POSVERDAD
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Un neologismo está recorriendo el
mundo: la posverdad. El diccionario de Oxford lo ha declarado como la palabra
de 2016, sobre todo después del triunfo del Brexit y del éxito de Donald Trump
en las elecciones presidenciales norteamericanas, aunque sociólogos,
politólogos, ensayistas y periodistas ya comenzaron a utilizarla años antes.
Por posverdad entiende el diccionario
inglés la actitud favorable de la
opinión pública a usar como criterio de “verdad” no los datos objetivos y
contrastados, sino las emociones y los sentimientos, de tal manera que los
bulos, patrañas y distorsiones de la realidad que se ajustan a los sentimientos
y creencias de los electores se convierten
en los criterios que guían el voto de una gran parte de los ciudadanos.
Como , por ejemplo, las insidias lanzadas por Trump en las pasadas elecciones
sobre el origen no norteamericano del presidente Obama, valedor de la Clinton;
o la idea que alimentaron los promotores
del Brexit de que eran los inmigrantes los que ponían en peligro el trabajo de
los ciudadanos del Reino Unido. Ni la demostración inapelable de la falsedad
sobre el origen del anterior presidente norteamericano o el hecho contrastado
estadísticamente de la evolución favorable del empleo en Inglaterra anularon la
influencia de estos dos infundios, como de tantos otros, en el voto a favor de
Trump como presidente y de la salida del Reino Unido de la Unión Europea.
Alguien podría pensar que esto de la posverdad no es nada nuevo y que
en política siempre han existido los bulos intencionados y las intoxicaciones calculadas,
sobre todo en las guerras de las que se dice que la verdad es su primera
víctima. Basta acordarse de que Hitler y el nazismo apuntalaron su obsesión por
la conspiración judía y justificaron con ella la persecución antisemita con la patraña, surgida en la Rusia de los
zares, de Los Protocolos de los Sabios de Sión. O que todos nos creímos la escena de
los cormoranes embetunados de petróleo de la primera guerra del Golfo (aunque,
es cierto, no todos nos tragamos lo de las armas de destrucción masiva como
motivo de la guerra contra Saddan Hussein, a pesar de las rotundas
declaraciones televisivas del señor del
bigotillo, de cuyo nombre muchos españoles, entre los que me encuentro, no
queremos acordarnos).
Pero lo cierto es que la dimensión de eso que
se denomina como posverdad significa ahora, por sus dimensiones y su
naturaleza, algo distinto. Ya no supone un fenómeno ideológico—propagandístico
iniciado desde arriba, por las élites dirigentes, sino que lo peculiar, lo
distinto, es la importancia de la aceptación por una gran masa de ciudadanos, a
pesar de que tienen a su alcance la información contrastada sobre la falsedad
de lo que se difunde. El caldo de cultivo para ello es esa
disposición emocional para aceptarlas por una gran masa de la
ciudadanía, a pesar de las demostraciones objetivas en sentido contrario y los dictámenes de los expertos.
Sin duda, dar una explicación coherente y perfilada de este fenómeno sociológico no es fácil. Es
un proceso que está en sus inicios y que presenta, sin duda, gran complejidad.
Pero todo parece indicar que tiene una gran relación con las consecuencias
sociales y políticas de la Gran Recesión
y del impacto y desarrollo del uso
masivo de las redes sociales, así como de la crisis de la intermediación de los medios
de comunicación tradicionales. El aumento de la desigualdad social y el paro
que han traído la salida neoliberal de la crisis a favor de quienes la gestaron
ha tenido como consecuencia una profunda crisis de confianza entre amplios
sectores de las clases medias y populares en la democracia liberal y sus
instituciones que no sólo son vistas faltas de capacidad para cambiar la
situación, sino como correas de transmisión de los intereses de las élites
económicas que promovieron y se
beneficiaron del “el gran casino” que condujo a esa situación de crisis
generalizada. La desconfianza ha llevado a esos sectores a rechazar todo lo que
provenga del sistema y a aceptar, en
cambio, cualquier alternativa o propuesta que esté contra él a pesar de todos
los prejuicios, inexactitudes y mentiras con que las argumenten.
Alternativas y propuestas que tienen como
medios masivos de difusión las redes
sociales que se escapan al control de la ideología dominante. Y hacen ya en gran
medida poco eficaz la intermediación de
los medios de comunicación tradicionales en la constitución de esas
subjetividades, que, en cierta medida, ya venían trabajadas por la ola
posmodernista que inundaba el escenario
intelectual desde fines del siglo pasado y que ahora parece que ha llegado
definitivamente a la política.
(PUBLICADO EN LAS PÁGINAS DE OPINIÓN DE “LA NUEVA ESPAÑA”. DE OVIEDO)
No hay comentarios:
Publicar un comentario