lunes, 5 de octubre de 2015

el arte de vivir de Jose Luis Sampedro


                   EL VIAJE HACIA SÍ  MISMO DE JOSÉ LUIS SAMPEDRO

                                                       JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS


 
 
 
Coherencia y lucidez han sido las dos notas que han definido siempre la fecunda actividad de José Luis Sampedro como economista, profesor, escritor y hombre público.. Lo demuestra una vez más este libro póstumo que apareció en 2015  a los dos años de su muerte,  La vida perenne ( Plaza/Janés, 2015). Un título con claras resonancias de una obra de Aldous Huxley, La filosofía perenne, quien, como el  mismo Sampedro reconoce, le influyó notablemente, pero del que le separaba un punto fundamental. Para Huxley  la vida tiene una finalidad en sí misma- Mientras que para  el autor de  Octubre, Octubre, en cambio, esa finalidad solo  está en nuestra mente. De ahí que, como expresa el título de este libro, lo  único  realmente  perenne es la vida.

  Editado por su esposa Olga Lucas y Ángel Lucía e ilustrado con artísticas fotografías de Chema Madoz, el contenido de este libro es la recopilación de  un conjunto de poemas y sentencias de místicos occidentales, del sufismo , el hinduismo o el taoísmo  y notas autógrafas que formaban parte del  archivo de nuestro novelista  y que él mismo había proyectado con su esposa  que saliesen a la  luz después de su muerte. Ese material nos permite conocer aspectos de su pensamiento que desconocíamos y comprender mucho mejor muchos otros de su comportamiento personal y de su obra novelística, porque en gran medida .lo que se recoge en sus páginas son  los fundamentos de su filosofía vital y las fuentes  en las que había bebido su pensamiento y de los que  nacían  la coherencia y lucidez que todos admiramos en él.

 Para Sampedro la doble  tarea del hombre en esta vida es  “hacerse lo que se es” y frente a los acontecimientos imprevisibles  a los que está sometida nuestra peripecia vital  adoptar una actitud digna de un ser humano, tareas que no son para Sampedro independientes, porque sólo haciéndose lo que se es  se puede alcanzar esa dignidad y únicamente el comportamiento  digno es lo que puede permitirnos llegar a hacernos lo que realmente somos. Los medios para alcanzar esos objetivos, para entrar “más adentro en la espesura”, como dice  el autor citando el verso de San Juan de la Cruz, son el del examen de nuestra conducta en sociedad y los utilizados  por  la mística occidental y oriental. Esto es: la introspección, la  atenta escucha de nuestro  cuerpo y   el vacío  Fructífero que nace  de la relajación.

 Ese humanismo no trascendente de Sampedro implica una consecuente concepción del hombre. El hombre es para él un  animal simbólico, no sólo racional, que “siente, luego existe”, que está  dotado de una libertad condicionada  por los genes y por las circunstancias en que nace que tienden a prefigurar en cierta medida su vida, pero que no son condicionantes decisivos para impedir perseguir a cada persona lo que  crea en cada momento que es su camino y en dar sentido a todo lo que le sucede.

Esa libertad  - nos dice --para alcanzar su plenitud debe ejercerse en un contexto de igualdad y solidaridad. De ahí que  nuestro intelectual, economista y novelista rechace el modelo economicista liberal y más aún el neoliberal que impera en estos últimos tiempos. No sólo porque los valores  que lo sustentan (individualismo, agresividad, afán desmesurado de poseer, desigualdad…)  suponen  un profundo obstáculo para el autodesarrollo de las personas y el progreso colectivo, sino también  porque su evolución está limitada por una triple barrera que lo hace inviable. Física, porque el consumismo al que conduce  tropieza con límites naturales del planeta; política,  por la oposición  in crescendo de los  explotados que conlleva; psicológica,  por el reduccionismo  que supone  convertir al ser humano lo en mero productor- consumidor, despojándole de sus otras dimensiones humanas.

En fin, un libro de lectura  necesaria  para quien quiera comprender la obra y el pensamiento de ese hombre esencialmente bueno que fue José Luis Sampedro, que sigue hablándonos de cosas esenciales aún  después de muerto.       

 

 

 

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