lunes, 16 de junio de 2014

Alejandro Magno entre la historia y el cine

ALEJANDRO MAGNO ENTRE LA HISTORIA Y EL CINE

   
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
  
            Alejandro Magno es, sin duda, uno de los grandes personajes de la historia universal. Sin embargo, y a pesar de los mil cuatrocientos setenta libros y artículos publicados desde hace ciento cincuenta años sobre su vida y obra, ha tenido que esperar al impacto producido por una película para convertirse en un verdadero personaje mediático El film de Oliver Stone (2004)  sobre el conquistador macedonio ha desatado incluso estos pasados años una auténtica “alejandromanía”. Desde entonces, Alejandro Magno es ya un producto más de la sociedad de consumo, objeto de videojuegos y de series de televisión.
            Lo llamativo es que ese proceso se ha producido a pesar - o como  consecuencia- de  dos hechos aparentemente contradictorios. Por una parte, la película de Stone tuvo una recepción bastante crítica en Estados Unidos, y, por otra, la divulgación cinematográfica ha respondido a unos criterios rigurosamente históricos, como pretendía su director, sin que esto supusiera un menoscabo para su positiva recepción por otro  sector del gran público.
            El principal asesor histórico con que contó Stone para realizar su filme fue el historiador británico y profesor de Oxford, Robín Lane Fox, autor de una de las biografías más importantes que se ha escrito sobre el conquistador griego, publicada en 1973. Esa biografía  fue la base  para el entramado argumental del guión de la película  de Stone, pero, además, el historiador británico ejerció, como hemos dicho, de  celoso asesor in situ para que la versión cinematográfica respondiera a una recreación histórica no mítica ni hollywoodiense  de Alejandro Magno.

Es esta  biografía revisada y ampliada en una edición posterior  la que ahora se publica en España. Libro que gracias a las virtudes como historiador de Lane Fox  no sólo se ha convertido ya en una obra de referencia sobre la figura y la obra de Alejandro Magno, sino que, además, por la gran capacidad de su autor para la divulgación histórica, ha alcanzado un gran éxito de público y crítica fuera de España.
            Como nos muestra Lane Fox en la citada biografía, poco de convencional u ordinario hubo en los
treinta  y dos años de vida de Alejandro. En su  infancia y juventud tuvo como preceptor nada menos que a Arístóteles y como modelos de conducta a los héroes homéricos de la Iliada. Su ascenso  al  poder  en Macedonia se produjo también por un hecho extraordinario como fue la muerte de su padre, asesinado, según la interpretación del historiador británico por una conspiración de  su  esposa, Olimpia, madre de Alejandro.  Y también su propia muerte inesperada en un banquete con sus generales  estuvo  rodeada de un gran misterio. Y en medio, está su conversión  en el conquistador del mundo culminando la tarea que no pudo llevar a cabo su padre: la victoria sobre el rey persa Darío III y el  dominio de ese gran imperio que  amplió con la conquista de Bactriana e India, construyendo un  imperio universal, el más grande que  jamás haya existido y que pretendía  a su muerte  seguir extendiendo hacia el Mediterráneo y el Mar Negro, esto es, unificando todo el  mundo conocido y uniendo a Oriente con Occidente.
Aunque no fuese excepcional, tampoco era tan habitual entre los griegos el hecho de su  elevación a la condición divina y su reconocimiento como dios por las ciudades griegas. Y  todo el inmenso poder que detentó no puedo evitar tampoco el sufrimiento personal. Como  ocurrió con el   profundo dolor que  supuso para él  la muerte de su amado Hefestión, que le sumió en un profundo estado de depresión y  cuya  pérdida lloró hasta su muerte  y  fue el origen de un punto de inflexión en los  últimos años de  su reinado. Aunque Lane Fox rechaza la interpretación propuesta por algunos estudiosos  de que ese  luctuoso hecho le llevase en la etapa final de su vida a una conducta casi patológica y descontrolada, con numerosas manifestaciones de megalomanía.
Estamos, pues, ante una interpretación de Alejandro como un  personaje histórico con una  vida extraordinaria y su consideración como un hombre excepcional. Pero siempre, como ha querido también dejar claro en su película Oliver Stone, visto   como un hombre  de carne y hueso,  sin  aceptar la aureola mítica que ya comenzó a rodear  en vida  al  personaje e incluso él mismo patrocinó y  ha continuado después, favorecida por las escasas fuentes históricas directas y la numerosas indirectas y sesgadas con que se cuenta sobre su vida y obra. La biografía de Lane Fox  nos desvela un hombre contradictorio, obsesivo, capaz de lo mejor y de lo peor, profundamente marcado  por la tortuosa relación con su madre, un hombre, además, que vivió profundamente enamorado de Hesfestión, la única relación  personal afectiva  estable que mantuvo durante toda su vida.
El  valor más destacado de esta biografía - al contrario  de cierta desmesura de la que adolece la versión cinematográfica- es, en mi opinión, el justo equilibrio que ofrece como excelente obra de divulgación histórica y como libro escrito con el adecuado rigor historiográfico. Lo primero puede apreciarse claramente en las referencias continuas que va haciendo a los diferentes contextos que es preciso conocer para poder entender los diferentes  hechos y acontecimientos de la vida y la obra del macedonio que nos cuenta  el autor.
   En efecto, el profesor de Oxford nos describe, a la par y en relación con la vida de Alejandro, los contextos que nos permiten comprender ésta. Nos explica aspectos del mundo material, la vida cotidiana y las mentalidades colectivas tales como, entre otros, las características  de las  artes bélicas, armas y estrategias o de  las actividades económicas de las civilizaciones griega y persa, las costumbres acerca de la alimentación y la homosexualidad de los griegos, o las creencias  y prácticas religiosas que profesaban. Todo ello  analizado con detalle y un profundo conocimiento del mundo antiguo y además con el uso de un lenguaje asequible a cualquier clase de lector.
 Lo que no le impide, en sentido contrario y en cuanto al rigor, renunciar a explicarnos los fundamentos históricos de sus interpretaciones e incluir en su libro  un abundante aparato erudito a través de las notas (aunque se detecte algún error, no sé si del texto  original o de la traducción, como el anacronismo de utilizar el término “España”). Ese doble aspecto  permite que el libro sea susceptible de dos posibles lecturas. La del lector que únicamente esté interesado por la vida y la obra de Alejandro o la más afinada de aquel otro que, además de lo anterior, quiera entrar en los entresijos historiográficos del personaje.
 Por todo ello, y en una hipotética y, sin duda, absurda elección entre  la película y el libro, me inclinaría, sin duda, por el libro, aun teniendo en cuenta la evidente sintonía que existe entre ambos.

