viernes, 15 de mayo de 2015

El Imperio contra la nación española

El IMPERIO CONTRA LA NACIÓN ESPAÑOLA
                                                 Julio Antonio Vaquero Iglesias

           
Antonio Miguel Bernal es un conocido y reputado catedrático de Historia económica de la Universidad de Sevilla. Formó parte  en los años del franquismo del grupo de historiadores jóvenes que se agrupaban en torno a Tuñón de Lara. Su campo de investigación estuvo en un principio dedicado al estudio del  problema de la tierra y las luchas campesinas en Andalucía en la edad contemporánea. Más recientemente, sus estudios han girado hacia el análisis de la historia del colonialismo español y sus costes económicos, políticos y sociales. Concretamente,  tras las huellas de Josep Fontana y su tesis de la importancia decisiva que tuvo el colapso del comercio colonial española a finales del XVIII en la crisis del Antiguo Régimen y las importantes consecuencias de la  pérdida de nuestras colonias americanas en la construcción del Estado liberal  en España, Bernal ha investigado las interrelaciones reciprocas de nuestro imperio colonial con la metrópoli y el impacto que esas relaciones han tenido sobre la evolución política, económica y social de España.
             El resultado de todas esas investigaciones toma ahora cuerpo en este último e importante  libro, España, un proyecto inacabado. Costes/beneficios del Imperio (Editorial Ambos Mundos, 2005), Su propósito no ha sido, dada la orientación mencionada, el análisis del colonialismo español, que también lo es, sino, sobre todo, el de la relación recíproca entre la práctica colonial e imperial española y el proceso de construcción del estado nacional en España. Desde que ese proceso se inició  con los Reyes Católicos, en el siglo XV, a la vez  que se descubría y se ponía en explotación  América, hasta 1824, año en el que el imperio colonial español se vino abajo en el territorio continental americano.
Esta perspectiva que adopta  Bernal en su estudio  es, desde luego, una perspectiva poco tratada, casi inédita, en nuestra historiografía y, como demuestra  este libro, de suma importancia para comprender el proceso y las peculiaridades  de la construcción del Estado-nación en España y, consecuentemente, profundamente reveladora  de los antecedentes de la cuestión nacionalista de nuestro país y, por tanto, de plena actualidad   para entender de qué polvos vienen estos  lodos  que padecemos hoy en relación con  esta agitada coyuntura que está produciendo la negociación de la reforma estatutaria de  Zapatero.
En realidad, Bernal traza desde ella una nueva  visión de la historia de la España imperial al relacionar en su análisis el influjo recíproco de ambos procesos- el del desarrollo del Imperio español ( con su doble ámbito americano y  europeo)  y el de la construcción del Estado nacional español Enfoque que le permite ofrecer una significativa y rica  interpretación de conjunto de esta decisiva etapa  de nuestra  historia de  más de tres siglos, en la que España no sólo fue la principal protagonista de la Historia universal, sino  también la etapa en la que nuestro país, como todos los grandes países europeos, pusieron las bases del estado nacional y con él su posible acceso a la modernidad. Procesos estrechamente vinculados con la gestión de sus respectivos imperios coloniales que condicionó, ineludiblemente, su economía y su modelo nacional futuros.  .        .   
            La tesis central de Bernal es que fueron, precisamente,  el modelo y práctica del sistema colonial de la  monarquía española en América,  y la subordinación de ambos al mantenimiento de la hegemonía imperial en Europa, los factores decisivos que explican, en gran medida, las dificultades y el retraso en la construcción de un estado nacional moderno e integrado en España. Estado nacional al que sí consiguieron acceder, como demuestra el autor, con un análisis comparativo, los otros  grandes  países europeos con diferentes  modelos y  prácticas  en sus respectivos imperios coloniales.
 Las reformas coloniales que se llevaron a cabo durante el reformismo borbónico en el siglo XVIII fueron superficiales y no alteraron el inicial modelo mercantilista de la explotación colonial. No  dieron más autonomía a la burguesía criolla ni  cambiaron la dedicación dominante de las colonias  a la producción de metales monetarios. De ahí que  tampoco el colonialismo español del siglo XVIII contribuyese como un factor  importante al proceso de nacionalización que inició la dinastía borbónica.
 Lo mismo sucedió con el inicio de construcción del estado nacional que llevó a cabo el  liberalismo gaditano, ni aun el de los doceañistas y exaltados del Trienio. Nuestro liberalismo no concibió la posibilidad de conceder la libertad a nuestras colonias y mantener con ellas una relación económica armónica y beneficiosa. Lo que, plausiblemente, habría potenciado el desarrollo de una burguesía nacional con un claro papel modernizador económico e integrador nacional.  La insistencia en mantener el viejo y obsoleto modelo colonial terminó alimentado la actitud independentista de la burguesía criolla y la separación traumática de las colonias con todos los problemas que ello conllevó para la modernización e integración del Estado-.nación español.
