LOS PELIGROS DE LA SENDA CONFEDERAL
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Quien no conozca los libros anteriores de José
Manuel Otero Novas ni su filiación
ideológica y actividad política bien
podría pensar por el título de su último libro, Asalto al Estado. España debe
subsistir (Biblioteca Nueva, 2005), que estamos ante un autor y un
libro defensores del más rancio nacionalismo españolista de derechas. Pero, sin
duda, sería ésa una falsa impresión.
Otero Novas, de tendencia democristiana, fue un destacado miembro del Grupo Tácito durante la fase final del
franquismo, grupo que defendía desde las páginas del periódico católico Ya la reforma de la dictadura desde dentro, y
después durante la Transición, nuestro autor fue también un dirigente político de
la UCD, estrecho colaborador de Adolfo
Suárez.. En sus gobiernos fue titular de las carteras ministeriales de de la Presidencia durante el proceso
constituyente y la de Educación
posteriormente y, más tarde, llegó a ser miembro del Comité Ejecutivo Nacional del PP. Hoy está retirado
de la política activa, pero sigue dedicándose a ella como intelectual y
analista de la realidad política nacional..
Él mismo se atribuye en su libro haber sido uno de los inspiradores del título VIII de la Constitución como
también de la disposición adicional constitucional que aceptaba los derechos
históricos, pero dentro de los límites de la Constitución, lo cual supuso,
finalmente, la abstención del PNV en el referéndum constitucional.
Lo cierto es que no estamos sólo ante un ensayista con gran capacidad de
análisis y de raciocinio, sino ante alguien que añade a esto una gran
experiencia política directa sobre el tema que trata en su libro y es, además,
un profundo conocedor de los entresijos del Estado. La tesis que Otero Novas mantiene
en él no es nueva, la ha venido defendiendo ya en otros libros y artículos en
la prensa. Pero para el autor ahora se
hace más necesario que antes ahondar y
difundirla con las soluciones a los graves problemas que se plantean en ella. Porque, según la tesis de
fondo que defiende, la intensificación del proceso confederal en el que estamos inmersos ya desde los
años 80, puede hacerse imparable con la reforma
constitucional emprendida por el
Gobierno Zapatero y, por ello, según el
autor, estamos ante un momento crucial para poder ponerle fin por los peligros
que implica. Denunciar los peligros de esa deriva confederal y proponer
soluciones para detenerla son, sin duda, los verdaderos objetivos de este
libro.
Otero Novas considera un grave
peligro ese proceso de “confederalización”, porque “adelgaza”, vacía de competencias, el Estado Central y pone, con
ello, además, en peligro la unidad y la subsistencia de la nación española.
Nación española que para él existe desde la etapa de dominio romano de la
Península. Y a cuyo origen y evolución
dedica uno de los capítulos nucleares de su obra, a mi entender y a pesar de la
gran erudición histórica que demuestra, el más flojo del
libro. En un Estado Confederal,
la principal función que realiza
el Estado es la labor de coordinación y
asistencia a los Estados que lo componen y no implica la existencia de una
nación común. En cambio, nuestro autor considera, bajo un claro, idealista e
interclasista influjo hegeliano, que la existencia de un Estado Nacional ha
sido y debería seguir siendo “la gran palanca de progreso de todos los
españoles, de todas las regiones, lo que nos da respetabilidad en mundo, lo que
nos ha permitido superar primero lo feudal y después lo caciquil, lo que ha
permitido establecer la libertad y la igualdad” (página 26).
Esa tendencia hacia el Estado confederal se agrava ahora, según él, con el proyecto de reforma constitucional que
trata de realizar el Gobierno Zapatero,
máxime cuando éste necesita para
gobernar el apoyo de los nacionalistas catalanes de izquierda, tendentes a
caminar por la senda confederal hacia la independencia. Meta coincidente con
las de otros nacionalismos periféricos y
hacia la que éstos han ido avanzando por la puerta de atrás del Estado
con cierta permisividad de los partidos nacionales y sin que la sociedad civil sea
muy consciente de ello.
En efecto, el modelo territorial
autonómico diseñado en la Constitución de 1978, viene a decir Otero Novas, pretendía encauzar un modelo de federalismo
asimétrico que reconociese la diversidad
y la personalidad de los territorios históricos concediéndoles el acceso directo al techo competencial máximo que recogía el texto
constitucional. Esa personalidad histórica tenía su legitimación en los derechos históricos de nacionalidades
como Cataluña y País Vasco y Galicia.
