sábado, 5 de diciembre de 2015

Otra globalización es posible

                            OTRA GLOBALIZACIÓN ES  NECESARIA

                          Julio Antonio Vaquero Iglesias










La globalización es, sin duda, el tema de nuestro tiempo. El término ha entrado ya en el diccionario ( en el de la Real Academia Española el año pasado  en su vigésima segunda edición) y la literatura globalizadora alcanza ya dimensiones desbordantes. Existe, dentro de esa literatura, una tendencia globalista que la entiende como un fenómeno natural que nos conduce a un estado de armonía ( neoliberalismo) o como una tendencia irreversible hacia una sociedad poscapitalista de la información con sus aspectos positivos y negativos y cuyo verdadero motor no sería otro sino que las nuevas tecnologías de la información y comunicación ( las obras de  Manuel Castells son, quizás, las que mejor representan esa tendencia). Pero la teoría sobre la globalización dominante en esa literatura es la que considera que la globalización realmente existente es  la globalización neoliberal.
 Resultado consciente de un política neoliberal proyectada ( Consenso de Washington) en los años ochenta en  EE. UU por D. Reagan  y en Gran Bretaña por M. Thatcher y secundada después por otras potencias industriales de la Tríada ( EE UU, Japón y Europa) con gobiernos, incluso, socialdemócratas, su aplicación -posibilitada, en gran medida, por la nueva tecnología de la información y las comunicaciones - no sólo es responsable del empeoramiento de la situación  medioambiental mundial y de la exclusión y pobreza de grandes sectores de la población de los países emergentes y del Tercer Mundo, a través de la extensión en ellos  de las relaciones asalariadas en régimen de explotación similar al de la primera revolución industrial o por otros medios indirectos como la deuda externa, la especulación financiera o la fijación de los precios de las materias primas. Sino también de las condiciones de inseguridad laboral de amplias capas de la población y la aparición de  bolsas de pobrezas y marginación en el Primer Mundo a través de la desregulación del trabajo y desmantelamiento de los “estados de bienestar” y privatización de los servicios públicos. Además, de afectar negativamente a otras dimensiones de la sociedad como, en lo político, el ahondamiento de la crisis de la democracia liberal por el extrañamiento de los ciudadanos nacionales de los centros de decisión transnacionales, y, en lo cultural, la uniformización  con  la imposición, a través de la presión mediática, de la cultura estadounidense ( “mcdonalización” del mundo).
 Entendida así, la globalización no sería, paradójicamente, global, sino parcial; ni los movimientos sociales que han surgido para combatirla, antiglobalizadores, sino globalizadores. La globalización ha conseguido, en gran medida, la libertad mundial del flujo de capitales; pero, menos o, mejor dicho,  en su favor, la de la producción de bienes y servicios- deslocalización industrial y de servicios- y un comercio desregulado asimétricamente a favor de los países centrales. Y nada, excepto en el grado que les interesa, en cuanto a la libertad de circulación de las personas. Estamos, pues, ante una globalización parcial, esencialmente de los flujos financieros, que deja continentes enteros, como África, al margen. Los mal llamados antiglobalizadores lo que combaten es esta globalización limitada, impuesta y subordinada al mercado que busca el beneficio de las empresas transnacionales de los países centrales y  no satisfacer las necesidades de las personas. Por ello, lo que están, realmente, es a favor de otra globalización con una orientación totalmente opuesta a la que ha adoptado la realmente existente.
Grosso modo, ésas serían las notas comunes de  esa literatura que identifica la globalización realmente existente con la globalización neoliberal. Literatura ya muy numerosa y reciente ( la mayor parte de las obras están escritas en el último lustro de siglo pasado y en lo que llevamos del actual) y que, por otro parte, no sólo ha nacido exclusivamente con el objetivo del conocimiento de esas grandes transformaciones que está sufriendo nuestro mundo, sino, también, con un propósito añadido de índole propiamente ideológica: la necesidad de combatir la hegemonía que el discurso neoliberal – el llamado “pensamiento único”- desplegado por esa globalización neoliberal para justificarse, ha venido manteniendo. 
Pero es claro, como están demostrando las últimas acciones del movimiento antiglobalizador en el II Foro Social Mundial de Porto Alegre y ahora más recientemente en Barcelona, que, dentro de ese denominador común, existen también diferencias de planteamientos sobre la naturaleza de esa globalización neoliberal. Diferencias que se traducen consecuentemente en objetivos y programas máximos divergentes dentro del movimiento antiglobalizador. Por un lado, están los que se han denominado como neokeynesianos, que serían algo así como unos socialdemócratas globalizadores, partidarios de una regulación mundial, a los que, desde el sector globofóbico antisistema, se les califica peyorativamente como reformistas, porque son los que piden reformas de la mundialización neoliberal para conseguir  una globalización más justa. Por otro, están los anticapitalistas, denominados radicales desde el lado de los antiglobalizadores moderados, que suponen que la verdadera solución está en una ruptura radical que suponga rebasar el sistema capitalista neoliberal. Lo que no implica, para la mayoría de ellos, que se deba utilizar para conseguirlo ninguna clase de violencia.