            En efecto, abundando en esta tesis central, en el plano político, primero el Imperio Universal carolino y después la Monarquía hispánica de Felipe II y los Austrias menores  integraron los territorios americanos como un Reino de la Corona de Castilla, esto es,  no dependientes del conjunto de la monarquía compuesta que fue la forma política de España  hasta la llegada de la monarquía borbónica. Y su gobernación quedó en manos de la Corona, o lo que es lo mismo, del Rey que la ejerció indirectamente a través una burocracia delegada, nombrada por la metrópoli. El primer aspecto- la dependencia de las Indias de Castilla- no favoreció, desde luego, la integración y nacionalización de la Monarquía. Y el segundo- el gobierno de las colonias por la Corona- por la falta de autonomía de los criollos, subordinó aquellos territorios a las necesidades hegemónicas del Imperio y no al desarrollo económico de Castilla, impidiendo con ello  la consecuente modernización económica metropolitana.
            Los territorios americanos, además de estar subordinados a la hegemonía imperial,  funcionaron como auténticas colonias. El modelo colonial español les asignó el papel de  la producción de metales monetarios, plata y oro. Y  su explotación quedó en manos de agentes privados mientras la Corona se reservaba los ingresos fiscales que se derivaban de esa producción metálica. El mercantilismo fue el paradigma teórico que dominó esa relación económica y con él el régimen de monopolio comercial sobre el que se asentó la explotación colonial. Los metales preciosos activaron el capitalismo mercantil europeo, pero tuvieron negativas consecuencias para el español en variados aspectos de la economía y la sociedad.
            Bernal analiza todos estos aspectos, repasa la inmensa bibliografía que han generado. Y, con la nueva información que han aportado los últimos estudios  y  sus propias investigaciones, desarrolla con sólidas argumentaciones  una serie de novedosas tesis complementarias que revisan y matizan  numerosas de las interpretaciones y tópicos que la historiografía anterior venía manteniendo. Para, finalmente, concluir en la  tesis central que hemos expuesto  más arriba.
            Algunas de sus s novedosas reinterpretaciones  atraerán especialmente, sin duda, la atención de los lectores. Veamos sólo algunas de las que nos parecen más interesantes.
             El europeismo, modernidad y españolización del emperador Carlos V que nos han venido contando numerosos historiadores al calor de la última conmemoración quedan en entredicho aquí. El Imperio carolino fue más medieval que moderno (“moderno” en el sentido de participar en el proceso iniciado en aquel tiempo de avanzar hacia la construcción del estado nacional)  por lo que buscar en él los antecedentes de la Unión Europea no es sino instrumentalización propagandista de la historia a la que nos tienen acostumbrados estas conmemoraciones. A no ser que se pretenda mantener que el significado político  de la Unión sea una vuelta hacia atrás y no una adaptación a los nuevos tiempos. Lo mismo ocurre con la pretendida  españolización del emperador. Bernal nos habla de que hasta sus últimos momentos no fue el castellano la lengua  utilizada en sus escritos  por el emperador.
            La imposición fiscal sobre las  remesas de plata y oro parece ser, según Bernal, que no aportaban a la Hacienda castellana la cantidad suficiente para compensar los elevados gastos que generaba el mantenimiento del Imperio. Pero sí ejercieron en ese sentido la función primordial de servir de aval para los  cuantiosos préstamos que los Austrias tuvieron que pedir sobre ellas para poder mantener los gastos de las guerras imperiales. Aunque acepta que sí fue  Castilla la que  soportó el mayor peso de la presión fiscal para  pagar los gastos de las guerras imperiales, Bernal nos ofrece una visión matizada de esa contribución según los diferentes monarcas de  la dinastía austriaca española y señala que, en menor medida, también colaboraron a ello los otros reinos y territorios de la Monarquía. 
            El grueso de las  remesas de oro y de plata que venían de América nada más llegar a Castilla, por estar subvaloradas en este reino,  salían de inmediato para Europa De este modo, la gran paradoja consistía en que era Castilla la que  aportaba los metales preciosos, pero donde el  oro y la plata eran más escasos, obligando a practicar una política económica tendente desvalorizar su moneda con cobre (moneda de vellón). Lo cual  alimentaba aún más la inflación provocada por la llegada de los metales preciosos y, consecuentemente, dificultaba con ello el desarrollo económico nacional. El dinero tendía a invertirse, por ello,  en bienes raíces, inmuebles  y  gastos suntuarios.
 Bernal también  acepta estos planteamientos respecto a la especulación con los metales monetarios y sus negativas consecuencias para España. Pero los matiza dando una interpretación global de ese ciclo infernal que permitía a la Monarquía española ostentar  la hegemonía mundial y lubrificaba el capitalismo mercantil europeo, pero  a la vez empobrecía a la metrópoli y obstaculizaba el desarrollo económico castellano y con ello la modernización económica y la integración nacional. Señala nuestro autor, en ese sentido, que la salida de los metales fuera del Reino castellano se debió también a otros factores que no eran  los de la pura especulación  monetaria.
