MARILYN MONROE
Y EL POSMODERNISMO
Julio Antonio Vaquero Iglesias
¿ Fue Marilyn Monroe protoposmoderna?
La vigencia del personaje en el imaginario colectivo de estas décadas de dominio de la sensibilidad - o,
como diría Raymond Willians, de la
“estructura de sentimiento”- posmoderna, y el “revival” que la industria cultural ha
desencadenado con motivo de la conmemoración de su muerte, así parecen
indicarlo. Andy Warhol , precursor del arte pop, uno de los estilos que inician
el movimiento cultural posmoderno, no habría hecho, pues, otra cosa con
sus reproducciones de la actriz que
captar y expandir simultáneamente su temprana condición posmoderna.. Pero, si esto es así, ¿ en qué
sentidos se manifestó tal condición?.
Lo primero que habría que decir es que
quien habría sido posmoderno realmente fue el personaje- Marilyn Monroe- y no
la persona, Norma Jean. Es decir, Marilyn cumple así la primera condición de lo
posmoderno: ser un ente de “ficción”. Pero, más allá de esa ilusión posmoderna,
objetivamente, no fue otra cosa
sino una mercancía cultural cuyo valor de cambio era el de ser un objeto de
deseo producido para proporcionar
beneficios a la industria hollywoodiense. Ni más menos que tantas y
tantas otras mercancías simbólicas
posteriores con que el capitalismo tardío reordena y activa nuestros deseos, y
a la vez nos vende el producto inmaterial que los satisface. Producción
inmaterial, dicho sea de paso, que, real o virtual, es tan material, en verdad, como lo fueron,
en este caso, los pingües ganancias que proporcionó a los magnates de la
industria del celuloide el propio personaje de Marilyn.
Para
los posmodernos, en cambio, ese objeto mercantil no sería – Braudillard
dixit - más que un “simulacro”, una realidad autorreferencial que
tiene ya poco o nada que ver con la
realidad externa. Esto es: Marilyn habría terminado sustituyendo, más bien,
“nulificando”, a Norma. Pero desde el posmodernismo visto como “lógica del
capitalismo tardío”, la interpretación
es, desde luego, bastante
diferente. La mercancía que fue el personaje de Marilyn, un objeto de
compraventa sexualmente exultante, envuelto en voluptuosas formas, conllevaba,
como toda mercancía, su propio fetichismo. Y, por ello, Marilyn Monroe oscurecía y enmascaraba las
verdaderas y asimétricas relaciones
sociales en las que, desde su nacimiento, había visto atrapada su vida Norma Jean. Fue precisamente su condición de
valor de cambio, marcado ya con los signos del emergente y posteriormente
dominante capitalismo flexible-y no, como dicen los teóricos posmodernos,
prisión del lenguaje, con su supuesta incapacidad para capturar la realidad
externa- la que, realmente, hizo desaparecer a la persona, oculta tras el personaje.
La
reproducción serigrafiada que realizó Andy Warhol de la fotografía de la actriz, en una gama
que va desde la nitidez hasta la evanescencia, lo dice todo. Es la presentación
del sujeto fragmentado, sin identidad propia, del que nos habla el
posmodernismo. Un sujeto flexible y ambiguo, cuya labilidad se traduce en
múltiples formas simultáneas. De la misma manera que la singularidad se pierde
en la serie en la reproducción serigrafiada de Warhol, así también los
diferentes papeles que representó el personaje no nos permiten saber realmente
quién fue Marilyn Monroe. ¿ Sería la mujer fatal, devoradora compulsiva de
hombres, o la muchacha insegura, frágil y desvalida, carne fácil para el
canibalismo masculino? ¿ La chica inculta e ingenua, poco más que un pedazo de
carne bella, o la mujer inteligente, con talento natural, con ganas de aprender
y aspiraciones intelectuales, que se nos presentó a veces? ¿ La actriz cuyo
cuerpo “actuaba” por ella o la que sabía interpretar, además, con el cerebro?
¿En algunos momentos, una, y en otros, otra; o siempre todas y a la vez, como
si sólo fueran una todas las múltiples
imágenes que componen el montaje de
Warhol?
