LOS HEREJES DE PADURA
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Soy un contumaz lector de las novelas de Leonardo
Padura, el flamante Premio Princesa de las Letras de este año. Creo que me he
leído todas las obras del escritor cubano que Tusquets ha publicado en España.
Para mi sus novelas pertenecen más a la literatura social que a la del género
negro. Lo mismo que su (y mi) admirado Vázquez Montalbán fue el escritor de la
Barcelona del franquismo, Padura lo es, sin duda, de La Habana castrista.
S¡ Vázquez Montalbán recreó con sus novelas las miserias de la España franquista, el
escritor cubano ha pintado con agudeza y excelente calidad literaria las
sombras, dificultades y desesperanzas de la Cuba revolucionaria. Si el
personaje de Vázquez Montalbán, el detective privado Pepe Carvalho, era verosímil en aquella
Barcelona de la Dictadura, no lo es tanto el policía Mario Conde de la serie de
novelas de Padura. Es difícil verlo como real en la Cuba castrista. De ahí que,
como alter ego que es del propio autor, el escritor cubano terminase
convirtiéndolo finalmente en un vendedor de litros antiguos, profesión que
proliferó en Cuba cuando los españoles, sobre todo, los catalanes, en el
contexto del Período Especial, se dieron cuenta de las grandes posibilidades de
negocio que había con la compraventa por una miseria de las excelentes bibliotecas de la extinguida burguesía cubana,
y su venta con pingües beneficios a los compradores españoles y
latinoamericanos.
Quizás si en algo es superior
Padura a Vázquez Montalbán es en la
excelente documentación de que hacen gala sus libros. Y no sólo hay que achacar ello al profundo conocimiento que el escritor cubano tiene de su ciudad
caribeña, sino que lo ha demostrado también con algunas de sus novelas donde se recrean ambientes diferentes
del cubano, como en Herejes, novela
en la que nos describe tan minuciosamente el Amsterdam del siglo XVII, que uno
termina conociendo en sus más concretos detalles y recónditos lugares de la ciudad de los canales.
Pero si algo hay que
diferencia sustancialmente a Padura y Montalbán es la ambigüedad ideológica que
recorre las páginas de las novelas de Padura, frente a la claridad y el
compromiso político e ideológico expreso
y claro con la izquierda que late en las del escritor barcelonés Es cierto
que Padura, como el mismo ha confesado,
reconoce los méritos de la revolución cubana en aspectos como la educación y otras
realidades sociales. Y que hay que
alabarle además que, al contrario que otros escritores cubanos que, sin ser
expulsados o perseguidos, en cuanto han
podido se han ido de Cuba para criticar desde fuera al régimen castrista, él se
ha quedado en La Habana residiendo en el barrio en que ha vivido siempre, al
lado de sus amigos de toda la vida Y ha
dejado ver en sus obras claramente los excesos y limitaciones del régimen y la
sociedad cubana que han obligado a tantos cubanos a irse al exilio y ha
ensalzado siempre a aquellos “herejes” que han luchado y combatido contra la
falta de libertad, en clara alusión- al menos para mí y muchos de sus lectores-
a la actual situación cubana.
Pero la ambigüedad proviene
del hecho de que no sabemos bien desde dónde hace esa crítica, ¿ desde la
izquierda democrática, desde el liberalismo progresista…? No he leído nunca ni siquiera entrelíneas en
sus libros mencionar críticamente aquellos “herejes” de la historia de Cuba que lucharon por la libertad contra el poder
norteamericano y sus dictadores
interpuestos, como Machado y Batista, ni le he leído nada sobre la “guerra
sucia” que el imperialismo norteamericano ha mantenido hasta ayer contra la
isla y que es uno (no digo el único) de los más importantes factores de la angustiosa situación por la que han pasado y
están pasando los cubanos desde la
Revolución Castrista. Si le he leído, en cambio, en su excelente novela sobre
el poeta cubano Heredia, contar la historia de un “hereje” contra el abusivo
poder colonial español, pero ninguna de “los herejes” contra el poder
norteamericano, como, por ejemplo, “el hereje” Julio Antonio Mella cuya
biografía escrita en versión no hagiográfica y de la que soy autor (permítase
la licencia y dicho sea sin intención de hacerme publicidad), le recomiendo que lea como punto de partida
para que se anime a tomarle como
personaje de alguna de sus próximas novelas, como gran “hereje” que fue
contra el nacionalismo vicario del dictador Machado y el imperialismo norteamericano.
Sea como sea, quiero terminar dándole las gracias a Padura por las gozosas horas que
he pasado leyendo sus libros y anticipadamente por las que estoy seguro seguiré
pasando con la lectura de sus futuras
novelas.
(ARTÍCULO ESCRITO CON MOTIVO DE LA CONCESIÓN DEL PREMIO PRINCESA DE ASTURIAS DE LAS LETRAS DE 2015 A LEONARDO PADURA)
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