domingo, 26 de julio de 2020




       




 BALMIS: LA VUELTA AL MUNDO DE UNA VACUNA
                                JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
La intervención del ejército español en la lucha contra el coronavirus en la fase de confinamiento fue denominada como operación Balmis y quizás muchos españoles no sepan que tal denominación no fue sino un homenaje al médico militar y científico alicantino  Francisco Xavier Balmis y Berenguer que fue el director de la Real Expedición Filantrópica de la vacuna de la Viruela promocionada   por Carlos IV  para llevarla por todos los ámbitos del aquel  Imperio español que atravesaba ya en aquellos tiempos  por una profunda e irreversible crisis política y económica.
  Castigado en su propia familia por aquella terrible plaga, el rey respondió a la petición de ayuda de sus súbditos de Santa Fe de Bogotá masacrados por la viruela como otros territorios americanos imperiales impulsando la creación con su  real y personal apoyo de una expedición que llevase la nueva vacuna descubierta por el médico inglés Jenner a todos los territorios imperiales de Ultramar en América y Filipinas. De filantrópica se la calificó y, sin duda, lo era, pero sin que faltasen  tampoco en sus finalidades  razones de alta  política cara a restablecer y afianzar el poder imperial español y el prestigio de la metrópoli en aquellos territorios en el contexto de emancipación que comenzaba a extenderse por el continente. Carlos IV  ordenó a su valido, Godoy y al ministro de Gracia y Justicia, José Caballero, que apoyasen sin limitaciones aquella empresa sanitaria y política.
 Como director de la expedición fue elegido el médico y cirujano militar Balmis y como segundo director el médico catalán Josep Salvany y LLopart.  Balmis tenía ya una gran  experiencia y conocimiento del empleo que se venía haciendo de la variolización (es decir, la inyección del viruso de la viruela humana en las personas sanas para provocar su inmunización). Pero en  cuanto  Jenner  descubrió y puso a punto su método “vacunal” basado en el principio de que el  pus  infectado de viruela de las vacas inoculado en seres humanos impedía el desarrollo de la enfermedad, se convirtió en un acérrimo defensor de su práctica  para luchar contra aquella plaga que asolaba a todo el mundo desde hacía siglos y que era peor por sus efectos mortíferos que las epidemias de  peste, el cólera y la fiebre amarilla  
 Hombre meticuloso y gran organizador planeó cuidadosamente el itinerario y la organización sistemática de la vacunación. Su planteamiento era no sólo vacunar al mayor número posible de personas,     sino también con el apoyo de las estructuras virreinales y de la Iglesia organizar juntas de vacunación con locales y personal preparado para continuar las vacunaciones tras el paso de la expedición. El punto clave de la organización era cómo llevar el fluido vacunal de la viruela bovina activo y dado que no era posible incorporar reses bovinas la genial solución a la que se llegó fue la de incorporar a la expedición  niños inyectados con el virus de la viruela bovina que serían los que trasportaran la linfa convertidos en portadores humanos.
  Con un grupo de niños hospicianos de Madrid,  varios médicos y enfermeros, la expedición viajó a La Coruña, donde Balmis consiguió armar tras vencer muchos obstáculos la corbeta María Pita  e incorporar junto a cuatro  de los infantes madrileños otros dieciocho niños hospicianos gallegos de entre siete y diez años hasta tener el número necesario de portadores de la linfa. Además de sumar a la Real y Filantrópica Expedición a la rectora del Hospicio coruñés como cuidadora de los niños portadores de la vacuna. Isabel Zendal era una gallega de humilde origen campesino, que viajó con su hijo ilegítimo con el ánimo de eliminar en América los prejuicios sociales y legales que suponía esa situación para las madres solteras en la península La actuación de Isabel Zendal fue decisiva para el éxito de la expedición hasta casi ser considerada por Balmis como la verdadera alma de la expedición.
   El día 30 de noviembre de 1803  zarpaba de La Coruña la María Pita y inició un viaje que  se considera hoy como una de las grandes hazañas médicas y filantrópicas que ha realizado la Humanidad. Primero hicieron escala en Santa Cruz de Tenerife , donde tuvieron una excelente recepción y vacunaron a numerosos isleños. Posteriormente llegaron a Puerto Rico, donde la acogida no fue tan exitosa, aunque también realizaron su campaña vacunal. De Puerto Rico pasaron a Cuba, donde su llegada y trato fue excelente haciendo una importante campaña de vacunación. Viajaron después a Venezuela donde  su recepción no fue todo lo exitosa que esperaban
En Venezuela, la expedición se dividió: una parte de ella se dirigió a través de Colombia dirigida por Salvany hacia los Virreinatos de Perú y de Nueva Granada, teniendo que salvar innumerables obstáculos geográficos (selvas ecuatoriales y elevadas cumbres andinas) y una gran variedad de climas extremos. Y a pesar de  la oposición social de los criollos y en  algunos casos de los pobladores indígenas, Salvany y su grupo lograron inocular a más doscientas cincuenta mil personas el suero contra la viruela. Salvany no logró resistir aquel sobrehumano esfuerzo y falleció en Cochabamba  durante el transcurso de la expedición.
 Balmis prosiguió con su expedición a México, donde a pesar de la decida oposición del corrupto  Virrey José Iturrigaray realizó con gran éxito su campaña de vacunación por casi todo el territorio azteca logrando dejar establecida la estructura médica adecuada  para mantener activa en el tiempo la vacunación.
  Desde Acapulco, de donde partía para los territorios españoles de Filipinas el denominado Galeón de Manila, Balmis, con ventiséis  niños reclutados en México como portadores de la linfa de la vacuna y la presencia en la expedición de Isabel Zendal, llegó a Manila donde realizó su campaña de vacunaciones para pasar posteriormente con el mismo objeto a Macao y Cantón. Desde donde regresó a Madrid a través de Lisboa y recibió los honores por su grandiosa hazaña de manos del que había su impulsor Carlos IV. En menos de tres años, la Real  Expedición Filantrópica de la Vacuna dirigida por Balmis había dado la vuelta al mundo difundiendo la vacunación  contra la viruela por cuatro continentes. 
   De la gesta de la expedición de Balmis quizás se puedan extraer hoy también algunas lecciones y advertencias acerca de la distribución de la posible futura  vacuna  contra el coronavirus. En el Viirreinato de la Nueva España fue la  competencia entre el poder virreinal y la autoridad del poder real que representaba  el médico alicantino lo que dificultó su propagación. Esto es: las rivalidades políticas en busca de poder  y hegemonía geopolítica pueden convertirse en obstáculos para una difusión universal y no discriminatoria de la  futura vacuna. Pero, sobre todo, la mayor lección para hoy de lo acontecido con la expedición de Balmis ocurrió  en el caso de  los virreinatos de Perú y de Nueva Granada. Allí la vacuna contra la viruela se convirtió en un mero negocio de comerciantes que dificultó sobremanera su distribución de manera igualitaria entre todos los habitantes, más allá de su raza y origen social. De ahí que el modelo de vacunación que difundió Balmis en América  a través de una red estatal de establecimientos, gratuita y universal nos parece el medio no sólo más justo, sino también más eficaz para acabar con la pandemia actual.
 (Javier Moro, A flor de piel,2015)    
Publicado  en las páginas de La Nueva Españla, de I
Oviedo (ASTURIAS)

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