sábado, 19 de diciembre de 2015

Marilyn y el Posmodernismo

                             MARILYN MONROE Y EL POSMODERNISMO
                                                     Julio Antonio Vaquero Iglesias

          



  ¿ Fue Marilyn Monroe protoposmoderna? La vigencia del personaje en el imaginario colectivo de estas  décadas de dominio de la sensibilidad - o, como diría Raymond Willians, de la  “estructura de sentimiento”- posmoderna, y el  “revival” que la industria cultural ha desencadenado con motivo de la conmemoración de su muerte, así parecen indicarlo. Andy Warhol , precursor del arte pop, uno de los estilos que inician el movimiento cultural posmoderno, no habría hecho, pues, otra cosa con sus  reproducciones de la actriz que captar y expandir simultáneamente su temprana condición  posmoderna.. Pero, si esto es así, ¿ en qué sentidos se manifestó tal condición?.
            Lo primero que habría que decir es que quien habría sido posmoderno realmente fue el personaje- Marilyn Monroe- y no la persona, Norma Jean. Es decir, Marilyn cumple así la primera condición de lo posmoderno: ser un ente de “ficción”. Pero, más allá de esa ilusión  posmoderna,  objetivamente, no fue  otra cosa sino una mercancía cultural cuyo valor de cambio era el de ser un objeto de deseo producido para proporcionar  beneficios a la industria hollywoodiense. Ni más menos que tantas y tantas otras  mercancías simbólicas posteriores con que el capitalismo tardío reordena y activa nuestros deseos, y a la vez nos vende el producto inmaterial que los satisface. Producción inmaterial, dicho sea de paso, que, real o virtual,  es tan material, en verdad, como lo fueron, en este caso, los pingües ganancias que proporcionó a los magnates de la industria del celuloide el propio personaje de Marilyn.
            Para los posmodernos, en cambio, ese objeto mercantil no sería  – Braudillard  dixit - más que un “simulacro”, una realidad autorreferencial que tiene ya poco o  nada que ver con la realidad externa. Esto es: Marilyn habría terminado sustituyendo, más bien, “nulificando”, a Norma. Pero desde el posmodernismo visto como “lógica del capitalismo tardío”, la interpretación  es, desde luego,  bastante diferente. La mercancía que fue el personaje de Marilyn, un objeto de compraventa sexualmente exultante, envuelto en voluptuosas formas, conllevaba, como toda mercancía, su propio fetichismo. Y, por ello,  Marilyn Monroe oscurecía y enmascaraba las verdaderas y asimétricas  relaciones sociales en las que, desde su nacimiento, había visto atrapada su vida  Norma Jean. Fue precisamente su condición de valor de cambio, marcado ya con los signos del emergente y posteriormente dominante capitalismo flexible-y no, como dicen los teóricos posmodernos, prisión del lenguaje, con su supuesta incapacidad para capturar la realidad externa- la que, realmente, hizo desaparecer a la persona, oculta tras  el personaje.
            La reproducción serigrafiada que realizó Andy Warhol  de la fotografía de la actriz, en una gama que va desde la nitidez hasta la evanescencia, lo dice todo. Es la presentación del sujeto fragmentado, sin identidad propia, del que nos habla el posmodernismo. Un sujeto flexible y ambiguo, cuya labilidad se traduce en múltiples formas simultáneas. De la misma manera que la singularidad se pierde en la serie en la reproducción serigrafiada de Warhol, así también los diferentes papeles que representó el personaje no nos permiten saber realmente quién fue Marilyn Monroe. ¿ Sería la mujer fatal, devoradora compulsiva de hombres, o la muchacha insegura, frágil y desvalida, carne fácil para el canibalismo masculino? ¿ La chica inculta e ingenua, poco más que un pedazo de carne bella, o la mujer inteligente, con talento natural, con ganas de aprender y aspiraciones intelectuales, que se nos presentó a veces? ¿ La actriz cuyo cuerpo “actuaba” por ella o la que sabía interpretar, además, con el cerebro? ¿En algunos momentos, una, y en otros, otra; o siempre todas y a la vez, como si sólo fueran una  todas las múltiples imágenes que componen  el montaje de Warhol? 