LA HOMOSEXUALIDAD DE ALEJANDRO
                                                          Julio Antono Vaquero Iglesias
 Para poner  a Alejandro dentro de la  historia, Oliver Stone tuvo que sacarlo del armario. Ésa fue una de las principales  razones del  escaso éxito de taquilla y de crítica que tuvo el filme de Oliver Stone en Estados Unidos fue, sin duda, sus referencias a la homosexualidad, más bien bisexualidad, de Alejandro Magno. Aspecto éste en el que el guionista y director norteamericano seguía lo que Lane Fox nos cuenta en esta biografía sobre ese asunto. El historiador británico lo da por suficientemente probado y llega,  incluso, a recoger  la cita de los filósofos cínicos sobre Alejandro: que  sólo fue derrotad una vez  y fue por los muslos de Hefestión.      
No es extraño, pues, que en una sociedad tan pacata como la estadounidense, en la que existe, además, un amplio sector de fundamentalistas religiosos, estas referencias se entendieran como inaceptables y la película se considerase como moralmente deleznable, cayendo en el anacronismo de juzgar con sus valores homófobos una realidad histórica diferente. Porque, como nos cuenta el autor británico, la bisexualidad era una práctica corriente y aceptada en la sociedad griega, una alternativa sexual aceptada por las esposas y  considerada como una costumbre y no una perversión. Su propio padre, Filipo, según nuestro biógrafo, también mantuvo varias relaciones homosexuales.     
Alejandro tuvo varias esposas y se le conoce alguna amante, incluso el libro menciona también otra relación homosexual con su criado Bagoas, pero el gran  amor de su vida fue  Hefestíón. Su pasión por él quedó  demostrada cuando éste falleció. Su ausencia no sólo le produjo, como hemos visto, primero una gran cólera  y después una gran tristeza, sino que, además, ordenó que le fueran concedidos los máximos honores a su amado. Pretendió que fuese declarado héroe, esto es, semidiós y, tras la celebración de  unos  funerales megalómanos, mandó construir un monumento en su memoria y dedicarle culto póstumo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario