viernes, 5 de junio de 2015

¿ UNA NUEVA GUERRA GLOBALIZADA?

¿UNA NUEVA GUERRA GLOBALIZADA?
                                                        Julio Antonio Vaquero Iglesias


          

   Cada sociedad tiene su propia clase de guerra nos explican los polemólogos y los teóricos de los conflictos. Y el capitalismo globalizado ha significado también en ese campo la aparición de un nuevo tipo de conflicto diferente de las ya viejas guerras modernas que asolaron el mundo en el siglo pasado. Kaplan,  Cléver, Duffield, Ignatieff, Martín Shaw, Huntington, entre otros muchos, han sido los teóricos que han ido identificando desde los años noventa los rasgos específicos de esos nuevos conflictos que desde el final del sistema bipolar de los bloques y la guerra fría  se han ido desarrollando en la ex Yugoslavia, África, y Asia. Pero es, sobre todo, Mary Kaldor quien nos ha proporcionado una visión de conjunto de esa “nuevas guerras” en diversos trabajos cuyo resultado final se recoge en su libro- ahora de plena actualidad-  Las nuevas guerras  ( Tusquets Editores,1999)
            Las “nuevas guerras” se caracterizan por una serie de  rasgos inéditos  que se refieren no sólo a sus motivos y actores, sino también a sus modalidades y financiación.   Los conflictos bélicos desde los años noventa no tienen, como ocurrió en la guerras modernas, su origen dominante en causas ideológicas, geopolíticas o económicas ni sus actores están tan  bien definidos como lo eran los estados- nación. Ni su objetivo preferente es el dominio territorial por el control militar. Ni su financiación está ya fundamentado en una  economía de guerra. Ni ya las víctimas son dominantemente los propios combatientes.
             En esas “nuevas guerras” los motivos están en relación con las políticas de identidad, es decir, su reivindicación del poder  se fundamenta en la defensa de una identidad cultural sea ésta nacional o  religiosa. Y el origen de esa oleada de política  de identidades no es sino un efecto mediato de las disfunciones de la globalización. Por eso hay que entenderlas no como un mero “revival” reactivo de unas identidades premodernas ante la homogeneización cultural traída por aquélla, sino como algo generado por la conflictiva y nueva realidad globalizada. La desintegración  del estado- nación alimentada por la mundialización y la exclusión que ésta conlleva para países y territorios hace volver a la cohesión identitaria nacional o religiosa. Además de que los grupos que se aprovechan de la erosión de la legitimidad del estado- nación impulsan esas políticas de identidad para justificar su intereses. Los actores militares, además del ejército formal, son diversos e informales y aparecen nuevos actores civiles transnacionales de gran importancia como ONGs y organismos multilaterales. La estrategia es  ahora el control político y no militar del territorio. Por eso la modalidad militar de la “nueva guerra” es una mezcla de guerra de guerrillas y de  contrainsurgencia. Así como su financiación se fundamenta en la extorsión, las actividades delictivas o proviene de grupos o países externos. Y las víctimas mayoritarias se producen ahora entre la población civil.
            La interpretación teórica que se realiza de esos nuevos conflictos es de primordial importancia para establecer  los principios para su gestión y su prevención.  Huntington propone una interpretación que, para la Kaldor, pretende ser realista, pero es , en realidad ,  esencialista. Y para  otros es, en último término, ideológica o justificativa del domino norteamericano. El choque de civilizaciones seria inevitable  y lo único que puede hacer la civilización occidental es prevenirse frente a los ataques de la civilización musulmana que sería su verdadera oponente . Esta teoría se fundamenta en la vieja realidad de los estados- nación que ya comienza  a  erosionarse por la nueva realidad de la globalización. Concepto que Huntington no emplea para nada  en sus planteamientos.
            La otra interpretación (Kaplan) es la de considerar ese nuevo tipo de conflictos como parte de la degradación del estado y la inmersión del mundo en una etapa de anarquía futura de la que únicamente se salvarán algunos islotes de civismo.  
          Frente a esos dos enfoques, Mary Kaldor se mueve en la teoría de la gobernación cosmopolita- en el sentido kantiano- que defiende la escuela de David Held. Evitar que se sigan produciendo esos nuevos  conflictos depende del comportamiento humano. Para ello, se debe ir hacia un régimen cosmopolita en el que todas las entidades políticas  actúen de acuerdo con unas normas internacionales que garanticen, sobre todo, el respeto de los derechos humanos y las normas humanitarias. Es necesaria la creación, para que se cumplan, de un conjunto de instituciones transnacionales con mayores competencias y legitimidad que las que existen en la actualidad. La gestión y solución de las “nuevas guerras”, la seguridad mundial, en suma, pasarían , pues, por avanzar en ese camino hacia un cosmopolitismo que implica el universalismo, pero, a la vez, el respeto por la diversidad.
La pregunta que, insistentemente,  pasa por la cabeza del lector de la Kaldor después del 11 de septiembre no tiene una respuesta unívoca. ¿ Estamos hoy ante una “nueva guerra”?. Sí y no. Sí presenta el actual conflicto internacional elementos de la “nueva guerra”. No se ha tratado, en su origen y por sí mismo, de un enfrentamiento entre estados- nación, sino de un actor, un grupo terrorista, con un claro objetivo de movilización política basado en una política de identidad. religiosa y una estrategia de provocación brutal que, presumiblemente, busca desencadenar una  respuesta que desemboque en una movilización del mundo musulmán y árabe contra EE. UU y los países occidentales. El predominio de las victimas civiles, la intervención de organismos transnacionales, el éxodo de refugiados derivados de la acción norteamericana contra Afganistán, así como la financiación ilegal y subterránea  de la red terrorista son otros elementos típicos de la “nueva guerra”.
            De la respuesta norteamericana, en cambio, no parece deducirse que sea percibida como una “nueva guerra”.             Desde luego, no se mueve dentro de la visión cosmopolita  que nos propone la polemóloga británica. Más bien,  está  dentro de la “guerra espectáculo” y parece estar planeada en gran medida para el consumo interno del mercado norteamericano como justificación ante su opinión pública. Bombardeos masivos para conseguir el castigo de los culpables, que causan el menor número de victimas propias y “daños colaterales” numerosos entre la población civil. Pero, desde luego, por lo menos hasta el momento, no se ven iniciativas para caminar hacia ese nuevo orden mundial transnacional cosmopolita.
            Claro es que, más allá de ello y desde otra concepción menos plana de la globalización que la que mantienen los cosmopolitas, alguien puede pensar que la reacción norteamericana es plenamente coherente. Nada de aceptar las limitaciones y  ataduras políticas y legales que podría traer consigo un orden transnacional  como el que conciben aquéllos. Simplemente, se trataría de poner en orden la casa global eliminando las disfunciones terroristas y poniendo limites a los “estados gamberros” que los apoyan  para seguir dentro del mismo modelo globalizador neoliberal. La verdad es que para justificar esa política es bastante más funcional la interpretación del “choque de civilizaciones” que la concepción de la teoría cosmopolita.
         


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