viernes, 17 de junio de 2016


LA MARCHA DE LA DIGNIDAD


                                                    JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS




He nacido en la cuenca minera de Villablino, en mi familia ha habido mineros, la pequeña tienda de mis padres tenía como principales clientes a las familias  mineras y mis compañeros y más queridos amigos de la infancia y escuela han sido hijos de mineros. Y en mi memoria  siempre estará presente la dureza de su vida y la dignidad con que la han afrontado. Del mismo modo que en mi experiencia de vida siempre estarán grabadas  con imágenes indelebles cómo muchos de ellos tuvieron que marcharse a la emigración tras el Plan de Estabilización de 1959, dejando muchos de ellos, con lágrimas  en los ojos, a sus hijos en manos de su familia o allegados, cómo se echaron a la calle sus mujeres en la huelga del 62 en la lucha para conseguir mejores condiciones de vida y a la vez luchar contra la dictadura. Y  siempre recordaré aquellos paternalistas festejos de Santa Bárbara en que la empresa de la zona siempre parca en salarios y escasa en medidas de seguridad, cumplimentaba a sus trabajadores con un triste y humilde refrigerio, en los soportales de la iglesia parroquial.

En aquel valle leonés- como en tantos otros de las cuencas  de Asturias, de  Palencia, de Aragón, de Andalucía- vivía y sigue viviendo del trabajo de los mineros la mayoría de  los que allí nacimos y no fuimos a la mina, pero que hemos  logrado subsistir y salir adelante gracias al trabajo de aquellos hombres y mujeres fuertes y honrados, siempre en peligro de no volver con vida de su trabajo diario. Nunca he respirado después en mi vida, como lo hice entre ellos  en mi infancia y adolescencia, la atmósfera  de solidaridad humana que inhalé allí entre aquellos trabajadores, duros, callados y nobles a carta cabal. Y siempre he considerado  como uno de los aspectos más valiosos y educativos de mi vida  haber tenido el privilegio tanto de haber nacido y vivido entre ellos como el de haber contado con su amistad.

     Ahora el Partido Popular incumpliendo lo pactado y firmado con la patronal y los sindicatos  mineros  y por el ahorro de  unos  pocos cientos de millones de euros  quiere cerrar definitiva y bruscamente las minas ( a qué conduce, si no, la supresión del 60 % de las subvenciones pactadas) llevando al paro no sólo a los  trabajadores mineros, sino también a la ruina a todos  los otros habitantes de esas comarcas y su  desertización, mientras socializa las pérdidas de la banca, la más directa responsable de la crisis, con miles de millones de euros  Y lo hace sin dar tiempo siquiera  a sustituir la actividad minera por otro tejido industrial u otra actividad económica que palie la amenaza de paro y la ruina que se cierne sobre ellas de insistir en esa antisocial política. O, alternativamente, plantear la viabilidad  de un sector estratégico del carbón – como han hecho otros países europeos- tratando de avanzar, incluso,  en el apoyo a las tecnologías  que puedan conducir a la reducción sustancial de la contaminación derivada del consumo del carbón.

             No es en este caso otra mentira e incumplimiento más del programa del partido conservador que constatamos día tras día, sino lo que es peor: la ruptura de un  pacto previo firmado sin que aquí  puedan utilizar la excusa habitual para justificar toda su política de recortes, porque en este caso la supresión de las subvenciones  no está condicionada por ninguna clase de imposición comunitaria. Todo ello nos hace pensar que han sido más bien  razones ideológicas que económicas las que están en la base de esa política del PP como lo demuestran su negativa a una verdadera negociación y la campaña de criminalización que han lanzado  contra los trabajadores por sus protestas. Desde luego, en las antípodas de esa actitud política está cualquier clase de consideración social hacia esos trabajadores y demás población de  las comarcas en que se insertan. En realidad, como en todos los planes de ajuste que está imponiendo con el rodillo de su mayoría absoluta el partido gobernante, también en éste las consecuencias más negativas (de no dar marcha atrás y sentarse negociar sinceramente con sus representantes)  las pagarán los más débiles: los trabajadores mineros  y las clases medias de las cuencas.

            Los mineros asturianos, leoneses y turolenses avanzan animosos y llenos de esperanza hacia Madrid a presentar sus peticiones, porque saben que están cargados de razón y porque están luchando por su supervivencia y  hasta quizás lleguen a convertirse en la punta de lanza de una generalizada protesta contra las injustas reformas que el Gobierno está cargando sobre las espaldas de los más débiles. Nadie les ha dado nunca nada gratuitamente. Todo lo que han conseguido a lo largo de su historia  lo han hecho con su lucha, con su sudor y su sangre. Que sepan que en esa “marcha de la dignidad” que han emprendido caminamos  a su lado simbólicamente  muchos otros.

       ( Artículo de opinión publicado en La Nueva España, de Oviedo)                                            

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