LA MARCHA DE LA
DIGNIDAD
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
He nacido en la cuenca minera de Villablino, en mi familia ha habido
mineros, la pequeña tienda de mis padres tenía como principales clientes a las
familias mineras y mis compañeros y más
queridos amigos de la infancia y escuela han sido hijos de mineros. Y en mi memoria
siempre estará presente la dureza de su
vida y la dignidad con que la han afrontado. Del mismo modo que en mi
experiencia de vida siempre estarán grabadas con imágenes indelebles cómo muchos de ellos
tuvieron que marcharse a la emigración tras el Plan de Estabilización de 1959,
dejando muchos de ellos, con lágrimas en
los ojos, a sus hijos en manos de su familia o allegados, cómo se echaron a la
calle sus mujeres en la huelga del 62 en la lucha para conseguir mejores
condiciones de vida y a la vez luchar contra la dictadura. Y siempre recordaré aquellos paternalistas
festejos de Santa Bárbara en que la empresa de la zona siempre parca en
salarios y escasa en medidas de seguridad, cumplimentaba a sus trabajadores con
un triste y humilde refrigerio, en los soportales de la iglesia parroquial.
En aquel valle leonés- como en tantos otros de las cuencas de Asturias, de Palencia, de Aragón, de Andalucía- vivía y
sigue viviendo del trabajo de los mineros la mayoría de los que allí nacimos y no fuimos a la mina,
pero que hemos logrado subsistir y salir
adelante gracias al trabajo de aquellos hombres y mujeres fuertes y honrados,
siempre en peligro de no volver con vida de su trabajo diario. Nunca he
respirado después en mi vida, como lo hice entre ellos en mi infancia y adolescencia, la atmósfera de solidaridad humana que inhalé allí entre
aquellos trabajadores, duros, callados y nobles a carta cabal. Y siempre he considerado
como uno de los aspectos más valiosos y
educativos de mi vida haber tenido el
privilegio tanto de haber nacido y vivido entre ellos como el de haber contado
con su amistad.
Ahora
el Partido Popular incumpliendo lo pactado y firmado con la patronal y los
sindicatos mineros y por el ahorro de unos
pocos cientos de millones de euros
quiere cerrar definitiva y bruscamente las minas ( a qué conduce, si no,
la supresión del 60 % de las subvenciones pactadas) llevando al paro no sólo a los
trabajadores mineros, sino también a la
ruina a todos los otros habitantes de
esas comarcas y su desertización,
mientras socializa las pérdidas de la banca, la más directa responsable de la
crisis, con miles de millones de euros Y
lo hace sin dar tiempo siquiera a
sustituir la actividad minera por otro tejido industrial u otra actividad
económica que palie la amenaza de paro y la ruina que se cierne sobre ellas de
insistir en esa antisocial política. O, alternativamente, plantear la viabilidad
de un sector estratégico del carbón –
como han hecho otros países europeos- tratando de avanzar, incluso, en el apoyo a las tecnologías que puedan conducir a la reducción sustancial
de la contaminación derivada del consumo del carbón.
No es en este caso otra mentira e
incumplimiento más del programa del partido conservador que constatamos día
tras día, sino lo que es peor: la ruptura de un
pacto previo firmado sin que aquí
puedan utilizar la excusa habitual para justificar toda su política de
recortes, porque en este caso la supresión de las subvenciones no está condicionada por ninguna clase de
imposición comunitaria. Todo ello nos hace pensar que han sido más bien razones ideológicas que económicas las que
están en la base de esa política del PP como lo demuestran su negativa a una
verdadera negociación y la campaña de criminalización que han lanzado contra los trabajadores por sus protestas.
Desde luego, en las antípodas de esa actitud política está cualquier clase de
consideración social hacia esos trabajadores y demás población de las comarcas en que se insertan. En realidad,
como en todos los planes de ajuste que está imponiendo con el rodillo de su
mayoría absoluta el partido gobernante, también en éste las consecuencias más
negativas (de no dar marcha atrás y sentarse negociar sinceramente con sus
representantes) las pagarán los más
débiles: los trabajadores mineros y las
clases medias de las cuencas.
Los
mineros asturianos, leoneses y turolenses avanzan animosos y llenos de
esperanza hacia Madrid a presentar sus peticiones, porque saben que están
cargados de razón y porque están luchando por su supervivencia y hasta quizás lleguen a convertirse en la
punta de lanza de una generalizada protesta contra las injustas reformas que el
Gobierno está cargando sobre las espaldas de los más débiles. Nadie les ha dado
nunca nada gratuitamente. Todo lo que han conseguido a lo largo de su
historia lo han hecho con su lucha, con su
sudor y su sangre. Que sepan que en esa “marcha de la dignidad” que han
emprendido caminamos a su lado
simbólicamente muchos otros.
( Artículo de opinión publicado en La Nueva España, de Oviedo)
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