domingo, 5 de febrero de 2017

El siglo XX de España

                                                 El SIGLO XX  DE  ESPAÑA

                                                       JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

               

Portada de "Un siglo de España"
        


 Tres historiadores españoles,  Santos Juliá, Juan Pablo Fusi y José Luis García Delgado(en colaboración con Juan Carlos Jiménez), cuya contribución historiográfica ha sido importante para el conocimiento de nuestro siglo XX,  recrean en sendos libros la trayectoria político-social, cultural y económica del novecientos español. Se inaugura con ellos y otros varios una nueva empresa  editorial, Marcial Pons Historia, dedicada a la publicación de temas históricos en el marco de varias colecciones con diversa orientación: estudios, dentro de la cual aparecen los libros más arriba mencionados, junto con Así terminó la guerra civil de  Angel Bahamonde y Javier Cervera ; biblioteca clásica, con la publicación de España en la política internacional  de José María Jover; y memorias y biografías con Notas de una vida  del conde  de Romanones.
            Bajo el título común de Un siglo de España, cada uno de los tres libros mencionados comprende una síntesis  de las diversas historias sectoriales de nuestro siglo XX: política y sociedad ( Juliá); la cultura ( Fusi) y la economía ( García Delgado y Jiménez) y  responden a una estructura formal similar. Pero el verdadero denominador  común  y lo más significativo  de los tres volúmenes  es, sin duda, su propósito de proporcionarnos, una vez finalizado el siglo, una visión renovada de nuestro novecientos dentro de ese  emergente paradigma interpretativo de la historia de España que podríamos denominar como el de la “normalidad europea” de nuestro proceso histórico. Paradigma que trata de superar, por  caduca, la visión interpretativa de nuestra historia como la de un fracaso recurrente y un caso histórico anómalo, excepcional y singular en relación con la historia  europea. La historia contemporánea de España sería, según este paradigma, la historia del fracaso de la revolución industrial, de la revolución burguesa  y  hasta de la revolución obrera; y el resultado, un país sin verdadera burguesía ni clase media hasta los años sesenta, con un movimiento obrero de escasa fuerza; en suma, sin  sujeto histórico adecuado para realizar la modernización o el cambio social hasta estos últimos tiempos. De ahí que, dentro de este paradigma interpretativo, la guerra civil y la larga dictadura franquista se entiendan como el resultado de ese fracaso histórico.
            En cambio, en esta visión interpretativa que nos proporciona Un siglo de España, en los tres niveles de la realidad histórica que analizan los autores mencionados, tanto la guerra civil como el franquismo, no son resultado consecuente  de un distorsionado proceso económico y social anterior, sino que se entienden como  paréntesis, interrupción de una evolución modernizadora, similar, aunque cierto retraso, a la que siguieron los países europeos del ámbito occidental. Ese proceso habría comenzado en lo económico y social en el segundo decenio del siglo y el despertar cultural de clara raíz europea desde 1900, grosso modo, y ambos  habrían  continuado desarrollándose a lo largo del primer tercio del siglo hasta  su interrupción con guerra civil y la dictadura. Tras la involución que habrían significado en los tres niveles esos dos momentos históricos, la implantación de la democracia traería la reanudación de ese avance modernizador interrumpido. Sería, pues, para  Juliá el tiempo, al fin, del establecimiento de una forma de Estado basada en un amplio consenso social; la reanudación de la normalidad cultural para Fusi; y, en metáfora musical para García Delgado, el cuarto tempo o movimiento finale de la evolución de la economía española a  lo largo de la centuria; tempo en el que, también por fin,  España “ se entrelaza dentro de una misma melodía armónica con el tema europeo: precisamente el deseo insatisfecho de sucesivas generaciones de españoles desde el final del ochocientos (…) “. ( Página 15).
          Los tres autores interpretan, pues, el siglo XX español como un siglo de normalidad histórica en relación con la evolución histórica de Europa en la centuria. Como escribe García Delgado y suscribirían, sin duda, para la cultura Fusi y también, para la sociedad, Juliá (aunque esa “normalidad” le cuadre menos a éste último en el plano de la evolución política), “ con tonalidades propias y acentos peculiares en ocasiones (…), España no es ninguna anomalía en Europa, en lo económico tampoco”. ( Página 25).
            Pero la diferencia entre el paradigma del fracaso y éste de la normalidad de nuestra historia no sólo es de contenido interpretativo, sino también de enfoque teórico-metodológico y, además, uno y otro responden y fundamentan, sin duda, prácticas y proyectos sociales diferentes.
            Desarrollado, sobre todo, en los años sesenta a partir  de una concepción materialista de la historia, el paradigma del fracaso buscaba establecer una explicación del hundimiento de la primera y única etapa democrática de la historia de España y sus negativas secuelas, la guerra civil y  la dictadura, que fundamentase la lucha política y social contra el franquismo. En cambio, este paradigma de la normalidad que inspira  estos libros ya no responde a ese marco teórico ni sus autores utilizan sus categorías. Es más. Esta nueva visión interpretativa ha tenido, en cierto modo, su origen en el revisionismo critico que la escuela de Oxford de Raymond Carr ha realizado del  paradigma interpretativo del fracaso y de la concepción historiográfica que lo inspiraba, sustituyéndose ésta ultima  por cierto individualismo metodológico de base dominantemente empírica. En el caso de los libros que nos ocupan, esto puede apreciarse claramente en la síntesis de Fusi sobre la cultura española de XX concebida  como una lista interminable de obras y autores y  recorrida por la tesis de que los intelectuales que pueblan sus páginas y fueron los creadores de esa brillante cultura del novecientos español, no representan a nadie, sino sólo a sí mismos.
            Por su parte, García Delgado, que fue en otro tiempo, con Santiago Roldán y Juan Muñoz, uno de los más lúcidos historiadores de la evolución del capitalismo español en esa centuria, no  sólo  no  hace referencia para nada en esta obra  a las implicaciones sociales de la quebrada marcha  que siguió la modernización económica  española en el siglo XX, sino que  ni siquiera utiliza ya en su análisis  la categoría de capitalismo. Y  Santos Juliá, que realiza en su libro una síntesis excelente por otros conceptos, parte del supuesto de la autonomía de la política frente a la evolución social y económica. Porque – y éste es, a mi entender, uno de los principales puntos ciegos de este paradigma interpretativo- cómo podría explicar de otro modo en el marco de esa normalidad económica, social y cultural española que se enfatiza, la anormalidad política de nuestro novecientos.  ¿ O no se consideran como tal la incivil guerra civil y la larga noche de piedra de la dictadura?.
            Por otro lado, la función social de esta interpretación está  clara. No sólo somos hoy europeos normales. También lo hemos sido a lo largo de todo el siglo XX. Paréntesis aparte. Pero qué paréntesis, Dios mío.           
            ( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO DE CULTURA DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)


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