EL TTIP Y LOS PROGRAMAS ELECTORALES
JULIO
ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
El Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones que se está negociando
desde 2013 entre la Unión Europea y EE
UU (TTIP en sus siglas en inglés) en un ambiente de secretismo y opacidad
sería, de aprobarse, un auténtico golpe de estado de las grandes corporaciones
multinacionales contra la soberanía de
los Estados y el final de la concepción de la democracia liberal con la que se
ha construido la UE y de lo que se ha
llamado el capitalismo renano, un capitalismo de rostro humano, suavizado por
medio del Estado del Bienestar. Capitalismo que sería definitivamente
sustituido por el norteamericano en su versión más dura e implacable neoliberal,
en cuya dirección, por cierto, ya ha dado importantes pasos la UE liderada en
los últimos tiempos por los grupos políticos conservadores y liberales.
La armonización, más bien diríamos unificación
a la baja, de legislaciones que implica la puesta a punto del tratado supondría, de aprobarse, una grave agresión a los derechos sociales,
medioambientales y laborales de que gozan los consumidores y ciudadanos
europeos al eliminarse las trabas y protecciones que éstos tienen en la legislación europea para el control de
alimentos (transgénicos, hormonas, eliminación de las denominaciones de origen…);
medicamentos (más caros y menos seguros…);protección y conservación del
medioambiente (vía libre al fracking, anulación de la vigencia de convenios
sobre el control del clima y la protección de la naturaleza firmados por la UE,
pero no por EEUU …); privatizaciones de los servicios públicos (sanidad,
educación, agua, transportes) con imposibilidad de una posible vuelta atrás; eliminación
o duras restricciones del salario mínimo y limitaciones de otros derechos
laborales como los de sindicación y de huelga ( son numerosos los acuerdos de
la OIT sobre esos aspectos no aceptados por la potencia norteamericana)… .
Por si no fuera bastante
todo lo anterior, otra parte del tratado está dedicado a establecer un mecanismo
(IESDS) para la protección de las inversiones de las empresas frente a los
Estados a través de un Tribunal de Arbitraje privado. De modo que aquéllas podrían
demandar a los Estados si se lesionan sus probables beneficios, pero no a la inversa, limitando
con ello la soberanía de los Parlamentos
nacionales, pero también en el caso de España, por ejemplo, la de los
autonómicos y de los Ayuntamientos que no podrían legislar a favor del interés
general de sus ciudadanos si éste choca con los de las empresas. Lo que es, sin
duda, la expresión más evidente de que este tratado supone una vuelta de tuerca más para la extensión del
modelo capitalista neoliberal y de un recorte sustancial de la soberanía parlamentaria.
Es
cierto que la filtración de las secretas negociaciones
entre la Comisión europea y el
Ministerio de Comercio estadounidense realizada en mayo por la organización
holandesa de Greenpeace ha forzado a dar
marcha atrás a la negociadores de la Comisión y proponer reformas de ese
antidemocrático Tribunal, pero sin que, dada la opacidad con que funciona,
realmente sepamos sus verdaderas implicaciones.
Desde el punto de vista
geoestratégico, es plausible pensar que el TTIP, de aprobarse, no haría sino exacerbar
las tensiones comerciales y no comerciales entre el mundo occidental y los
países emergentes.
No estamos, pues, ante un mero tratado
comercial internacional, sino también ante un posible conjunto de medidas
sociales, económicas, medioambientales y políticas que pueden suponer un
profundo cambio en sentido negativo para
las condiciones de vida de los 800 millones de personas que engloban los
estados afectados. De ahí que el TTIP sea una cuestión que debe de estar
presente en nuestras próximas elecciones legislativas para que los ciudadanos conozcamos
las posturas que los diferentes partidos
políticos mantienen ante el mismo.
En el Parlamento europeo
han predominado las posiciones favorables al TTIP, incluida la del grupo Socialista
y Demócrata, del que forma parte el PSOE, grupo que ha mantenido una actitud
ambigua con aceptación del tratado, pero con reformas de parte de su contenido
(sobre todo, después de las mencionadas filtraciones de mayo por Greenpeace).
Sólo el grupo parlamentario de Izquierda Unitaria Europea y los Verdes han
estado decididamente en contra.
En España, la lectura de los programas de
los principales partidos para las próximas elecciones nos proporciona una
situación similar. No existen menciones al TTIP entre las medidas programáticas
por parte del PP ni parece que vaya a haberlas entre las de Ciudadanos,
silencio a voces que nos habla de su aceptación. Solo en el de Unidos Podemos
se recoge una denuncia amplia y radical
contra del mismo. Tampoco aparece ninguna referencia expresa al respecto
en el programa del PSOE, aunque haya habido por su parte declaraciones en otros
foros de su aceptación con limitaciones.
Sin duda, dado lo que nos
jugamos, los españoles deberíamos tener presentes tales posiciones ante el TTIP
a la hora de depositar el 26-J nuestro voto en las urnas.
( ARTÍCULO PUBLICADO EN LAS PÁGINAS DE OPINIÓN DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)
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