficos del personaje.
Por
todo ello, y en una hipotética y, sin duda, absurda elección entre la película y el libro, me inclinaría, sin
duda, por el libro, aun teniendo en cuenta la evidente sintonía que existe
entre ambos.
LA HOMOSEXUALIDAD DE ALEJANDRO
Julio Antono Vaquero Iglesias
Para poner a Alejandro dentro de la historia, Oliver Stone tuvo que sacarlo del
armario. Ésa fue una de las principales razones del
escaso éxito de taquilla y de crítica que tuvo el filme de Oliver Stone
en Estados Unidos fue, sin duda, sus referencias a la homosexualidad, más bien
bisexualidad, de Alejandro Magno. Aspecto éste en el que el guionista y director
norteamericano seguía lo que Lane Fox nos cuenta en esta biografía sobre ese asunto.
El historiador británico lo da por suficientemente probado y llega, incluso, a recoger la cita de los filósofos cínicos sobre
Alejandro: que sólo fue derrotad una
vez y fue por los muslos de Hefestión.
No es extraño, pues, que
en una sociedad tan pacata como la estadounidense, en la que existe, además, un
amplio sector de fundamentalistas religiosos, estas referencias se entendieran
como inaceptables y la película se considerase como moralmente deleznable,
cayendo en el anacronismo de juzgar con sus valores homófobos una realidad
histórica diferente. Porque, como nos cuenta el autor británico, la
bisexualidad era una práctica corriente y aceptada en la sociedad griega, una
alternativa sexual aceptada por las esposas y
considerada como una costumbre y no una perversión. Su propio padre,
Filipo, según nuestro biógrafo, también mantuvo varias relaciones homosexuales.
Alejandro tuvo varias
esposas y se le conoce alguna amante, incluso el libro menciona también otra
relación homosexual con su criado Bagoas, pero el gran amor de su vida fue Hefestíón. Su pasión por él quedó demostrada cuando éste falleció. Su ausencia
no sólo le produjo, como hemos visto, primero una gran cólera y después una gran tristeza, sino que,
además, ordenó que le fueran concedidos los máximos honores a su amado.
Pretendió que fuese declarado héroe, esto es, semidiós y, tras la celebración
de unos funerales megalómanos, mandó construir un
monumento en su memoria y dedicarle culto póstumo.
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