jueves, 17 de septiembre de 2015

Reoercusiones y ecos de las huelgas de 1962


                 REPERCUSIONES Y ECOS DE LAS HUELGAS DE 1962


                                                            Julio Antonio Vaquero Iglesias


El movimiento huelguístico asturiano de 1962  fue el origen de una oleada de huelgas y  protestas  que se extendieron por media España y sus ecos alcanzaron una gran difusión en Europa y en América. Y lo que fue más importante, sus efectos, tanto para la oposición a la dictadura como para las propias estructuras del régimen, larvados o patentes, a corto o medio plazo, marcaron un antes y un después, una verdadera cesura en la historia del franquismo. La conmemoración del 40 aniversario de aquellos hechos ha aportado dos importantes trabajos colectivos promovidos por la Fundación Juan Muñiz Zapico de CC.OO. y coeditados por esta fundación y la editorial Trea. El primero, aparecido ya el año pasado, estuvo dedicado al análisis de las huelgas del 62 en su dimensión propiamente asturiana. Ahora, acaba de publicarse el segundo, Las huelgas de 1962 en España y sus repercusión internacional, coordinado también, como el anterior, por Rubén Vega, director de la citada fundación, y del que  vamos a tratar en este comentario. Este volumen no es sino una continuación del anterior. Tiene como objeto de estudio la dimensión estatal e internacional del movimiento huelguístico y su contenido recoge los trabajos presentados en un congreso celebrado el año pasado en el marco  de un curso de verano de la Extensión Universitaria de la Universidad de Oviedo.    

            El cuadro que dibujan los trabajos de los veintidós historiadores participantes en el libro( entre ellos cuatro historiadores no españoles estudiosos de este  tema) nos muestra no sólo la gran extensión y volumen de la  oleada de huelgas que el conflicto asturiano indujo en  España sino también el importante movimiento de solidaridad y apoyo que provocó en la opinión pública internacional y entre las organizaciones sindicales y políticas de los países occidentales, poniendo de nuevo en la agenda de las cancilleras la preocupación por la “cuestión española”.

            El movimiento huelguístico movilizó unos 300.000 obreros en toda España, cifra bastante más elevada que la establecida por algún notorio  historiador franquista. A los 65.000 huelguistas asturianos, entre mineros ( los iniciadores del conflicto y los más numerosos participantes en la movilización)) y obreros industriales, hay que añadir, hasta llegar a los  200.000, los trabajadores que se sumaron a los paros en País Vasco, Cataluña y Andalucía, regiones donde la huelga, tras Asturias, alcanzó un mayor desarrollo. Alrededor de  100.000 obreros participaron, además, en la huelga en León, Galicia, Aragón, Canarias, Baleares, Madrid, Cartagena, Puertollano y en algún  otro punto de la geografía española. La extensión del conflicto alcanzó, aunque con desigual incidencia, a 28 provincias. Las peculiaridades y el desarrollo concreto que el movimiento huelguístico tuvo en todas esas regiones y centros mineros e industriales  es analizado con todo detalle en este libro y constituye su  parte nuclear. Como suele ocurrir en estas obras colectivas con fortuna desigual, según los casos, dependiendo de la documentación manejada y de la capacidad analítica de cada autor.

            Pero no estamos sólo ante un importante conflicto laboral, el más grave e intenso por el que pasaba el franquismo desde el final de la guerra civil., sino, además, ante un movimiento huelguístico que adquirió una dimensión política, de claro enfrentamiento y  oposición a la dictadura. Lo que explica  la resonancia que sus ecos alcanzaron en toda Europa y América. Conflicto que estuvo profundamente relacionado- como analiza el hispanista alemán W. L. Bernecker en un excelente ensayo interpretativo en la parte del libro dedicada a estudiar los contextos de la huelga- con otros dos acontecimientos de una clara significación política que se produjeron ese mismo año. En primer lugar, el  “Contubernio de Munich” como se denominó por el régimen al acuerdo alcanzado en el verano de ese año en la ciudad alemana por sectores de la oposición  interior y exterior para buscar en España una transición pacífica hacia la democracia, y cuya gestación estuvo relacionada con el descontento de importantes segmentos de la población  que demostraban las huelgas y el deseo de aperturismo del régimen hacia Europa.

