viernes, 28 de agosto de 2015


LAS MENTIRAS DE HIROSHIMA

                                                                                JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

 

 
SOMBRA EN LA ESCALERA DE UN HOMBRE SENTADO TRAS LA EXPLOSIÓN DE LA BOMBA ATÓMICA EN HIROSHIMA
 

Este 6 de agosto se han cumplido los 70 años del bombardeo nuclear  norteamericano de Hiroshima que fue con el de Nagasaki, tres días después, el  preludio del final definitivo de la II Guerra Mundial.  Pero todavía hoy al cumplirse este aniversario colea  el asunto de  cuáles fueron las motivaciones y razones políticas  últimas del presidente Truman para tomar una decisión  de tal envergadura. Muchas generaciones de norteamericanos  hasta hoy  han crecido dando como válida  la versión de que el lanzamiento de las  bombas sobre  Hiroshima y  Nagasaki no fue sino una decisión forzada  del presidente Truman para poner fin a la guerra evitando así la proyectada invasión del territorio japonés y con ello el ahorro de decenas de miles de vidas de jóvenes americanos.

 Sin embargo en la actualidad predomina entre los historiadores otra versión muy diferente sobre esa decisión que puso fin  al conflicto mundial, pero dio origen  a la que podría considerarse como la Tercera Guerra Mundial, la Guerra Fría, que provocó  en varias ocasiones situaciones límites que pusieron a la humanidad al borde del  holocausto nuclear. 

  En mayo de 1945 la guerra había finalizado en Europa y en el frente del Pacífico los japoneses se batían en retirada, esperando la invasión proyectada para noviembre por el general Marshall. Mientras  tanto el ejército norteamericano practicaba  una estrategia de tenaza sobre las islas japonesas basada en el bloqueo por mar y aire  y en  una cruel campaña de bombardeos  aéreos  sobre la población  japonesa con bombas incendiarias compuestas  por napalm, termita, fósforo blanco y otros materiales inflamables  que habían causado ya la casi destrucción de más de un centenar  de poblaciones  japonesas y  cientos de miles de víctimas civiles abrasadas y asadas en vida hasta morir. A ello había que sumar la amenaza de la  intervención de la Unión Soviética  en la guerra del Pacífico programada  en la conferencia de los aliados  en Yalta, una vez que se hubiese puesto fina  fin al frente europeo  

  Los datos son incontestables y echan por tierra la imagen que se difundió después de que el  japonés  era un pueblo de fanáticos dispuesto a resistir  hasta el final costase lo que costase. Al contrario, el emperador y la mayoría de los miembros del alto mando militar   japonés eran conscientes ya al comenzar 1945 de que   la guerra estaba perdida  y trataron de llegar  a una rendición condicionada que salvase el kokutai , esto es, el régimen imperial y al emperador Hirohito. Sin embargo, Truman y parte de  su gobierno con el total  apoyo  de Churchill  no aceptaron las proposiciones de paz japonesas. Sólo les servía  una  rendición incondicional  que suponía para los japoneses poner  en peligro la supervivencia del sistema  imperial. Todo esto a pesar, incluso, de que algunos sectores e importantes políticos demócratas y republicanos  eran partidarios  de aceptar la paz condicionada que proponían los japoneses.

    ¿Cuáles fueron, pues, las razones que llevaron  a Truman a no aceptar esa paz condicionada buscada por los japoneses,  y a tomar por el contrario la trascendente decisión de lanzar las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki?

