OTRA
GLOBALIZACIÓN ES NECESARIA
Julio Antonio Vaquero Iglesias
La globalización es, sin duda, el tema de nuestro tiempo. El término ha entrado ya en el diccionario ( en el de la Real Academia Española el año pasado en su vigésima segunda edición) y la literatura globalizadora alcanza ya dimensiones desbordantes. Existe, dentro de esa literatura, una tendencia globalista que la entiende como un fenómeno natural que nos conduce a un estado de armonía ( neoliberalismo) o como una tendencia irreversible hacia una sociedad poscapitalista de la información con sus aspectos positivos y negativos y cuyo verdadero motor no sería otro sino que las nuevas tecnologías de la información y comunicación ( las obras de Manuel Castells son, quizás, las que mejor representan esa tendencia). Pero la teoría sobre la globalización dominante en esa literatura es la que considera que la globalización realmente existente es la globalización neoliberal.
Resultado
consciente de un política neoliberal proyectada ( Consenso de Washington) en
los años ochenta en EE. UU por D.
Reagan y en Gran Bretaña por M. Thatcher
y secundada después por otras potencias industriales de la Tríada ( EE UU,
Japón y Europa) con gobiernos, incluso, socialdemócratas, su aplicación
-posibilitada, en gran medida, por la nueva tecnología de la información y las
comunicaciones - no sólo es responsable del empeoramiento de la situación medioambiental mundial y de la exclusión y
pobreza de grandes sectores de la población de los países emergentes y del
Tercer Mundo, a través de la extensión en ellos
de las relaciones asalariadas en régimen de explotación similar al de la
primera revolución industrial o por otros medios indirectos como la deuda
externa, la especulación financiera o la fijación de los precios de las
materias primas. Sino también de las condiciones de inseguridad laboral de
amplias capas de la población y la aparición de
bolsas de pobrezas y marginación en el Primer Mundo a través de la
desregulación del trabajo y desmantelamiento de los “estados de bienestar” y
privatización de los servicios públicos. Además, de afectar negativamente a
otras dimensiones de la sociedad como, en lo político, el ahondamiento de la crisis
de la democracia liberal por el extrañamiento de los ciudadanos nacionales de
los centros de decisión transnacionales, y, en lo cultural, la
uniformización con la imposición, a través de la presión
mediática, de la cultura estadounidense ( “mcdonalización” del mundo).
Entendida
así, la globalización no sería, paradójicamente, global, sino parcial; ni los
movimientos sociales que han surgido para combatirla, antiglobalizadores, sino
globalizadores. La globalización ha conseguido, en gran medida, la libertad
mundial del flujo de capitales; pero, menos o, mejor dicho, en su favor, la de la producción de bienes y
servicios- deslocalización industrial y de servicios- y un comercio desregulado
asimétricamente a favor de los países centrales. Y nada, excepto en el grado
que les interesa, en cuanto a la libertad de circulación de las personas.
Estamos, pues, ante una globalización parcial, esencialmente de los flujos
financieros, que deja continentes enteros, como África, al margen. Los mal
llamados antiglobalizadores lo que combaten es esta globalización limitada,
impuesta y subordinada al mercado que busca el beneficio de las empresas
transnacionales de los países centrales y
no satisfacer las necesidades de las personas. Por ello, lo que están,
realmente, es a favor de otra globalización con una orientación totalmente
opuesta a la que ha adoptado la realmente existente.
Grosso modo, ésas serían las notas
comunes de esa literatura que identifica
la globalización realmente existente con la globalización neoliberal.
Literatura ya muy numerosa y reciente ( la mayor parte de las obras están
escritas en el último lustro de siglo pasado y en lo que llevamos del actual) y
que, por otro parte, no sólo ha nacido exclusivamente con el objetivo del
conocimiento de esas grandes transformaciones que está sufriendo nuestro mundo,
sino, también, con un propósito añadido de índole propiamente ideológica: la
necesidad de combatir la hegemonía que el discurso neoliberal – el llamado
“pensamiento único”- desplegado por esa globalización neoliberal para
justificarse, ha venido manteniendo.