            Esa interpretación neoliberal de la globalización, además de esa función didáctico- ideológica mencionada, aparece en dos de los libros – los de Joaquín Estefanía y Carlos Taibo- que comentamos aquí. Pero también, de manera más bien implícita que explícita, como tesis de fondo, nos parece que está presente en ellos  esa diferente de manera de entender uno y otro autor la naturaleza y, consecuentemente, los objetivos finales de las políticas de los movimientos sociales antiglobalización. Además de presentar otras diferencias de contenido, que los hacen casi complementarios y su lectura perfectamente compatible. El tercero – el de Ramón Fernández Durán y otros autores- está  escrito de manera clara y explícita desde la visión anticapitalista de la globalización.
             En su  Hij@ , ¿ qué es la globalización ( Aguilar, 2002) ,  bajo la fórmula de un diálogo de padre sesentayochista con hija antiglobalizadora, Joaquín Estefanía, ex director de El País  y autor de numerosas obras de gran difusión sobre este asunto, critica duramente el sentido discriminador e injusto de la globalización neoliberal y valora como muy positivas la acciones ya realizadas por el movimiento antiglobalizador y su importancia potencial para lograr una globalización equilibrada, domesticada por los hombres. Movimiento que considera- como apunta en el subtítulo del libro- La primera revolución del siglo XXI  continuación, en cierto modo, de la revolución del 68, y que ha logrado ya con éxito denunciar las lacras de la globalización neoliberal y hacer reaccionar a la izquierda tradicional y obligarla a incluir en su agenda algunas de las medidas que proponen como la condonación de la deuda externa a los países más pobre, la Tasa Tobín para gravar los flujos financieros o la renta básica de ciudadanía (RCB). Las dos  últimas propuestas son analizadas con más detalle por Estefanía, mostrando su significado, viabilidad y los problemas para su implantación.
               El ex director de El País se mueve en una  posición favorable a una globalización alternativa reformadora, neokeynesiana, que contenga las exageraciones del mercado a través de instituciones transnacionales controladas por una verdadera sociedad civil global, en la línea del cosmopolitismo democrático de la escuela de David Held. Y desde ella valora positivamente, con cierta ambigüedad, que la actitud dominante en el movimiento antiglobalización no tenga unos objetivos y prácticas cerrados que busquen la realización de otro modelo de sociedad. No parece que el autor, al apuntar lo anterior, quiera minusvalorar la importancia de los grupos anticapitalistas dentro del movimiento globofóbico. Lo que- independientemente del juicio que le merezcan - sería cuestionable desde el punto de vista de los hechos. Sino más bien parece referirse a que su ideología y prácticas, dentro de su heterogeneidad, son abiertas, no se reclaman de ningún dogma ideológico, están más en estado magmático que dogmático. En realidad, los grupos antiglobalización capitalista sí profesarían un único dogma, que ellos consideran contrastado por los hechos: que en el capitalismo no está la verdadera solución.
            Carlos Taibo, por su parte, en Cien Preguntas sobre el nuevo desorden ( Punto de Lectura, 2002) también recurre a la vieja fórmula de las preguntas y respuestas del catecismo para desarrollar el contenido de su libro. En su caso, el profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma y conocido articulista sobre asuntos internacionales, incide en menor medida sobre los movimientos antiglobalización y analiza, sobre todo, las consecuencias de la globalización neoliberal en todas sus dimensiones. Pero más que nada trata el aspecto de las relaciones internacionales, destacando el  (des)orden que aquélla ha traído con el nuevo avance de la hegemonía de EE UU con su  justificador intervensionismo “humanitario” y el importante papel que en el actual orden internacional ha adquirido el terrorismo internacional. Con un planteamiento más dialéctico que Estefanía, de la exposición de Taibo parece deducirse que no bastaría con reformas socialdemócratas para poner fin a la globalización neoliberal. Y condición necesaria para ello, además, sería limitar el poder hegemónico estadounidense.
            Salpicado con letras de canciones de L.P.R. (La Polla), el núcleo de    Globalización Capitalista. Luchas y resistencias ( Virus Editorial, 2001) lo constituyen dos textos de Ramón Fernández Durán, un histórico del movimiento ecologista  español. En ellos, se realiza un completo y detallado análisis del origen y evolución del movimiento antiglobalizador, en los que se pueden seguir sus primeros balbuceos, lo que sería su prehistoria hasta  Seattle, y su posterior historia hasta hoy,  y de los que pueden extraerse algunos aspectos del significado antisistema de la  lucha de los grupos de orientación anticapitalista, y la clara conciencia que tienen de sus diferencias con los sectores reformadores del movimiento. 
            En fin, el mensaje de estos libros, con todos sus diferencias, queda claro. No sólo nos dicen que la realidad existente, la globalización neoliberal, no es ni el único mundo ni la única globalización que pueden existir, sino que, además, otro mundo o, al menos, otra globalización son  necesarios. Si queremos una vida digna de la mayor parte de la humanidad y antes de que la barbarie neoliberal lo haga  imposible. Y, entre otras muchas cosas, para que no siga ocurriendo  lo que nos toca ( con perdón, nos canta) La Polla: Te dejaré dinero, te ayudaré a salir./ Tu crisis engorda mis intereses./ Un país favorecido por mi ayuda comercial/ préstamos para pillar lo que queda por chupar/ ¿Cómo lo hago?/Pues me asocio algún paisano con orgullo en la cartera/ y con mi ayuda militar yo lo pongo a gobernar mi finca particular/. 
                

