martes, 24 de febrero de 2015

La demolición del Obelisco

                                                               
                                       

           
 LA DEMOLICIÓN DEL OBELISCO
                                                       
                                                   JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
                                                                           (Catedrático e historiador)
          
Francisco Giner de los Ríos

Edificio de la Institución


Creada en 1876 por un grupo de catedráticos universitarios de ideología krausista  liderados por 
Francisco Giner de los Ríos y expulsados de la Universidad por el ministro de  Fomento de Cánovas, Orovio,  por su defensa de la libertad de cátedra, la  Institución Libre de Enseñanza fue concebida como una  institución educativa privada para librarse del  marco confesional de la enseñanza oficial establecido por la Restauración.  Y  defendió  un modelo de sociedad y escuela alternativo al que había hecho realidad el régimen oligárquico restaurador. La sociedad   proyectada por aquella pléyade de intelectuales, profesores y políticos  que difundieron y apoyaron el ideario de Francisco Giner de los Ríos respondía a un modelo de sociedad laica y secularizada fundamentado en el desarrollo de  la ética ciudadana, el nacionalismo liberal, la europeización, el racionalismo  y la armonía interclasista. Elementos  que trataron de implantar a través de un reformismo social  que  tenía  como principal instrumento un sistema educativo basado en unos métodos pedagógicos renovados.
            En efecto, la ILE defendió e impulsó un renovado y moderno método pedagógico todavía hoy plenamente vigente  basado en la armonía entre la educación y la instrucción dentro de una concepción de la enseñanza integral en la que se concedía un papel primordial a la educación moral y racionalista, y se defendía la libertad de cátedra e investigación, la coeducación y escuela neutra en materia religiosa. Y desde esos planteamientos pedagógicos, los institucionistas concedieron una gran importancia a los edificios escolares y al ámbito espacial de la educación. Aspecto sobre el cual  destacados miembros  de la institución, incluidos el propio Francisco Giner de los Ríos y Manuel B. Cossío, publicaron importantes y reconocidos tratados teóricos, que inspiraron después el plan constructivo de centros escolares durante la Segunda república.
En 1884, la  ILE trasladó su sede desde el centro urbano de Madrid a las entonces afueras de la ciudad capitalina, instalándose en el Paseo del Obelisco (hoy calle Martínez Campos), nombre con el que familiarmente desde entonces suele reconocerse   a la institución y sus miembros. El edificio principal de la sede madrileña se situaba dentro de un espacio ajardinado destinado a educar la sensibilidad  estética y artística de los alumnos y como lugar de prácticas de jardinería y botánica. En ese  recinto se edificó un frontón dedicado a la práctica deportiva, a la que el  ideario pedagógico institucionista concedía un importante papel educativo.  En 1908 y 1917, siguiendo los criterios del propio Giner, se levantaron sendos  pabellones escolares  ad hoc: el pabellón Soler y el de Párvulos, con  amplias y luminosas aulas destinadas a laboratorios y talleres.
            Una gran parte de ese conjunto arquitectónico escolar sobrevivió  a la destrucción de la guerra civil y al asalto de los vencedores y fue incautado por la dictadura que lo dedicó  a actividades educativas sin que se alteraran las estructuras de los edificios. El jardín prácticamente desapareció y de él sólo se conservaron la centenaria y emblemática acacia y el aligustre de la entrada. La llegada de la democracia trajo la  devolución de ese patrimonio a la Fundación  Francisco Giner de los Ríos. En 2004, su Patronato y el de de la Residencia de Estudiantes firmaron  un convenio con el Ministerio de Educación, Ciencia y Cultura, la Comunidad de Madrid Caja Madrid para su rehabilitación.
 Pero ese proyecto, solapadamente, ha derivado hacia el objetivo  de una falsa rehabilitación que pretende la destrucción del Pabellón de Párvulos, el Frontón y el reconstruido  Jardín  sustituyéndolos por otros modernos edificios. Lo que ha originado un importante movimiento ciudadano de protesta  que  ha constituido una plataforma de defensa de ese patrimonio y ha redactado un manifiesto con el significativo nombre de Salvar  la ILE. Ese manifiesto ha sido secundado por numerosas firmas de apoyo, entre las que se encuentran importantes personalidades de todos los campos de la sociedad española y mexicana. A su vez, el Grupo Parlamentario de Izquierda Unida ha presentado el pasado mes  en el Congreso de los Diputados una pregunta al Gobierno demandando una respuesta sobre los objetivos  del plan de reforma de los edificios de la ILE y sobre si se han adoptado medidas para su  preservación.
            Está claro que como expresión simbólica del ideario educativo institucionista esos  edificios son una parte importante  de nuestro patrimonio histórico educativo, cuya integridad debe ser preservada. Pero, además, también porque son un valioso legado histórico que debe ser conservado como  elemento testimonial de  las  importantes  aportaciones con las que la  ILE contribuyó  en las dos pasadas centurias al fructífero desarrollo  de nuestra historia cultural reflejado en nuestra Edad de Plata, y como actor social   de gran importancia en el proceso de   modernización progresista de nuestro país,  cuyo influjo tuvo su principal manifestación en  la experiencia de la Segunda República.
            Aún más, la defensa de la conservación íntegra de ese patrimonio cultural  sigue siendo hoy todavía necesaria, porque representa  una institución que ejerce una función todavía  plenamente vigente en su difusión de  unos valores y un modelo de sociedad que aún concita resistencias para su implantación en la España de la democracia. Como lo demuestra la actitud renuente  de importantes  sectores de nuestra derecha política y de la Iglesia institucional, a aceptar  ese modelo de estado no confesional y la sociedad laica y secularizada que defendieron los institucionistas.  La demolición del Obelisco, si se consuma, va a significar, sin duda, la desaparición del  elemento  simbólico más expresivo que queda de su legado histórico. Pero aún sería más grave que el intento de su sustitución por otros edificios de vidrio y hormigón significase, en realidad, como piensan muchos, el intento de poner fin a sus ideas y valores. Esperemos que se de marcha atrás y no se cometa ese grave error.
 ( Escrito con motivo del intento de destruir los edificios de la Institución Libre de Enseñanza en su sede Madrid)


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