sábado, 4 de junio de 2016

¿Tien futuro la socialdemocracia?

                      ¿TIENE FUTURO LA SOCIALDEMOCRACIA?
                                                      JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

        


  Este pequeño gran libro (doscientas páginas más o menos) es la última obra (Algo va mal ,Taurus, 2010)   del historiador británico  Tony Judt. La escribió durante el desarrollo de la enfermedad  ( ELA, una variante de esclerosis lateral amiotrófica) que le fue dejando progresivamente paralizado a lo largo de dos años y le llevó finalmente  a la  muerte este pasado  verano. Por esa circunstancia y su contenido estamos ante algo así como su testamento político. Intelectual de firmes convicciones socialdemócratas que defendió en la vida pública tanto frente al socialismo revolucionario como el capitalismo neoliberal, Judt se  plantea en sus páginas si tras la debacle del comunismo realmente existente y el fracaso del capitalismo globalizado,  es aún posible la vuelta a los sistemas socialdemócratas que agonizan en Europa Occidental hace tres décadas por el impacto de las política neoliberales. Sistemas socialdemócratas que, tras varios decenios de generar un  gran crecimiento económico después de la Segunda Guerra Mundial, construyeron además los Estados de bienestar que estamos viendo desmantelar ante nuestros ojos en la era del neoliberalismo y están hoy en inminente peligro de extinción (si no reaccionamos adecuadamente) a causa  de la grave  crisis financiera y económica actual.   
            Para responder a esa pregunta, nuestro historiador  hace una documentada descripción de las consecuencias que han traído estos treinta años de neoliberalismo: desigualdad  y falta de equidad entre y dentro de los estados nacionales actuales  con la patología social derivada de ello como el aumento de la pobreza  y del desempleo de los jóvenes y las clases populares  e, incluso con la vuelta al crecimiento del diferencial  de la esperanza de vida entre clases y, a nivel global, los efectos potencialmente explosivos  del cambio climático, amén de otra lista innumerable de temores ( fundados) que lidera el que produce el terrorismo internacional. Y realiza además  un denso y matizado repaso de la historia de esa anterior etapa socialdemócrata destacando sus logros, pero también sus errores. Para Judt, las causas de su declive están no sólo en la desafección de las clases medias por el elevado costo del Estado del bienestar (clases medias que fueron durante su vigencia uno de los sectores sociales que también se benefició de los servicios públicos que aquellos regímenes establecieron), sino también por  los  propios excesos y errores que los políticos socialdemócratas cometieron. Pero, fundamentalmente, el autor de Postguerra  considera que el factor decisivo de ese hundimiento de la socialdemocracia  está en el propio  declive  que el Estado-nación ha sufrido con la globalización capitalista que ha traído consigo la pérdida de su autonomía y de su control de la economía.       
              Sin embargo, la consecuencia más grave para Judt de esa expansión globalizada del capitalismo neoliberal (y, por tanto, uno de los flancos  que habría que atacar para reimplantar una nueva realidad socialdemócrata) es la hegemonía ideológica  que ha conseguido implantar el neoliberalismo (eso que refiriéndose a la cultura formalizada se conoce como postmodernismo) y ha supuesto la difusión de una mentalidad ( sobre todo en nuestros jóvenes) pragmática, falta de valores o, por mejor decir, llena de valores que no responden a ningún ideal de transformación, sino que están afectados por el “síndrome de la Escuela de Negocios”, o sea,  simplemente situarse en la vida con un  empleo estable de elevado sueldo. Todo lo más algunos sectores de las nuevas generaciones se mueven por los valores autorreferenciales del postmodernismo como el feminismo, los derechos de los gays y las políticas de identidad.   
¿Tiene futuro en el contexto actual la socialdemocracia? Judt responde afirmativamente a ese interrogante. Como buen  historiador piensa que todo presente hunde sus raíces en el pasado y desde él debe de explicarse,  y  que, a su vez, el futuro tiene también que  construirse siempre  teniendo en cuenta las experiencias de ese pasado.  Por tanto, si queremos que la socialdemocracia vuelva a tener un futuro debemos basarnos y volver la mirada hacia las  políticas socialdemócratas con Estado de bienestar que Europa occidental (y hasta Estados Unidos en cierta medida) vivió tras la segunda conflagración mundial  Eso sí. Siempre y cuando sepamos evitar los errores cometidos en aquella etapa  como la falta de racionalización de que adolecieron esas políticas en algunos momentos y ciertos países, o la excesiva cerrazón con que vivió cada uno de aquellos Estados-nación su experiencia socialdemócrata. Del mismo modo (como ya hemos dicho) que para ello también sería condición necesaria revertir ese vacío de valores e ideales que nos ha traído el neoliberalismo, colmándolo con los valores de la igualdad, la equidad y, en suma, la justicia social. De ninguna manera se puede aceptar  “la teología” neoliberal que nos quiere hacer creer que la globalización es una tendencia natural, irreversible y, por ende, indomesticable, que se escapa a la voluntad de los hombres. Como tampoco que esa globalización necesariamente vaya a hacer desaparecer  el que fue y debe seguir siendo el agente del Estado de bienestar, el Estado-nación. Para Judt, al contrario que para muchos teóricos del socialismo, no existe, pues, ninguna  contradicción interna  entre  la economía capitalista que los socialdemócratas aceptan y las limitaciones de la libertad de mercado e intervención en la  producción que la construcción del Estado de bienestar exige y con las que las políticas socialdemócratas tratan de embridar al capitalismo.
Por si esta recensión no hubiese podido convencer a mis improbables lectores del interés de este libro ( sobre todo para las nuevas generaciones) que nos ilumina en gran medida sobre el malestar de nuestro tiempo, puedo aportar otro dato que quizás sea más efectivo que mis pobres palabras: su primera edición se agotó (al menos en Asturias) en la primera semana de su publicación. De hecho, este comentario crítico ha tenido que esperar a la segunda  para poder realizarse. Lo que, desde luego, no es  habitual y mucho menos en estos tiempos de dificultades económicas para (casi) todos.     
  (PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTIRAÑ DE LA NUEVVA ESPAÑA , DE OVIEDO)


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