EL EPISODIO PASIONAL
DE “EL DOS DE MAYO”
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Pérez-Reverte
relata minuciosamente, hora a hora, calle a calle, amotinado a amotinado, los
acontecimientos de “El dos de mayo”
En
Aranjuez, donde la familia real pernocta en su viaje hacia Andalucía para preparar
su marcha hacia las colonias americanas, previendo la ocupación de España por
Napoleón, se produce entre el la noche
del 17 al 18 de marzo un motín organizado por
la nobleza que derriba a Godoy y
fuerza a Carlos IV el día 19 a abdicar en favor de su hijo. Murat, duque de Berg,
lugarteniente y cuñado de Napoleón, ocupa Madrid con 10. 000 soldados que se acuartelan en el
caso urbano y 20.000 vivaquean en los
alrededores de la capital. Fernando VII y su padre depuesto viajan Bayona para
someter el pleito dinástico al arbitraje del corso. Éste tiene ya el decido propósito de sustituirlos
colocando en el trono español a alguien
de su confianza y convertir España en otra pieza de su sistema imperial
Desde la ocupación francesa de Madrid los altercados
entre los invasores y los madrileños son cada vez más frecuentes. El rey Fernando
ha dejado una Junta de Gobierno presidida por su tío el infante don Antonio y
en el Palacio Real sólo quedan dos miembros de la familia real, la princesa de
Etruria y el infante niño Francisco de Paula. En la mañana del dos de mayo
cuando los franceses intentan trasladarlos también a Bayona para impedir
cualquier intento de los españoles de apoyarse en ellos para impedir los
designios de Napoleón, una parte del pueblo madrileño se amotina produciéndose
duros enfrentamientos con las tropas francesas en las calles de la ciudad. Esa
lucha callejera se concentra en un foco de resistencia militar en el parque de
artillería de Monteleón donde los madrileños acuden pidiendo armas. Los
franceses sólo logran reducir este foco
de resistencia con gran número de bajas bien avanzada la tarde. La jornada se
prolonga toda la noche y madrugada del siguiente día en una sangrienta y
sistemática represión por parte de los franceses.
Esos
son los principales personajes y acontecimientos que nos relata Pérez-Reverte
en su ultima novela, Un día de cólera (Alfaguara, 2007), que más
que novela histórica podría catalogarse como relato novelado. Reverte no
pretende analizar o valorar estos acontecimientos ni juzgar a sus protagonistas,
sino presentarlos al lector de manera aséptica, identificándolos y describiendo
sus actuaciones de ese día con todo lujo de detalles de la misma manera que lo
haría hoy un reportero de guerra. Para ello no sólo se ha documentado
concienzudamente en las fuentes de la época, sino que ha leído también lo más
notable de la bibliografía existente sobre el episodio. Y para construir su
relato ha acudido, además, a su propia experiencia de corresponsal de guerra.
Desde las siete de la mañana, casi hora a
hora, hasta el sobrecogedor relato de los fusilamientos en Príncipe Pío en la mañana del día siguiente, Reverte hace
desfilar ante nuestros ojos con un ritmo vertiginoso, con su habitual capacidad
narrativa y un realismo minucioso, los acontecimientos y enfrentamientos en
los principales focos del conflicto: plaza
Mayor, Sol, plaza de Oriente, puerta de
Toledo y, sobre todo, la heroica resistencia en el Parque de Artillería de
Monteleón.
El novelista saca del anonimato a los
actores concretos y reales de aquella jornada. Los identifica por sus nombres y sus oficios, relata su
trágica peripecia ateniéndose fidedignamente a los hechos históricos (sólo he
detectado un dato inexacto cuando sitúa el motín de Aranjuez entre los días 18 y 19 de marzo) y describe sus relaciones ese
día utilizando como cemento argumental la ficción cuyo tratamiento responde adecuadamente
a la condición básica de la novela histórica que es la verosimilitud. Son unos trescientos
personajes reales que componen algo así como un personaje coral que el
novelista disecciona identificando individualmente sus miembros y entre los
que distingue y presta más atención a
unos diez personajes más significativos y sobre cuya trayectoria de aquel día tiene un
mayor conocimiento y cumplen, además, la función de dar continuidad a su
relato. Son éstos, además de los tres protagonistas de Monteleón, Velarde, Daoiz y
Ruiz, Blanco White, Moratín, Goya, Antonio Alcalá- Galiano, Blas Molina
Soriano, entre otros.