             LA GLOBALIZACIÓN DESPUÉS DEL 11 DE SEPTIEMBRE
           
      Los atentados del 11 de septiembre, unidos a la fase de recesión en que ha estado inmerso el mundo en estos meses, han cambiado las bases sobre las que se estaba desarrollando la globalización neoliberal. Joaquín Estefanía plantea en su libro cuáles  son y puedan ser los efectos que esa nueva situación ha traído o pueda acarrear para el proceso de mundialización y los movimientos antiglobalización. En primer lugar, la amenaza terrorista global, ha obligado a volver la vista al Estado como factor de seguridad, pero ese Estado que vuelve ya no es el de antes, sino un Estado transnacionalizado para resolver el problema del  terrorismo global y los otros grandes problemas de los nuevos tiempos de índole mundial como las amenazas de las sustancias nocivas de los alimentos, de las inmigraciones o de las bandas mafiosas multinacionales. El levantamiento de la veda de los paraísos fiscales por EE UU, dada su necesidad de controlar la financiación del terrorismo internacional, parece haber sido, en cambio, uno de sus efectos positivos.

             El más negativo de esos efectos quizás haya sido, al menos hasta ahora,  en el contexto de una democracia liberal ya demediada, el haber servido de coartada para la aparición de un macartismo de nuevo cuño en EE UU y una restricción de los derechos  ciudadanos que se ha extendido también a las legislaciones de Reino Unido, Alemania,  Francia e Italia. Sin embargo, los temores de Estefanía acerca de la viabilidad del movimiento antiglobalización, en ese contexto de “autoritatismo democrático” creado por los atentados de Nueva York, no parecen haberse cumplido. Al contrario, el éxito del II Foro Mundial  de Porto Alegre, le ha aportado respetabilidad y ha sido un paso importante para su consolidación. Lo mismo que su última acción en Barcelona demuestra el gran apoyo social con  que cuenta.    

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