JULIO
ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
El 17 del pasado mes nos dejó
José Ramón García Queipo. Las
circunstancias de estos tiempos turbulentos que vivimos fueron la causa de que muchos de sus amigos y conocidos tuviésemos un
conocimiento tardío de su fallecimiento y no hayamos podido manifestar nuestras condolencias a sus
deudos. De ahí la pretensión de que
estas humildes palabras traten de remediar en la medida en que esto es posible nuestra
ausencia en el acompañamiento en ese postrero momento de nuestro amigo y el
apoyo a su familia: a sus hijos y a su compañera María Luisa y a toda su demás
familia.
José Ramón realizó sus estudios
secundarios en los años de la posguerra en un centro en el que se formaban las élites madrileñas como era en aquellos
años el internado del instituto Ramiro Maeztu. Él siempre contaba que tuvo como condiscípulo y amigo al hijo del Raisuni de Marruecos con
el que siguió teniendo relación en su
etapa como alférez de Milicias del Tercio de Regulares que desempeñó en Ceuta. Etapa de la que contaba numerosas
anécdotas y que, a pesar de su brevedad,
tuvo una gran influencia para la formación de su carácter y en su manera de
entender la vida. Sus estudios en el Ramiro de Maeztu fueron decisivos en su
formación personal y cultural y aficiones
deportivas.
Se licenció en Derecho en la Universidad de
Oviedo y comenzó su actividad como
abogado en sus despachos primero de Grado
y después también en Oviedo. Fue un letrado conocido y respetado y su vocación
forense constituyó sin duda el eje de su labor profesional dedicándose tanto a
asuntos de Derecho civil como Penal y Administrativo. Asesoró a diversos Ayuntamientos, Junta General
del Principado, PSOE y otras instituciones públicas y llevó numerosos e
importantes pleitos de particulares. En
realidad, la abogacía fue la verdadera vocación de su vida y siempre ejerció su
profesión con honradez y no fue, desde luego, el dinero el motor de su
actividad forense. La mejor expresión de todo lo que significaba su profesión
para él es su último deseo de ser
enterrado envuelto en su toga.
Durante una etapa de su vida tuvo una
activa participación política. Vinculado a los sectores de la izquierda,
sobre todo al PSOE, colaboró en la lucha
contra la dictadura y ya en la etapa democrática, en 1983, se presentó a las
primeras elecciones autonómicas como candidato a diputado por el PSOE
obteniendo el acta correspondiente en la Junta General del Principado y
posteriormente fue elegido como
Vicepresidente Primero de la Junta General del Principado realizando un activo
papel en la redacción y aprobación del
Estatuto de Autonomía. Su papel en esa
actividad política fue reconocido con la concesión de la medalla de
plata de la Junta General.
Su atención por los asuntos públicos y por el bienestar de Asturias y los
asturianos nunca dejó de ser una de las atenciones prioritarias de su vida. Lo
demuestra, por ejemplo, su participación como miembro destacado de la
Plataforma Pro Autovía del Suroccidente de Asturias que con la consecución de
sus objetivos fue galardonada como el Moscón de Oro. Galardón del que como
moscón orgullosamente ejerciente que era se mostraba sumamente orgulloso.
José Ramón, como sabíamos bien todos los que
le conocimos, era un hombre culto, excelente conversador y buen conocedor de
los clásicos. Te sorprendía con sus
citas literales de las obras de Cervantes y por su saber e interés por la cultura clásica. Colaboró
activamente en Tribuna Ciudadana bien apoyando a su compañera María Luisa bien
organizando y participando en muchas de sus actividades culturales.
Nos quedaría incompleto este esbozo póstumo de la vida de Queipo sin
mencionar que fue también un profundo conocedor y amante de Asturias y sus paisajes naturales y por extensión de la
vida en pleno contacto con la naturaleza. Parte de su tiempo de ocio lo
dedicaba pasear con sus perros, ascender
a sus montes, bañarse en sus ríos y lagos, incluso, en pleno invierno.
Como plasmó su hija en una emocionante y
sentida misiva de despedida a su padre:
José Ramón tuvo una vida plena y
fructífera en todos los órdenes. Pero la característica que, para ella y para muchos
de nosotros que tuvimos la suerte y el gozo de tratarlo, le define es haber
sido un hombre bueno. Dicho con los versos de Machado: “Y más que un hombre al
uso que sabe su doctrina/ soy en el buen sentido de la palabra bueno/”. Sin
duda, el mejor balance al que se puede aspirar al dejar este mundo.
(ARTÍCULO PUBLICADO EN LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)
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