Esos
amotinados son mayoritariamente gente del pueblo llano, menestrales,
aprendices, tenderos, majos, criados, mendigos…; hombres pero también niños y
muchas mujeres que participan activamente en la lucha. No hay apenas
representantes de la nobleza y el autor sólo hace intervenir a dos miembros del
clero participando en los tumultos. El 2
de mayo es para Reverte un estallido popular provocado no por elevados motivos
patrióticos, como después se ha mitificado por unos y otros, sino por causas
más pedestres como el descontento de los madrileños con las actitudes
prepotentes de los soldados franceses. Porque- como ha comentado el novelista
en alguna entrevista- no pagan sus consumiciones en los mesones y las
botillerías, insultan y menosprecian a los madrileños o “tocan las tetas” a sus
novias. (Don Arturo debe ser, por cierto, el académico de la Lengua más “mal
hablado” -o al menos tanto como Camilo José Cela- que ha tenido sillón en la
docta institución desde que se fundó en el siglo XVIII para “ limpiar, fijar y
dar esplendor” a la lengua española).
Poco o nada que ver, pues, con el
correspondiente episodio nacional de Benito Pérez Galdós. El relato de Reverte
es más un “episodio pasional” que un episodio nacional. De ahí la cólera de su
título. No son los insurrectos madrileños
los representantes de la nación española que simbolizan a la nación indomable que lucha por su independencia, como los
caracterizó don Benito en “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, en el que nos propone
una interpretación de estos acontecimientos en clave de episodio seminal de esa
historia nacional que se está construyendo en esos momentos para consumo de la emergente clase media española, y apenas
los documenta sino con la información que le proporciona Mesonero Romanos. Aunque
la versión de Reverte no deje de estar también contaminada de esa
interpretación y presente algunos elementos de ambigüedad. “¡Viva España y viva
el Rey!” gritan sus insurrectos, y José de Arango, uno de los supervivientes
Monteleón, dice al final de la novela “(…) por un momento parecíamos una
nación… Una nación orgullosa e indomable”.
EL
GOYA DE REVERTE
J. A. V. I
Pérez- Reverte no sólo
incluye a Goya como uno de los personajes de su novela, sino que, como pintor
por antonomasia del 2 de mayo, lo utiliza como una fuente de inspiración para
sus descripciones de los acontecimientos. La brillante descripción de la carga
de los mamelucos que realiza el novelista se basa en el cuadro de “ El 2 de
mayo”: “ (…) y los más osados, desorbitados los ojos por el ansia de matar,
aullando de furia, saltan a la grupa de los caballos y, agarrados a sus
jinetes, los acuchillan, los degüellan, matan, mueren, se desploman abiertos a
sablazos, caen de rodillas bajo los caballos o se revuelcan por el suelo con
los enemigos agonizantes, envueltos en sangre de todos, clavando navajas entre
los gritos de unos y otros, los relinchos de las bestias desventradas, las
coces de sus patas en el aire”( página 142)
Del mismo modo, traduce a
palabras los fusilamientos de la Moncloa de “El treops de mayo:” (…) en
un descampado de la montaña del Príncipe Pío, dos faroles puestos en el suelo
iluminan, en penumbra y a contraluz, un grupo numeroso de siluetas agrupadas
junto a un talud de tierra y una tapia)…). Muchos advierten lo que está a punto
de ocurrir y caen de rodillas, suplicando, maldiciendo o rezando. Otros
levantan en alto sus manos atadas, apelando a la piedad de los franceses
(,…)” (página 388)
NOVELA
HISTÓRICA
J. A. V. I
Los dos componentes
fundamentales de la novela histórica, historia y ficción, se combinan en dosis
diferentes en el género. La ficción predomina claramente sobre la historia en
el caso de la novela histórica romántica. En cambio, en la novela histórica
realista, como ocurre en los Episodios Nacionales de Galdós, lo que importa es,
sobre todo, la visión histórica como instrumento de interpretación del
presente. Incluso, el tratamiento de uno y otro elemento puede ocurrir que sea
diferente dentro de un mismo novelista. Este es el caso de Pérez-Reverte. Sus
novelas históricas de la serie del capitán Alatriste son novelas históricas de
aventuras en la que domina la ficción sobre la historia. Sin embargo en Un día de cólera, Reverte ha puesto,
al contrario, el énfasis en la historia sobre la ficción.
( Publicado en el suplemento cultural de La Nueva España, de Oviedo)
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