lunes, 13 de julio de 2020


    









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                               JOSÉ RAMÓN GARCÍA QUEIPO 




  JOSÉ RAMÓN GARCIA QUEIPO, IN MEMORIAM
                                         JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
   El 17 del pasado mes nos dejó  José Ramón García Queipo.  Las circunstancias de estos tiempos turbulentos que vivimos  fueron la causa de que  muchos de sus amigos y conocidos tuviésemos un conocimiento tardío de su fallecimiento y no hayamos podido  manifestar nuestras condolencias a sus deudos. De ahí la pretensión de  que estas humildes palabras traten de remediar en la medida en que esto es posible nuestra ausencia en el acompañamiento en ese postrero momento de nuestro amigo y el apoyo a su familia: a sus hijos y a su compañera María Luisa y a toda su demás familia.
    José Ramón  realizó sus estudios secundarios en los años de la posguerra en un centro  en el que se formaban  las élites madrileñas como era en aquellos años el internado del instituto Ramiro Maeztu. Él  siempre contaba que tuvo como condiscípulo  y amigo al hijo del Raisuni de Marruecos con el que siguió teniendo relación  en su etapa como alférez de Milicias del Tercio de Regulares que desempeñó en  Ceuta. Etapa de la que contaba numerosas anécdotas  y que, a pesar de su brevedad, tuvo una gran influencia para la formación de su carácter y en su manera de entender la vida. Sus estudios en el Ramiro de Maeztu fueron decisivos en su formación personal y cultural  y aficiones deportivas.
 Se licenció en Derecho en la Universidad de Oviedo  y comenzó su actividad como abogado en  sus despachos primero de Grado y después también en Oviedo. Fue un letrado conocido y respetado y su vocación forense constituyó sin duda el eje de su labor profesional dedicándose tanto a asuntos de Derecho civil como Penal y Administrativo.  Asesoró a diversos Ayuntamientos, Junta General del Principado, PSOE y otras instituciones públicas y llevó numerosos e importantes pleitos  de particulares. En realidad, la abogacía fue la verdadera vocación de su vida y siempre ejerció su profesión con honradez y no fue, desde luego, el dinero el motor de su actividad forense. La mejor expresión de todo lo que significaba su profesión para él  es su último deseo de ser enterrado envuelto en su toga.     
  Durante una etapa de su vida tuvo una  activa participación política. Vinculado a los sectores de la izquierda, sobre todo al  PSOE, colaboró en la lucha contra la dictadura y ya en la etapa democrática, en 1983, se presentó a las primeras elecciones autonómicas como candidato a diputado por el PSOE obteniendo el acta correspondiente en la Junta General del Principado y posteriormente fue  elegido como Vicepresidente Primero de la Junta General del Principado realizando un activo papel en la  redacción y aprobación del Estatuto de Autonomía. Su papel en esa  actividad política fue reconocido con la concesión de la medalla de plata de la Junta General.
  Su atención por los asuntos públicos  y por el bienestar de Asturias y los asturianos nunca dejó de ser una de las atenciones prioritarias de su vida. Lo demuestra, por ejemplo, su participación como miembro destacado de la Plataforma Pro Autovía del Suroccidente de Asturias que con la consecución de sus objetivos fue galardonada como el Moscón de Oro. Galardón del que como moscón orgullosamente ejerciente que era se mostraba sumamente orgulloso.
    José Ramón, como sabíamos bien todos los que le conocimos, era un hombre culto, excelente conversador y buen conocedor de los clásicos. Te sorprendía  con sus citas literales de las obras de Cervantes y por  su saber e interés por la cultura clásica. Colaboró activamente en Tribuna Ciudadana bien apoyando a su compañera María Luisa bien organizando y participando en muchas de sus actividades  culturales.
   Nos quedaría incompleto este esbozo póstumo de la vida de Queipo sin mencionar  que  fue también  un profundo conocedor y amante de  Asturias y  sus paisajes naturales y por extensión de la vida en pleno contacto con la naturaleza. Parte de su tiempo de ocio lo dedicaba  pasear con sus perros, ascender a sus montes, bañarse en sus ríos y lagos, incluso, en pleno invierno.
 Como plasmó su hija en una emocionante y sentida misiva de  despedida a su padre: José Ramón  tuvo una vida plena y fructífera en todos los órdenes. Pero la característica que, para ella y para muchos de nosotros que tuvimos la suerte y el gozo de tratarlo, le define es haber sido un hombre bueno. Dicho con los versos de Machado: “Y más que un hombre al uso que sabe su doctrina/ soy en el buen sentido de la palabra bueno/”. Sin duda, el mejor balance al que se puede aspirar al dejar este mundo.
 (ARTÍCULO PUBLICADO EN LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)

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