RÉQUIEM POR AILAN
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
He visto tu cuerpo yaciendo sobre
las arenas de una desconocida playa turca en
una posición que era todo un símbolo: con casi todo tu pequeño y frágil cuerpo
inmerso en el agua orientado hacia tu
país de origen y tus piernas apenas fuera del agua sobre la arena de la
playa en la tierra en la que tus padres buscaban
para ti un futuro digno, pero, sobre
todo, al menos, la seguridad de que no serías alcanzado por una bomba lanzada no se sabe bien por quién, da
igual, por los s unos o los otros. Pero
eso sí todos sabemos que los últimos responsables de esas matanzas y guerras
sin sentido están aquí, entre los que gobiernan y dominan el mundo y han puesto
las bases, con sus intereses, de la desigualdad y el odio que las alimenta. Como
también sabemos de la responsabilidad que en tu muerte tienen los gobernantes y
políticos de esta Europa de los mercaderes neoliberales que no sólo demuestra con sus actitudes y
actos que en sus entrañas no tienen
los sentimientos y la solidaridad que
pregonan todos los días, sino que, incluso, olvidan los tratados y convenios
que han firmado, y no sólo no ponen
remedio a esta tragedia, sino que se dedican
a construir vallas y muros sangrientos para aislarnos de sus consecuencias, de las guerras y la miseria que
provocan. Como si eso fuera posible.
He visto tu cuerpo muerto y,
como yo, muchos cientos de miles de ciudadanos, hemos puesto cuerpo y rostro a
los más diez mil niños que han muerto hasta ahora en este sangriento éxodo, pero también el de
los que sufren las privaciones, el miedo
y el trato injusto en esa peripecia migratoria por países y paisajes
desconocidos de Turquía. Macedonia, Serbia, Hungría o sus padres los embarcan,
en un frágil bote para realizar una travesía por el Mediterráneo que con frecuencia termina en la muerte como
es tu caso.
He visto tu cuerpo muerto y sé que, como yo,
muchos cientos de miles ciudadanos hemos intercambiado tu rostro y frágil
cuerpo por los de nuestros hijos y niños
conocidos y hemos percibido en nuestras
carnes con gran nitidez la angustia que tus
padres habrán pasado, como otros muchos estarán pasando en su peripecia
migratoria al ver a sus hijos en esas difíciles circunstancias. Pero también la angustia y
sufrimiento que te habrán embargado a
ti, porque todos sabemos de la seguridad
que necesitáis los niños y que tus
padres angustiados por la extrema
situación que estabais pasando no te
habrán podido transmitir.
He
visto tu cuerpo muerto, en fin, y me he
prometido. y me imagino que, como yo, otros muchos, hacer cuanto pueda como
ciudadano para que esa tragedia acabe de una vez exigiendo a los políticos que nos gobiernan en este
país y en la Unión Europea que tomen todas las medidas posibles para ponerle
fin. Si algo se logra, la visión de tu pequeño y frágil cuerpo yaciendo muerto en una desconocida playa
turca no habrá sido inútil.( Artículo publicado en las páginas de Opinión de La NUEVA ESPAÑA,de OVIEDO
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