            La respuesta es clara para todos aquellos que no ven en esas expresiones posmodernistas sino una manifestación más de las que constituyen  todo objeto de intercambio. Como tal, fue todas y una simultáneamente. Mientras más aristas simbólicas presentara el poliédrico personaje( que fueron, sin duda, tantas como curvas reales modelaban su figura), mayores eran las virtualidades de consumo que ofrecía para  el mercado y más acelerada la velocidad que imprimía a la rotación del capital. Por eso, para  aquellos que- pese a lo que dice Lyotard-  siguen “creyendo” en los contenidos objetivos de los metarrelatos que los hombres nos contamos, esas innumerables marilyn ( escrito sea con la minúscula de las cosas de consumo) nunca pudieron hacer desaparecer a Norma Jean. Ése fue el verdadero nombre de su yo, aunque éste se manifestara, cómo no habría de hacerlo, descentrado, esquizoide y vampirizado por el de Marilyn Monroe. “Aunque ése no sea su verdadero nombre”, rezó por ella en su oración poética Ernesto Cardenal. Qué bien lo entendió el cura revolucionario: “ Como toda empleadita de tienda/ soñó ser artista de cine./ Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva./
            Como no podía ser menos para una posmoderna avant la lettre, el tiempo de Marilyn sólo fue el presente. No tuvo pasado ni futuro. El  pasado que se le atribuye, el único que existe  según dice la historia posmoderna, es solamente interpretable, como nos dice Derrida, por la deconstrucción del texto del personaje, y no cognoscible a través del análisis de la realidad individual y social de la  persona. Textos que se cruzan en el espacio y en el tiempo con otros textos - es decir, en este caso, sobre todo, intertextualidad de fotografías que se intercalan con fotografías- y textos, finalmente, que, como apuntan los  teóricos posmodernos, sólo tienen sentido en sí mismos.
Pero, si no aceptamos eso, y tratamos de ver más allá, aunque sólo sea  observando con los ojos poéticos y creyentes de Ernesto Cardenal, percibimos claramente que la verdadera historia de Marilyn Monroe fue, en la realidad, la de la vida y muerte de Norma Jean. Y esa historia está compuesta de hechos con contextos sociales, es decir, por algo  más que, simplemente, significados con textos, y  también de  algo más denso y objetivo que los  ilusorios y superficiales episodios que conforman los metarrelatos posmodernos: Señor/ recibe a esta muchacha conocida en toda la tierra con el nombre de Marilyn Monroe/ (...)/(pero Tú  conoces su verdadero nombre/, el de la huerfanita violada a los 9 años y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)/(..)Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia( según cuenta el Times)/(...) Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox./ El templo- de mármol  y de oro-  es el templo de su cuerpo/ en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano/ expulsando a los mercaderes de la 20th Century Fox/ que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones/
            ¿ Y el presente y el futuro? Vivir  un eterno  instante  presente que no tiene futuro y, como hemos visto, tampoco verdadero pasado, expresa también la sensibilidad posmoderna. El presente de Marilyn también estuvo compuesto de miles de instantes. Amores fugaces y sentimientos inestables como el brillo centelleante del dinero moviéndose en la bolsa y el vértigo de los objetos de consumo sucediéndose en los escaparates de los grandes almacenes. Pero, al final, la historia de Norma Jean, agitándose por debajo de ese mundo de la reproducción ampliada del capital- tan inasible por lo  abstracto como tangible por la  acumulación - terminó emergiendo para poner fin a aquel presente interminable. Y para ello unió definitivamente el futuro condicional que se esbozaba en el pasado de Norma  con el  futuro imperfecto y  final del presente de  Marilyn. El Poder, como no podía ser de otra manera, también estuvo involucrado. Como poco, ni siquiera quiso ponerse al teléfono para evitarlo.  
             ¡Pobre Marilyn Monroe, aunque ése no haya sido su verdadero nombre!. Lo mejor que harían los que la “fabricaron”, es dejar de reproducirla para seguir explotándola. Lo más humano debería de ser  recordar con compasión a Norma Jean, que ese sí fue su verdadero y, por tanto, no posmoderno  nombre.

( ARTULO PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE “LA NUEVA ESPAÑA”, DE OVIEDO ( ASTURIAS)

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