En efecto, además de la salida generada por  los gastos de las guerras para la defensa del Imperio, la del oro y la plata también se producía para pagar el gran volumen de mercancías que los comerciantes extranjeros aportaban al  abastecimiento de las colonias americanas, cuya demanda  la industria castellana no  estuvo en condiciones de satisfacer. A pesar de ello, la solución que se intentó, quedó reducida  exclusivamente a medidas  de política monetaria, de devaluación de la moneda, que no sólo no remediaron la situación de Castilla, sino que la empeoraron.
De gran interés es, sin duda, la explicación  que realiza el historiador sevillano sobre  el hecho de que, finalmente, el grueso del comercio colonial quedase en su mayor parte  bajo el control de mercaderes internacionales. Hecho que ha generado numerosas interpretaciones seminales de la historia de España. ¿Fue esa falta de protagonismo económico de la burguesía mercantil castellana en la Carrera de Indias la que  explica su escaso desarrollo posterior y su poca presencia  y participación en la construcción de un estado nacional moderno e integrado?  ¿Se debió esa falta de participación, que tan graves consecuencias tuvo para el futuro de la historia de España, a una traición,  sometimiento o retraimiento de esa burguesía mercantil castellana?  La explicación de Bernal nos parece convincente. Hay que descartar cualquier interpretación que se base en la incapacidad genética de los castellanos  para el comercio. No sólo por ahistórica, sino por antihistórica, esto es,  porque va contra la evidencia histórica. Ésta demuestra que esa burguesía mercantil castellana sí se supo adaptar al capitalismo comercial desde sus inicios  y fue moderna y eficiente durante gran parte del siglo XVI.
Ese abandono se debió más a razones derivadas de la falta de eficacia del conjunto del sistema que a motivaciones surgidas de una posible mentalidad tradicional de esa burguesía mercantil. Los volátiles beneficios derivados de una elevada inflación derivaron sus inversiones hacia los bienes más sólidos y seguros. Su tendencia hacia el ennoblecimiento fue una actitud compartida con la que mantuvieron otras burguesías del resto de Europa. La diferencia fue que éstas lograron participar del poder político y defender sus intereses a través de su actividad en los Parlamentos, mientras la española estuvo apartada de él.            
 En fin, estamos, sin duda, ante uno de los libros más importantes de historia que se han publicado este pasado año en España, destinado a convertirse en una obra de referencia no sólo para el conocimiento del colonialismo español, sino para una interpretación general de la Historia de España. Por eso no deja de llamar la atención que su recepción en los espacios culturales de los medios de comunicación, al menos hasta ahora, haya sido tan parca.
 Las luces son en este libro incomparablemente más intensas que las sombras En cuanto a éstas, uno puede echar de menos en él la ausencia de una capítulo de conclusiones, donde se recogiera de manera nítida y clara la tesis fundamental que se mantiene en el libro y a partir de ella las otras tesis complementarias  que se engarzan con ella y la sostienen.
Respecto a la ausencia en el libro del tratamiento los aspectos culturales de  la interacción entre metrópoli, colonia e Imperio, el propio autor  es   consciente de ello y, hay que considerar  que su desarrollo, sin duda, rebasaría los límites aceptables de un libro como éste cuyo contenido se desarrolla  en seiscientas densas páginas. Me imagino que también ocurrirá lo mismo con el silencio del libro sobre el importante análisis histórico de los costos y beneficios de la práctica colonial para las propias colonias, incluidos criollos e indígenas. ¿Hubo algún beneficio para éstos últimos? Por lo menos por  la percepción que de ello tiene hoy el resurgido  movimiento indigenista,  parece que sólo fueron  costos para sus antecesores y ningún o escaso beneficio.
 Bernal nos demuestra en estas páginas  sobradamente que no es sólo un excelente historiador de historia económica, sino un gran historiador a secas, y deseamos  que cubra pronto esos vacíos que hemos señalado y consiga  al hacerlo la calidad y maestría que demuestra en este libro. Las expectativas que ha abierto con él lo justifican plenamente.

                            IMPERIO, NACIÓN Y NACIONALISMOS
(…) Todavía, como puede comprobarse cada vez que el tema adquiere actualidad ( se refiere Bernal al asunto de la nación española y  los nacionalismos ) queda mucho por decir sobre la formación del Estado nacional en España. Los problemas que le aquejan hunden sus raíces  más profundas en la teoría y práctica  del Imperio; con él se legitiman las supremacías rectoras centralistas en la construcción de España; de él arrancan los resabios y desengaños de las periferias  (…). Pero si se quiere ahondar en el problema que aqueja al nacionalismo español, a la hora de formar opinión más allá de la divulgación acrítica , de los bestseller   prefabricados industrialmente o de los programas de los tertulianos televisivos y radiofónicos, habría que convenir que lo que faltan son libros con investigaciones renovadas. De no haberlas, persisten los manidos tópicos, los viejos prejuicios. La raquítica formación histórica de los políticos hace el resto (…)” ( Página 13).


 ( PUBLICADO EN CULTURA, suplemento cultural de La Nueva España, de Oviedo) 

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