REPERCUSIONES Y ECOS
DE LAS HUELGAS DE 1962
Julio Antonio Vaquero Iglesias
El movimiento huelguístico asturiano de 1962 fue el origen de una oleada de huelgas y protestas que se extendieron por media España y sus ecos alcanzaron una gran difusión en Europa y en América. Y lo que fue más importante, sus efectos, tanto para la oposición a la dictadura como para las propias estructuras del régimen, larvados o patentes, a corto o medio plazo, marcaron un antes y un después, una verdadera cesura en la historia del franquismo. La conmemoración del 40 aniversario de aquellos hechos ha aportado dos importantes trabajos colectivos promovidos por la Fundación Juan Muñiz Zapico de CC.OO. y coeditados por esta fundación y la editorial Trea. El primero, aparecido ya el año pasado, estuvo dedicado al análisis de las huelgas del 62 en su dimensión propiamente asturiana. Ahora, acaba de publicarse el segundo, Las huelgas de 1962 en España y sus repercusión internacional, coordinado también, como el anterior, por Rubén Vega, director de la citada fundación, y del que vamos a tratar en este comentario. Este volumen no es sino una continuación del anterior. Tiene como objeto de estudio la dimensión estatal e internacional del movimiento huelguístico y su contenido recoge los trabajos presentados en un congreso celebrado el año pasado en el marco de un curso de verano de la Extensión Universitaria de la Universidad de Oviedo.
El
cuadro que dibujan los trabajos de los veintidós historiadores participantes en
el libro( entre ellos cuatro historiadores no españoles estudiosos de este tema) nos muestra no sólo la gran extensión y
volumen de la oleada de huelgas que el
conflicto asturiano indujo en España
sino también el importante movimiento de solidaridad y apoyo que provocó en la
opinión pública internacional y entre las organizaciones sindicales y políticas
de los países occidentales, poniendo de nuevo en la agenda de las cancilleras
la preocupación por la “cuestión española”.
El movimiento huelguístico movilizó
unos 300.000 obreros en toda España, cifra bastante más elevada que la
establecida por algún notorio
historiador franquista. A los 65.000 huelguistas asturianos, entre
mineros ( los iniciadores del conflicto y los más numerosos participantes en la
movilización)) y obreros industriales, hay que añadir, hasta llegar a los 200.000, los trabajadores que se sumaron a
los paros en País Vasco, Cataluña y Andalucía, regiones donde la huelga, tras
Asturias, alcanzó un mayor desarrollo. Alrededor de 100.000 obreros participaron, además, en la
huelga en León, Galicia, Aragón, Canarias, Baleares, Madrid, Cartagena,
Puertollano y en algún otro punto de la
geografía española. La extensión del conflicto alcanzó, aunque con desigual
incidencia, a 28 provincias. Las peculiaridades y el desarrollo concreto que el
movimiento huelguístico tuvo en todas esas regiones y centros mineros e
industriales es analizado con todo
detalle en este libro y constituye su
parte nuclear. Como suele ocurrir en estas obras colectivas con fortuna
desigual, según los casos, dependiendo de la documentación manejada y de la
capacidad analítica de cada autor.
Pero no estamos sólo ante un
importante conflicto laboral, el más grave e intenso por el que pasaba el
franquismo desde el final de la guerra civil., sino, además, ante un movimiento
huelguístico que adquirió una dimensión política, de claro enfrentamiento
y oposición a la dictadura. Lo que
explica la resonancia que sus ecos
alcanzaron en toda Europa y América. Conflicto que estuvo profundamente
relacionado- como analiza el hispanista alemán W. L. Bernecker en un excelente
ensayo interpretativo en la parte del libro dedicada a estudiar los contextos
de la huelga- con otros dos acontecimientos de una clara significación política
que se produjeron ese mismo año. En primer lugar, el “Contubernio de Munich” como se denominó por
el régimen al acuerdo alcanzado en el verano de ese año en la ciudad alemana
por sectores de la oposición interior y
exterior para buscar en España una transición pacífica hacia la democracia, y
cuya gestación estuvo relacionada con el descontento de importantes segmentos
de la población que demostraban las
huelgas y el deseo de aperturismo del régimen hacia Europa.