El otro hecho al que se refiere el hispanista alemán fue la  solicitud de conversaciones para la entrada en la Comunidad Económica Europea iniciada por el gobierno español ese año. Y suponía el intento de abandono por el régimen de la vía de autarquía y aislamiento y su incorporación en lo económico a Europa, pero implicaba su reforma democrática. Sin embargo, la actitud que el régimen adoptó ante ambos eventos,  la huelga y el acuerdo de la oposición, puso de manifiesto la negativa del régimen a modificar aspectos que considera esenciales de la ideología del sistema. Lo cual supuso el rechazo por la CEE de la solicitud española de  adhesión.

              En ese contexto es fácil entender la importancia que tuvo la difusión y el apoyo solidario del movimiento huelguístico. No sólo era cuestión de apoyar la lucha de los huelguistas españoles y evitar, con su denuncia, su represión, sino también de configurar una opinión pública internacional que impidiese el maquillaje del régimen y con él su homologación con la Europa democrática. Como demuestran los trabajos que se dedican en el libro a estudiar ese aspecto,  analizando específicamente los casos de  Francia, Alemania y Hungría o nos presentan una visión global de esa repercusión internacional, un sector importante de los medios de comunicación europeos y americanos y las  federaciones internacionales sindicales difundieron ampliamente el conflicto español y contribuyeron a crear una opinión internacional favorable para su resolución y consciente de la situación de falta de libertades en España.    

Dada la magnitud y la resonancia que alcanzó el movimiento huelguístico no es extraño que tuviera una importancia decisiva en la reorganización de la oposición política y sindical a la dictadura. Y actuase, además, como un factor desencadenante o acelerador de  ciertos cambios en  determinadas estructuras institucionales del régimen en el contexto de la nueva etapa en la que, bajo la batuta de la nueva familia dominante , el Opus Dei, el régimen trataba de salir del callejón sin salida en el que se encontraba buscando el aperturismo económico hacia Europa y su integración en el boyante capitalismo europeo del momento.

La movilización huelguística trajo en el aspecto sindical la consolidación del emergente “nuevo movimiento obrero” con el éxito de la fórmula de las comisiones obreras y la aparición de las organizaciones obreras cristianas del apostolado obrero, a la par que se aceleraba las crisis del movimiento obrero tradicional. Los partidos de la oposición tuvieron que cambiar y afinar sus estrategias para luchar contra el franquismo. Y el PCE, a pesar de la dura represión que sufrieron sus miembros, vio recompensada su activa participación en la huelga con el ingreso de numerosos afiliados de las nuevas generaciones que no habían vivido la guerra.

El aparato de poder franquista también sufrió los efectos de la huelga. El Sindicato Vertical demostró su incapacidad para evitar los conflictos sociales y representar a la clase obrera y el régimen se vio obligado a plantear un limitado reconocimiento de los eufemísticamente denominados “conflictos colectivos”. Así como a poner en práctica la casi paralizada Ley de Convenios Colectivos de 1958. El eco alcanzado por el movimiento huelguístico demostró también el fracaso del sistema de censura y manipulación informativa del régimen y promovió  el cambio, por el nuevo ministro de Información y Turismo, Fraga Iribarne, hacia una línea “liberalizadora” en la política de información que no suponía perder su control ni su manipulación.

Como la luz que en Asturias iluminó el camino para luchar contra la dictadura y permitió avizorar el resplandor del día al final de aquel negro túnel de casi cuarenta años- luz y resplandor que simbolizó la lámpara minera del famoso dibujo de Picasso alusivo a la huelga asturiana-, también estos dos libros iluminan aquellos acontecimientos y las conductas de los hombres que los protagonizaron, de los huelguistas y de los represores, y suponen un avance sustancial en la compresión y explicación de sus actos y motivaciones. Y como toda luz engendra, dialécticamente, otras sombras, también la que arrojan estos dos libros nos sugiere algunas y marcan el camino para que los historiadores continúen trabajando para desvanecerlas. 

    

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