AYUSO Y LA HISPANIDAD
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Otra vez más la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel
Díaz Ayuso, saca las patas del tiesto y monta su numerito ahora fuera de Madrid
y en este caso de España. Nada menos que en Estados Unidos, en Nueva York y
Washington, donde, por cierto, no la conoce apenas nadie.
Con sus declaraciones en el centro
de Imperio trata de convertirse en
adalid de la Hispanidad. No sólo
atacando al presidente mexicano
por sus declaraciones contra la colonización española de aquellas tierras con
motivo de los actos de celebración del bicentenario de la Independencia
mexicana. Sino también enmendándole la plana al Papa Francisco por el contenido de su escrito al representante
religioso de aquel país. Escrito en el que el Papa argentino pide perdón en
nombre de la Iglesia católica por los abusos derivados de la participación de ésta en la conquista y colonización españolas de
aquellas tierras.
En el caso del presidente mexicano, la presidenta de la Comunidad de
Madrid argumenta la importancia decisiva que tuvo para la humanidad aquella
conquista y colonización que supuso llevar la civilización cristiana a aquel nuevo
mundo. Esto es: la vieja y rancia interpretación que el franquismo hizo de
aquel complejo proceso histórico y en la que ni siquiera se dejaba margen para la duda de que el mismo tuvo sus
claroscuros y de que existen testimonios documentados de los abusos que se
cometieron con los moradores originarios de aquellas tierras. Proceso que los ideólogos del régimen dictatorial
denominaron con aquella palabra mágica de Hispanidad.
Ni siquiera la postura de la presidenta ni sus declaraciones se acercan a la interpretación liberal de
aquel proceso histórico (ella que se reclama de esa filiación ideológica) mucho
más matizada y que reconoce los tonos
grises que lo matizaron.
Para contraatacar al presidente mexicano (y
mira que hay argumentos para hacerlo
desde la historia y la inoportunidad política de sus pretensiones) Ayuso vuelve
a sus recurrentes y disparatados
argumentos contra la izquierda.
López Obrador, argumenta, con su defensa de los derechos de los pueblos
originarios en nombre de los que pide la declaración de perdón del Rey de
España y del Papa, no hace sino asumir
las tesis de los perversos comunistas que están detrás de esas
reivindicaciones. Ni siquiera ha sido capaz de argumentar la escasa base histórica que tiene el
concepto de pueblos originarios como herederos de aquellas culturas
precolombinas que, en realidad, fueron regímenes despóticos con sus súbditos.
Ayuso ha sobrepasado otro límite en el caso de
las declaraciones del Papa Francisco. Ha sido más papista que el Papa. Ha
considerado fuera de lugar sus declaraciones y le ha enmendado la plana al
Santo Pontífice de Roma. Hay que reconocer que atrevimiento no les falta
ni a ella ni a su consejero áulico
Miguel Ángel Rodríguez. Nuestra conquista y colonización de América, argumenta,
fue un proceso impoluto, sin mancha ni abusos, que consiguió la conversión
religiosa de aquellas primitivas gentes del nuevo continente. No hay nada pues
que reprocharle como en sentido contrario ha reconocido el Papa.
Lo que más de uno nos preguntamos
es si todo este espectáculo pirotécnico, que casi da vergüenza ajena, no ha sido montado por nuestra inefable
presidenta para el consumo interno. Cuando su partido está realizando su
Convención Nacional itinerante y planteando sus grandes temas y estrategias para el presente y
el próximo futuro, Ayuso se va fuera de España, nada menos que a Estados
Unidos, uno de los centros del poder político mundial, como si estuviera por
encima y al margen de su partido y de sus actuales dirigentes, apareciendo
antes sus potenciales votantes como una gran estadista.
La verdad es que si ese viaje no tuviera una finalidad de esa clase no tendría mucho sentido. Las simplezas y limitaciones de sus declaraciones bien podría haberlas difundido perfectamente desde Madrid.
/Publicado en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo)
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