El otro hecho al que se refiere el hispanista alemán fue la solicitud de conversaciones para la entrada
en la Comunidad Económica Europea iniciada por el gobierno español ese año. Y
suponía el intento de abandono por el régimen de la vía de autarquía y
aislamiento y su incorporación en lo económico a Europa, pero implicaba su
reforma democrática. Sin embargo, la actitud que el régimen adoptó ante ambos
eventos, la huelga y el acuerdo de la
oposición, puso de manifiesto la negativa del régimen a modificar aspectos que
considera esenciales de la ideología del sistema. Lo cual supuso el rechazo por
la CEE de la solicitud española de
adhesión.
En ese contexto es fácil entender la importancia que tuvo la difusión y
el apoyo solidario del movimiento huelguístico. No sólo era cuestión de apoyar
la lucha de los huelguistas españoles y evitar, con su denuncia, su represión,
sino también de configurar una opinión pública internacional que impidiese el
maquillaje del régimen y con él su homologación con la Europa democrática. Como
demuestran los trabajos que se dedican en el libro a estudiar ese aspecto, analizando específicamente los casos de Francia, Alemania y Hungría o nos presentan
una visión global de esa repercusión internacional, un sector importante de los
medios de comunicación europeos y americanos y las federaciones internacionales sindicales
difundieron ampliamente el conflicto español y contribuyeron a crear una
opinión internacional favorable para su resolución y consciente de la situación
de falta de libertades en España.
Dada la magnitud y la resonancia que alcanzó el movimiento huelguístico
no es extraño que tuviera una importancia decisiva en la reorganización de la
oposición política y sindical a la dictadura. Y actuase, además, como un factor
desencadenante o acelerador de ciertos
cambios en determinadas estructuras
institucionales del régimen en el contexto de la nueva etapa en la que, bajo la
batuta de la nueva familia dominante , el Opus Dei, el régimen trataba de salir
del callejón sin salida en el que se encontraba buscando el aperturismo
económico hacia Europa y su integración en el boyante capitalismo europeo del
momento.
La movilización huelguística trajo en el aspecto sindical la
consolidación del emergente “nuevo movimiento obrero” con el éxito de la fórmula
de las comisiones obreras y la aparición de las organizaciones obreras
cristianas del apostolado obrero, a la par que se aceleraba las crisis del
movimiento obrero tradicional. Los partidos de la oposición tuvieron que
cambiar y afinar sus estrategias para luchar contra el franquismo. Y el PCE, a
pesar de la dura represión que sufrieron sus miembros, vio recompensada su
activa participación en la huelga con el ingreso de numerosos afiliados de las
nuevas generaciones que no habían vivido la guerra.
El aparato de poder franquista también sufrió los efectos de la huelga.
El Sindicato Vertical demostró su incapacidad para evitar los conflictos
sociales y representar a la clase obrera y el régimen se vio obligado a
plantear un limitado reconocimiento de los eufemísticamente denominados
“conflictos colectivos”. Así como a poner en práctica la casi paralizada Ley de
Convenios Colectivos de 1958. El eco alcanzado por el movimiento huelguístico
demostró también el fracaso del sistema de censura y manipulación informativa
del régimen y promovió el cambio, por el
nuevo ministro de Información y Turismo, Fraga Iribarne, hacia una línea
“liberalizadora” en la política de información que no suponía perder su control
ni su manipulación.
Como la luz que en Asturias iluminó el camino para luchar contra la
dictadura y permitió avizorar el resplandor del día al final de aquel negro
túnel de casi cuarenta años- luz y resplandor que simbolizó la lámpara minera
del famoso dibujo de Picasso alusivo a la huelga asturiana-, también estos dos
libros iluminan aquellos acontecimientos y las conductas de los hombres que los
protagonizaron, de los huelguistas y de los represores, y suponen un avance
sustancial en la compresión y explicación de sus actos y motivaciones. Y como
toda luz engendra, dialécticamente, otras sombras, también la que arrojan estos
dos libros nos sugiere algunas y marcan el camino para que los historiadores
continúen trabajando para desvanecerlas.
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