¿ EL FIN
DE LA POBREZA?
Julio Antonio Vaquero
Iglesias
En estos días en que en el Occidente opulento el consumismo alcanza sus más altas cotas, las fiestas navideñas se celebran con comidas pantagruélicas y el rito de las buenas intenciones y los saludos de paz y felicidad se renuevan al son de los villancicos, hablar de esos mil y pico millones de pobres entre los pobres que sobreviven a duras penas en el mundo, no sólo no me parece inconveniente, sino necesario. Aunque alguien pueda pensar que éste no sea el momento políticamente correcto de recordarlos y me tilde de inoportuna y molesta mosca cojonera.
Porque si lo hago no es con la intención de sentar
caritativamente a esos pobres a mi simbólica mesa de Navidad y después olvidarme de ellos el resto del año,
sino para expresar mi malestar conmigo mismo, reavivar en mi memoria la injusticia
sobre la que asienta nuestro mundo rico y tratar de despertar mi habitual conciencia adormecida con el brutal contraste entre esa pobreza extrema y la orgía de consumo de
alimentos y mercancías de estas fechas y
la vacuidad de los deseos de paz y felicidad para toda la humanidad con los que nos saludamos y abrazamos estos
días. Más por ritual, creo, que por cinismo. Lo cual aún me parece peor.
La
lectura de este libro del economista norteamericano Jeffrey Sachs que acaba de
editarse en España, El fin de la pobreza (Debate, 2005) es, sin duda, un buen motivo para hacerse esa clase de reflexiones
bien sea en estas fiestas navideñas o en
cualquier otro momento del año. Se
acepten o no sus planteamientos, es, sin duda, una buena radiografía de la
pobreza extrema (la que no permite cubrir las necesidades más básicas) y defiende
la tesis de la posibilidad de ponerle
fin en esta generación.
Mi deseo es que su lectura en
estas fechas no se convierta en un elemento más de las buenas intenciones que
conlleva el rito de paso de un año para otro. Ni que se limite a ser una mera
comprensión platónica del problema. Si no, al contrario, que su lectura sirva
de motivo para unirnos a esa legión de personas que están ya comprometidas y
luchan denodadamente para derribar los muros de la pobreza y devolver el mínimo de dignidad
humana a esos miles de millones que la
padecen, y también para construir otra sociedad en la que no exista
ninguna clase de limitación evitable para el desarrollo humano.
La importancia de este libro no
proviene sólo de su contenido, si no que cobra su real importancia teniendo en
cuenta quién es su autor. Jeffrey Sachs,
además de haber sido catedrático de economía de Harvard y estar considerado como uno de los
economistas más importantes del mundo, es hoy asesor especial del secretario
general de las Naciones Unidas, Kofi Annan para el Proyecto de Desarrollo del Milenio y presidente del Instituto de la
Tierra de la Universidad de Columbia, una de las instituciones más importantes
en las cuestiones de economía del desarrollo. Sus planteamientos orientan y fundamentan, pues, en gran medida,
las políticas de desarrollo que en estos momentos se están tratando de aplicar en el mundo por las Naciones Unidas a
través de sus organismos multilaterales.
Este libro es precisamente eso. Un
intento de divulgación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y del modelo
y la estrategia de desarrollo económico que las NU proponen para alcanzarlos..
De ahí que no utilice la abstrusa jerga
económica de los especialistas y esté
escrito con un lenguaje sencillo, accesible a toda clase de lectores y venga
precedido de un prólogo del cantante del grupo musical U2, Bono, profundamente comprometido
en la lucha contra la pobreza en África.
Sachs ha reformulado el inicial
Objetivo de Desarrollo del Milenio de reducir a la mitad la pobreza
extrema que padece el planeta en 2015 y ha establecido como meta plausible para erradicarla el año 2025. Son unos
1300 millones de personas que viven en la pobreza aguda en su inmensa mayoría en tres regiones del mundo: Extremo Oriente,
el sur de Asia y el África subsahariana; dominantemente en países de renta
baja, pero también dentro de otros de renta media y con crecimiento económico
Su modelo de desarrollo económico es claramente diferente del que durante
los últimos decenios del siglo anterior aplicó el neoliberalismo basado en el
famoso “ajuste estructural” y trataron de llevar a cabo el FMI y el BM. Ese
modelo se basaba exclusivamente en recetas para “apretarse el cinturón” y en la práctica
eliminación de la Ayuda Oficial al Desarrollo. Sachs, al contrario, considera
que la ayuda oficial al desarrollo por parte de los donantes del primer mundo
es fundamental. Sólo a través de ella esos países de renta baja donde se
concentra la pobreza extrema, pueden salir de la “trampa de la pobreza” que les
hace cada vez ser más pobres y les impide tener las inversiones de capital
necesarias para acceder al primer escalón del desarrollo a partir del cual,
según nuestro economista, ya es posible que esos países puedan comenzar a subir
progresivamente por la escalera del desarrollo y mantener un crecimiento
económico autosostenido.
La cuantía de la Ayuda Oficial al Desarrollo que se necesita
para ello, según Sachs, no es tan
elevada que haga imposible su aportación por los países ricos y éstos tienen
razones de interés para donarlas. Los países pobres son fuente de inestabilidad
política y la mejor y más duradera forma
de luchar contra el terrorismo internacional es erradicar la pobreza. Para
ello, un paso decisivo es contrarrestar
la actitud unilateral que ante estos problemas ha adoptado el actual Gobierno
de EE UU con Bush hijo y abordarlos a escala mundial y de manera multilateral como
tomar medidas para el fin de la deuda
pública, el establecimiento de una política comercial global justa, el fomento
de la ciencia aplicada al desarrollo y la gestión mundial del medioambiente.
¿Es posible el fin de la pobreza extrema en el plazo de esta generación
con este modelo de desarrollo keynesiano
que propone Sachs? ¿Podría conseguirse en el marco de esta fase del capitalismo
globalizado dominado por multinacionales que son más poderosas que muchos
estados, y que sólo invierten en los países que les interesan y trasladan sus
inversiones en escaso tiempo a otros países buscando el beneficio especulativo
o los costes más bajos? ¿Esto es, dentro de un sistema que busca obtener los máximos
beneficios en el menor tiempo posible y sin tener en cuenta, frecuentemente, ni
sus propios intereses a largo plazo?
Si ese objetivo llegase a
cumplirse, sería, sin duda, una de los mejores y más deseables cambios que
podría experimentar nuestro mundo. Pero, aunque me gustaría equivocarme, parece
poco probable. Y, además, si hipotéticamente esos países pobres lograsen salir de la trampa de
la pobreza y comenzar a subir los escalones del desarrollo capitalista, como
piensa Sachs que ocurriría, caerían finalmente en otra trampa. Porque, al final
de la escalera, no encontrarán sino estas navidades de consumo desaforado y
retóricos y vacíos deseos de felicidad. Lo que no significa sino otra clase de
pobreza dentro de una prosperidad material siempre desigual. Por eso, mucha
gente piensa hoy que es necesario seguir luchando para poner fin tanto a una como a otra clase de pobreza y conseguir construir otro mundo posible.( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURA DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)
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