Pero es claro, como están demostrando las últimas
acciones del movimiento antiglobalizador en el II Foro Social Mundial de Porto
Alegre y ahora más recientemente en Barcelona, que, dentro de ese denominador
común, existen también diferencias de planteamientos sobre la naturaleza de esa
globalización neoliberal. Diferencias que se traducen consecuentemente en
objetivos y programas máximos divergentes dentro del movimiento
antiglobalizador. Por un lado, están los que se han denominado como
neokeynesianos, que serían algo así como unos socialdemócratas globalizadores,
partidarios de una regulación mundial, a los que, desde el sector globofóbico
antisistema, se les califica peyorativamente como reformistas, porque son los
que piden reformas de la mundialización neoliberal para conseguir una globalización más justa. Por otro, están
los anticapitalistas, denominados radicales desde el lado de los antiglobalizadores
moderados, que suponen que la verdadera solución está en una ruptura radical
que suponga rebasar el sistema capitalista neoliberal. Lo que no implica, para
la mayoría de ellos, que se deba utilizar para conseguirlo ninguna clase de
violencia.
Esa
interpretación neoliberal de la globalización, además de esa función didáctico-
ideológica mencionada, aparece en dos de los libros – los de Joaquín Estefanía
y Carlos Taibo- que comentamos aquí. Pero también, de manera más bien implícita
que explícita, como tesis de fondo, nos parece que está presente en ellos esa diferente de manera de entender uno y
otro autor la naturaleza y, consecuentemente, los objetivos finales de las
políticas de los movimientos sociales antiglobalización. Además de presentar
otras diferencias de contenido, que los hacen casi complementarios y su lectura
perfectamente compatible. El tercero – el de Ramón Fernández Durán y otros
autores- está escrito de manera clara y
explícita desde la visión anticapitalista de la globalización.
En su Hij@
, ¿ qué es la globalización ( Aguilar, 2002) , bajo la fórmula de un diálogo de padre
sesentayochista con hija antiglobalizadora, Joaquín Estefanía, ex director de El
País y autor de numerosas obras
de gran difusión sobre este asunto, critica duramente el sentido discriminador
e injusto de la globalización neoliberal y valora como muy positivas la
acciones ya realizadas por el movimiento antiglobalizador y su importancia
potencial para lograr una globalización equilibrada, domesticada por los
hombres. Movimiento que considera- como apunta en el subtítulo del libro- La
primera revolución del siglo XXI continuación, en cierto modo, de la revolución
del 68, y que ha logrado ya con éxito denunciar las lacras de la globalización
neoliberal y hacer reaccionar a la izquierda tradicional y obligarla a incluir
en su agenda algunas de las medidas que proponen como la condonación de la
deuda externa a los países más pobre, la Tasa Tobín para gravar los flujos
financieros o la renta básica de ciudadanía (RCB). Las dos últimas propuestas son analizadas con más
detalle por Estefanía, mostrando su significado, viabilidad y los problemas
para su implantación.
El ex director de El País se
mueve en una posición favorable a una
globalización alternativa reformadora, neokeynesiana, que contenga las
exageraciones del mercado a través de instituciones transnacionales controladas
por una verdadera sociedad civil global, en la línea del cosmopolitismo
democrático de la escuela de David Held. Y desde ella valora positivamente, con
cierta ambigüedad, que la actitud dominante en el movimiento antiglobalización
no tenga unos objetivos y prácticas cerrados que busquen la realización de otro
modelo de sociedad. No parece que el autor, al apuntar lo anterior, quiera
minusvalorar la importancia de los grupos anticapitalistas dentro del
movimiento globofóbico. Lo que- independientemente del juicio que le merezcan -
sería cuestionable desde el punto de vista de los hechos. Sino más bien parece
referirse a que su ideología y prácticas, dentro de su heterogeneidad, son
abiertas, no se reclaman de ningún dogma ideológico, están más en estado
magmático que dogmático. En realidad, los grupos antiglobalización capitalista
sí profesarían un único dogma, que ellos consideran contrastado por los hechos:
que en el capitalismo no está la verdadera solución.