 En cierta medida pesaron en esa decisión algunas razones de carácter interno. Entre ellas  el temor  de que  aceptar   una  rendición con condiciones  que permitiese sobrevivir el régimen imperial japonés, podía ser mal vista por una opinión pública como la norteamericana  que odiaba literalmente a los japoneses con un odio casi visceral y de índole racista. Ese odio  se expresaba en insultos como “ monos amarillos”, “carne de mono”, “ japos”, “no hombres”, etcétera. Y no distinguía entre las élites dirigentes del país asiático que habían promovido la guerra y el resto de la población, como sí lo habían hecho  los norteamericanos con “los criminales  nazis” y “los buenos  alemanes”. Esa actitud discriminatoria  era ya anterior  al miserable y traidor  ataque japonés a Pearl Harbor en 1941 y, sin duda, se acentuó después del mismo. La expresión material más significativa de esa  actitud  fue el maltrato y el internamiento masivo  en campos de concentración que sufrieron los norteamericanos de origen japonés en Estados Unidos durante  la mayor parte del conflicto mundial. No podía, pues, ser bien vista por la mayoría de los norteamericanos una rendición de los japoneses que les concediera el mínimo respeto y aceptase la supervivencia de su  régimen militarista . Del mismo modo que  la opinión pública no había protestado por la brutal y antihumana campaña de bombardeos con bombas incendiarias sobre la población civil japonesa, tampoco el lanzamiento de las bombas de Hiroshima y Nagasaki  era previsible que fuese a ser  motivo de descontento civil y político contra la Administración Truman. Al contrario: las bombas atómicas al  facilitar la posible  rendición incondicional de Japón,  iban a ser bien vistas por la ciudadanía norteamericana  por hacer innecesaria la invasión norteamericana programada y, con ello, la salvación de innumerables vida de jóvenes soldados americanos.

  Estas fueron las razones que  adujeron Truman y su Gobierno  para aprobar el lanzamiento de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. El presidente norteamericano  las mantuvo y defendió hasta su  muerte sin reconocer  ninguna clase de  duda ni arrepentimiento por su decisión. Y ello a pesar de que importantes políticos, incluso de su Gobierno, como fue el caso de su propio secretario de la Guerra Stimson, y algunos de los  más importantes  militares del momento como Eisenhower y MacArthur la desaprobaron, porque estaban convencidos de que no era necesario su  utilización dada la situación de profunda  debilidad de Japón.

 Sin embargo, tenemos hoy bastantes pruebas  de que el  motivo último de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki   estuvo relacionado con el intento del Gobierno Truman de mantener la hegemonía  en el futuro escenario internacional dejando en inferioridad  de condiciones a la Unión Soviética. En realidad casi podría decirse  que Hiroshima y Nagasaki fueron en realidad  las víctimas propiciatorias para conseguir el dominio norteamericano sobre la Unión Soviética en la lucha por el dominio del mundo  que se avecinaba entre los dos imperios  después del conflicto mundial.

 La expresión en el entorno más cercano a Truman de la verdadera motivación del empleo de la bomba atómica sobre Japón está documentada en varias ocasiones entre los colaboradores más próximos al presidente. Es el caso de uno de los asesores con mayor  influencia en estos asuntos sobre él, James  Byrnes. En  una reunión con varios científicos que pretendían  entrevistarse con Truman para  aconsejarle que no emplease la bomba nuclear, les manifestó sin ninguna clase de rodeos que él como el resto del Gobierno eran conscientes  de que Japón estaba ya derrotado, pero que lo que les inquietaba mucho más era la influencia rusa en Europa y que gracias a la utilización de la bomba en Japón, la Unión Soviética sería más manejable en ese continente.  Las palabras literales  que dirigió a Truman el   general Groves, director militar del Proyecto Manhattan dedicado a la fabricación de la bomba atómica y estrecho colaborador de Truman en todo lo relativo a  la bomba atómica,  son meridianamente claras sobre la finalidad  de aquel proyecto : “ (Con la bomba) bien podríamos estar en condiciones  de imponer  nuestras condiciones una vez que termine la guerra. De hecho, Truman trató por todos los medios, como así ocurrió en el último momento , tener a punto la bomba para la conferencia de Potsdam y utilizarla  como instrumento diplomático contra Stalin.

      ¿Quién le iba a decir a Einstein que las tres cartas que dirigió a Roosevelt pidiéndole (después lo reconoció como uno de los graves errores de su vida) que se acelerara la investigación para fabricar la  bomba atómica como elemento disuasorio para  evitar su posible empleo en la guerra por  la Alemania hitleriana, iban a terminar con  su utilización por el Gobierno  norteamericano como instrumento para lograr su hegemonía en el mundo tras el fin de la guerra?  
( PUBLICADO EN LAS PÁGINAS DE OPINIÓN DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO, CON MOTIVO DEL ANIVERSARIO DEL 70 ANIVERSARIO DEL LANZAMIENTO DE LA BOMBA DE HISROSHI

No hay comentarios:

Publicar un comentario