Pero en la evolución política española posterior, siempre
según nuestro autor, se produjo en la práctica un brusco giro impulsado por los
nacionalistas con el beneplácito de los dos partidos nacionales que transformó
el modelo federal asimétrico que preconizaba el texto constitucional en otro
que privilegiaba el modelo de contenido autonómico- federal uniforme, inspirado
en los criterios de racionalidad y
uniformidad y cuyo inspirador fue el jurista García Enterria. Todas las Comunidades
Autónomas pudieron acceder así al techo competencial que “se reservaba” para
los territorios históricos. Lo cual produjo por reacción el que las
nacionalidades históricas, al no aceptar
“el café para todos”, se adentrasen, con el objeto de mantener su singularidad,
por la senda del Estado confederal, el
cual implica, además, el fin de la
subsistencia de la nación española.
Otro de los factores que acentuó ese proceso de
“confederalización” fue en los años 90, la necesidad del Partido socialista, primero,
y el PP, después, de los votos de los nacionalistas periféricos para gobernar.
Esos partidos se saltaron, en la opinión del autor, el contenido de la Constitución y se plegaron a las demandas de mayores e inconstitucionales
competencias por parte de todas las Comunidades Autónomas, en una encadenada
espiral confederal.
Por si esta
tendencia hacia la “confederalización” no fuera suficiente para producir un
grave vaciamiento del Estado Central y amenazar la integridad, la subsistencia
de la nación española y poner en peligro
las vitales funciones del Estado Central,
con ella confluyen, además, simultáneamente, otros dos factores que, más allá
de adelgazar al Estado español, casi lo
están convirtiendo, en la opinión del autor, en anémico. El primero consiste en
la cesión de competencias y soberanía que el Estado español ha tenido que realizar a favor de la Unión Europea y el segundo, la
tendencia hacia la implementación de un Estado mínimo que conlleva la aplicación
de las políticas de desregulación para adaptarse a la globalización neoliberal.
El proceso de
federalización de la Unión Europea (ahora en cuestión y en situación de
paralización como consecuencia del resultado de los referendos de Francia y
Holanda sobre la Constitución europea y de la reciente cumbre europea) hizo crecer
la soberanía europea a costa de la del Estado español. Y aunque este proceso
era inverso al proceso de “confederalización”del Estado español, también contribuyó,
como éste, a aumentar el “adelgazamiento”
y la disminución del poder del Estado Central que, difícilmente, puede ya cumplir
esas funciones que considera que debe
prestar a sus ciudadanos el Estado Nacional.
Otero Novas expone, además, las razones éticas, inspiradas en el humanismo cristiano, que avalan sus planteamientos. Éstas le llevan
no sólo a considerar como moralmente ilícito el derecho unilateral de
los nacionalismos periféricos a la autodeterminación, sino también la “confederalización”
del Estado. La razón no está en los principios morales que en abstracto son indiferentes en ambos aspectos, sino en su aplicación concreta en el caso español
por el daño que su aplicación causaría a los ciudadanos “españoles” y por el
riesgo “razonable” de los graves traumas
y enfrentamientos que traerían consigo.
La solución que nos propone es la paralización de la reforma del
modelo territorial en marcha que no aportaría, sino otro avance hacia la “confederalización”,
y la puesta en práctica de un proyecto sugestivo de regeneración de la nación española. Y a partir de ahí un Gran
Pacto nacional que cierre definitivamente el modelo de Estado. Y de no ser
posible este pacto, un gobierno de concentración o un acuerdo de los dos
grandes partidos nacionales para reformar
la ley electoral e impedir así la
presión de los partidos nacionalistas en su función de partidos- bisagra.
Como es fácil de deducir, los
planteamientos de Otero Novas
proporcionan munición abundante y de
grueso calibre al PP para su oposición a la actual política de reforma del
modelo territorial del Gobierno
Zapatero. De hecho, el decálogo que se anuncia (El País, 18-VI-2005) va difundir el PP sobre la cuestión nacional
reproduce claramente las posiciones y los argumentos que se defienden y
desarrollan en este libro. La pregunta final de muchos lectores será, sin duda,
por qué, si el Estado Central ya apenas es nada, esa lucha enconada, con lo
nunca visto de la derecha en la calle y con pancartas, para anular sus leyes y
tratar de volver a conseguir su control( PUBLICADO EN CULTURA, SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA)
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