Carlos Taibo, por su parte, en Cien
Preguntas sobre el nuevo desorden ( Punto de Lectura, 2002) también
recurre a la vieja fórmula de las preguntas y respuestas del catecismo para
desarrollar el contenido de su libro. En su caso, el profesor de Ciencia
Política de la Universidad Autónoma y conocido articulista sobre asuntos
internacionales, incide en menor medida sobre los movimientos antiglobalización
y analiza, sobre todo, las consecuencias de la globalización neoliberal en
todas sus dimensiones. Pero más que nada trata el aspecto de las relaciones
internacionales, destacando el
(des)orden que aquélla ha traído con el nuevo avance de la hegemonía de
EE UU con su justificador
intervensionismo “humanitario” y el importante papel que en el actual orden
internacional ha adquirido el terrorismo internacional. Con un planteamiento
más dialéctico que Estefanía, de la exposición de Taibo parece deducirse que no
bastaría con reformas socialdemócratas para poner fin a la globalización
neoliberal. Y condición necesaria para ello, además, sería limitar el poder
hegemónico estadounidense.
Salpicado
con letras de canciones de L.P.R. (La Polla), el núcleo de Globalización Capitalista. Luchas y
resistencias ( Virus Editorial, 2001) lo constituyen dos textos de
Ramón Fernández Durán, un histórico del movimiento ecologista español. En ellos, se realiza un completo y
detallado análisis del origen y evolución del movimiento antiglobalizador, en los
que se pueden seguir sus primeros balbuceos, lo que sería su prehistoria
hasta Seattle, y su posterior historia
hasta hoy, y de los que pueden extraerse
algunos aspectos del significado antisistema de la lucha de los grupos de orientación
anticapitalista, y la clara conciencia que tienen de sus diferencias con los
sectores reformadores del movimiento.
En
fin, el mensaje de estos libros, con todos sus diferencias, queda claro. No
sólo nos dicen que la realidad existente, la globalización neoliberal, no es ni
el único mundo ni la única globalización que pueden existir, sino que, además,
otro mundo o, al menos, otra globalización son
necesarios. Si queremos una vida digna de la mayor parte de la humanidad
y antes de que la barbarie neoliberal lo haga
imposible. Y, entre otras muchas cosas, para que no siga ocurriendo lo que nos toca ( con perdón, nos canta) La
Polla: Te dejaré dinero, te ayudaré a salir./ Tu crisis engorda mis
intereses./ Un país favorecido por mi ayuda comercial/ préstamos para pillar lo
que queda por chupar/ ¿Cómo lo hago?/Pues me asocio algún paisano con orgullo
en la cartera/ y con mi ayuda militar yo lo pongo a gobernar mi finca
particular/.
LA
GLOBALIZACIÓN DESPUÉS DEL 11 DE SEPTIEMBRE
Los atentados del 11 de septiembre,
unidos a la fase de recesión en que ha estado inmerso el mundo en estos meses,
han cambiado las bases sobre las que se estaba desarrollando la globalización
neoliberal. Joaquín Estefanía plantea en su libro cuáles son y puedan ser los efectos que esa nueva
situación ha traído o pueda acarrear para el proceso de mundialización y los
movimientos antiglobalización. En primer lugar, la amenaza terrorista global,
ha obligado a volver la vista al Estado como factor de seguridad, pero ese
Estado que vuelve ya no es el de antes, sino un Estado transnacionalizado para
resolver el problema del terrorismo
global y los otros grandes problemas de los nuevos tiempos de índole mundial
como las amenazas de las sustancias nocivas de los alimentos, de las
inmigraciones o de las bandas mafiosas multinacionales. El levantamiento de la
veda de los paraísos fiscales por EE UU, dada su necesidad de controlar la
financiación del terrorismo internacional, parece haber sido, en cambio, uno de
sus efectos positivos.
El más negativo de esos efectos quizás haya
sido, al menos hasta ahora, en el
contexto de una democracia liberal ya demediada, el haber servido de coartada
para la aparición de un macartismo de nuevo cuño en EE UU y una restricción de
los derechos ciudadanos que se ha
extendido también a las legislaciones de Reino Unido, Alemania, Francia e Italia. Sin embargo, los temores de
Estefanía acerca de la viabilidad del movimiento antiglobalización, en ese
contexto de “autoritatismo democrático” creado por los atentados de Nueva York,
no parecen haberse cumplido. Al contrario, el éxito del II Foro Mundial de Porto Alegre, le ha aportado
respetabilidad y ha sido un paso importante para su consolidación. Lo mismo que
su última acción en Barcelona demuestra el gran apoyo social con que cuenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario