jueves, 13 de agosto de 2015


MARCOS ANA, POETA DE LA DIGNIDAD

                                              

                                                  JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

MARCOS ANA
         
 
   23 años estuvo preso en las cárceles franquistas Marcos Ana (Fernando Macarro Castillo), de los 19  a  los  41 años, toda su juventud y parte de su vida adulta.  Sentenciado  a muerte en dos ocasiones e indultado por los tribunales franquistas y conmutada su sentencia por una condena de  30 años, Marcos Ana (pseudónimo compuesto con los nombres de su madre y de su padre)  fue el único preso  que en 1961, cuando fue excarcelado, cumplía  en la prisión de Burgos la condición  establecida por el indulto del gobierno franquista: llevar más de 20 años ininterrumpidos en las cárceles de España.

             Marcos Ana ostenta el triste honor de ser el decano de los presos políticos del franquismo. Pero, como nos cuenta ahora  en estas  memorias el poeta comunista, su verdadero honor fue haber sido la voz y el símbolo de los presos políticos franquistas hasta la muerte del dictador. Y no sólo después de haber sido puesto en libertad, sino, y esto es lo más llamativo y extraordinario, sino antes, durante su propio cautiverio, utilizando para ello, como único instrumento, su poesía. Marcos Ana se hizo poeta en la cárcel. Más concretamente, se inició en la poesía  en una celda de castigo, cuando sus compañeros lograron introducir en su colchón algunas páginas sueltas  con poemas  de Neruda. Alberti y Machado, que, después de leer y releer mil veces, despertaron en él su sensibilidad poética y le llevaron a construir sus propios poemas memorizándolos. Cuando los puso después sobre el papel y los dio a conocer a algunos de sus compañeros de cárcel poetas, éstos le animaron a  seguir escribiendo y a sacar sus poemas al exterior para convertir sus versos en la voz de los miles y miles de presos políticos encarcelados.

Así, de manera clandestina, de diversas formas, y con el apoyo de Rafael Alberti y Maria Teresa León, sus poemas se fueron difundiendo en el exterior y convirtieron a Marcos Ana, desde la cárcel, en un poeta consagrado, cuya voz traspasaba los muros de la prisión  y llegaba  a todos aquellos que  en Europa o en América combatían la dictadura franquista. Sus poemas eran no sólo  la voz desgarrada y angustiada de quien no tenía libertad como decía en su poema “Mi corazón es patio”, dedicado a Maria Teresa León, que comenzaba con estos versos: La tierra no es redonda/ es un patio cuadrado/ donde los hombres giran/ bajo un cielo de estaño.  Sino también poesía militante que secundaba desde la cárcel la lucha contra el franquismo, como aquel poema que escribió desde la prisión  de Burgos con motivo de la huelga minera  de 1957 en Asturias: Mineros del mundo ¡Alerta¡/ Del corazón de las minas/ subid a la luz de España/ porque Asturias está en Huelga./ Asturias, siempre es Asturias/ de los pies a la cabeza/ (…) .

 Tras ser excarcelado en 1961, Marcos Ana consiguió pasar a París, desde donde realizó en los años siguientes una intensa campaña de solidaridad con los presos políticos del franquismo, pidiendo su amnistía y la democratización para  España. Esa actividad le llevó por toda Europa y parte de  América Latina  y a través de ella llegó  a conocer a   algunos  los más destacados líderes políticos e intelectuales del momento. Ninguna tan emocionante para él, desde luego, como su encuentro en Isla Negra, con Pablo Neruda, quien a su salida de la cárcel le había dirigido  una emotiva  carta. Posteriormente y  hasta la muerte de Franco, Marcos Ana fue, con Teodulfo Lagunero, el alma de del CISE, organización dedicada a la solidaridad con las víctimas de la represión franquista, cuyo presidente de Honor fue el propio Pablo Picasso.

Marcos Ana fue este año candidato al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Como demuestra esta memoria de su prisión y de su vida, había sobradas razones para concedérselo. Siempre defendió la reconciliación entre los españoles y la única venganza a la que ha aspirado sobre  aquellos  que le robaron la mitad de su vida y le llevaron hasta olvidar cómo es un árbol, es la del triunfo de sus ideales. Pero, sobre todo, como dice José Saramago en el prólogo de estas memorias que van ya por su 5ª edición, Marcos Ana es el poeta de la dignidad. Nosotros hemos podido decirle cómo es un árbol, pero él nos ha dado con su vida una profunda lección de dignidad.

( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑADE OVIEDO)        

 

     

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