jueves, 21 de octubre de 2021


 











 

            ¿COMO OVEJAS AL MATADERO?

                       JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

En 1961, Raul Hilberg, catedrático de ciencias políticas en la universidad de Vermont, judío  nacido en Viena, de familia de  origen polaco-rumano, publicaba su monumental obra La destrucción de los judíos europeos. Hilberg había vivido en la capital austriaca el Anschluss (la anexión de Austria a la Alemania nazi) y la consiguiente persecución nazi de los judíos austriacos. Él y su familia tuvieron que huir a Estados Unidos. Pero aquella visión vienesa del golpe de mano nazi quedó indeleble en su recuerdo y con él su voluntad de hacerse historiador para poder explicar aquel mundo de violencia y discriminación racial nazi que comenzaba a tomar cuerpo en Europa y que desembocaría en el genocidio judío.

 Su obra presentada como tesis doctoral en la universidad norteamericana de Columbia en 1955 trataba de explicar  cómo se había podido producir aquel intento de exterminio de la comunidad judía,  cuáles habían sido los instrumentos para llevarla a cabo y  la participación del pueblo alemán en aquellos hechos. Pero también cuál había sido la actitud de los propios damnificados ante aquel intento genocida contra ellos. La respuesta a estas preguntas  era para el autor de aquella investigación necesaria dado que en aquellos años de posguerra un espeso manto de silencio  cubría aquel criminal y negro episodio.

  Hilberg llevó a cabo para realizar su investigación pionera el  análisis de la masiva documentación originada por los juicios de Núremberg. Lo que le permitió conocer con detalle la actuación  de la Administración, el Ejército, la Industria y otras instituciones alemanas en el Holocausto.  Y además  la derivada de la actuación de los Consejos judíos en la deportación de su propio pueblo.

 La conclusiones de su estudio confirmaron en realidad  lo que ya estaba en el ambiente de aquel tiempo de posguerra: la sociedad alemana, no únicamente el partido nazi, había sido un  actor decisivo en aquel crimen colectivo. Pero quizás la más relevante  era la de que en gran medida habían sido los propios judíos los que sin oponer resistencia a su intento de destrucción habían sido colaboradores necesarios pasivos para que se llevase a cabo. Su inmemorial mentalidad de gueto habría sido la causa de esa falta de resistencia contra el intento de genocidio nazi.

 Memorias de un historiador del Holocausto es la historia de cómo fue la recepción  entre los lectores e historiadores de aquella obra capital para el conocimiento   del intento de genocidio nazi. Hilberg describe en ésta  con gran detalle y una buena dosis de ironía los avatares de la publicación y difusión de su magna obra.

 Publicada primero en Estados Unidos, su  pionera obra no logró allí una gran difusión del mismo modo que tampoco la tuvo en Israel. Durante  treinta años tuvo que batallar para conseguir que alcanzara finalmente el  éxito en Europa. Sobre todo, en su versión francesa, pero también finalmente  en Alemania, donde una edición de bolsillo alcanzó un gran  éxito editorial. Pero  en el mercado norteamericano nunca llegó a ser una obra de gran difusión. También alcanzó cierto  éxito editorial   en Europa  su segunda obra sobre el tema, Ejecutores, víctimas, testigos, en la que Hilberg lo  abordaba desde una perspectiva diferente.

 A pesar de que las tesis defendidas por el historiador judío fueron siendo poco a poco aceptadas por historiadores, politólogos y sectores amplios  de la opinión pública, en los años sesenta, en el contexto del desarrollo  del  juicio en Israel de Eichmanns, el oficial alemán de las SS que dirigió la sección encargada de los judíos, hubo cierta reacción crítica contra sus interpretaciones. En el  fondo de las cuales siempre estuvo presente para sus oponentes la actitud favorable de nuestro historiador  y su familia hacia las posiciones sionistas que siempre combatieron la mentalidad  pasiva de los judíos ante sus históricas persecuciones.

La protagonizó la filósofa alemana Hanna Arendt que había recogido en su libro, Eichmann en Jerusalén. Un estudio de la banalidad del mal, sus crónicas sobre aquel célebre juicio. Arendt, aunque reconocía los méritos empíricos del libro de Hilberg, criticaba la falta de fundamento teórico de sus  tesis interpretativas. El autor   comenta aquí con una acidez irónica sus juicios y la acusa de ser la inspiradora de sus dificultades para la publicación de su obra en Estados Unidos.

    Aunque se  haya publicado tardíamente a España, alrededor de treinta años después  de su publicación original, estas Memorias de un historiador del Holocausto siguen teniendo, sin duda, gran interés no sólo para conocer el contenido de la magna obra de Hilberg sino también cómo fue la recepción por la opinión pública de uno de los acontecimientos más sobrecogedores de la historia del siglo XX. Y tal interés parece que lo está suscitando como demuestra el que este libro haya alcanzado ya su segunda edición.

     (Publicado en el suplemento cultura, Cultura, de La Nueva España, de Oviedo)

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