La
respuesta es clara para todos aquellos que no ven en esas expresiones posmodernistas
sino una manifestación más de las que constituyen todo objeto de intercambio. Como tal, fue
todas y una simultáneamente. Mientras más aristas simbólicas presentara el
poliédrico personaje( que fueron, sin duda, tantas como curvas reales modelaban
su figura), mayores eran las virtualidades de consumo que ofrecía para el mercado y más acelerada la velocidad que
imprimía a la rotación del capital. Por eso, para aquellos que- pese a lo que dice
Lyotard- siguen “creyendo” en los
contenidos objetivos de los metarrelatos que los hombres nos contamos, esas
innumerables marilyn ( escrito sea con la minúscula de las cosas de consumo)
nunca pudieron hacer desaparecer a Norma Jean. Ése fue el verdadero nombre de
su yo, aunque éste se manifestara, cómo no habría de hacerlo, descentrado,
esquizoide y vampirizado por el de Marilyn Monroe. “Aunque ése no sea su
verdadero nombre”, rezó por ella en su oración poética Ernesto Cardenal. Qué
bien lo entendió el cura revolucionario: “ Como toda empleadita de tienda/
soñó ser artista de cine./ Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra
interpreta y archiva./
Como
no podía ser menos para una posmoderna avant la lettre, el tiempo de
Marilyn sólo fue el presente. No tuvo pasado ni futuro. El pasado que se le atribuye, el único que
existe según dice la historia
posmoderna, es solamente interpretable, como nos dice Derrida, por la
deconstrucción del texto del personaje, y no cognoscible a través del análisis
de la realidad individual y social de la
persona. Textos que se cruzan en el espacio y en el tiempo con otros
textos - es decir, en este caso, sobre todo, intertextualidad de fotografías
que se intercalan con fotografías- y textos, finalmente, que, como apuntan
los teóricos posmodernos, sólo tienen sentido
en sí mismos.
Pero, si no aceptamos eso, y tratamos de ver más allá, aunque sólo
sea observando con los ojos poéticos y
creyentes de Ernesto Cardenal, percibimos claramente que la verdadera historia
de Marilyn Monroe fue, en la realidad, la de la vida y muerte de Norma Jean. Y
esa historia está compuesta de hechos con contextos sociales, es decir, por
algo más que, simplemente, significados
con textos, y también de algo más denso y objetivo que los ilusorios y superficiales episodios que
conforman los metarrelatos posmodernos: Señor/ recibe a esta muchacha
conocida en toda la tierra con el nombre de Marilyn Monroe/ (...)/(pero Tú conoces su verdadero nombre/, el de la
huerfanita violada a los 9 años y la empleadita de tienda que a los 16 se había
querido matar)/(..)Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia(
según cuenta el Times)/(...) Pero el templo no son los estudios de la 20th
Century-Fox./ El templo- de mármol y de
oro- es el templo de su cuerpo/ en el
que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano/ expulsando a los
mercaderes de la 20th Century Fox/ que hicieron de Tu casa de oración una cueva
de ladrones/
¿ Y el presente y el futuro?
Vivir un eterno instante
presente que no tiene futuro y, como hemos visto, tampoco verdadero
pasado, expresa también la sensibilidad posmoderna. El presente de Marilyn
también estuvo compuesto de miles de instantes. Amores fugaces y sentimientos
inestables como el brillo centelleante del dinero moviéndose en la bolsa y el
vértigo de los objetos de consumo sucediéndose en los escaparates de los
grandes almacenes. Pero, al final, la historia de Norma Jean, agitándose por
debajo de ese mundo de la reproducción ampliada del capital- tan inasible por
lo abstracto como tangible por la acumulación - terminó emergiendo para poner
fin a aquel presente interminable. Y para ello unió definitivamente el futuro
condicional que se esbozaba en el pasado de Norma con el
futuro imperfecto y final del
presente de Marilyn. El Poder, como no
podía ser de otra manera, también estuvo involucrado. Como poco, ni siquiera
quiso ponerse al teléfono para evitarlo.
¡Pobre Marilyn Monroe, aunque ése no haya sido
su verdadero nombre!. Lo mejor que harían los que la “fabricaron”, es dejar de
reproducirla para seguir explotándola. Lo más humano debería de ser recordar con compasión a Norma Jean, que ese
sí fue su verdadero y, por tanto, no posmoderno nombre.
( ARTULO
PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE “LA NUEVA ESPAÑA”, DE OVIEDO ( ASTURIAS)
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