JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Este 1 septiembre se ha conmemorado
en Polonia, donde se inició, el 80º
aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial, el conflicto bélico más
sangriento que ha sufrido la humanidad hasta ahora con sus 35- 50 millones de muertos durante su desarrollo, el genocidio judío de 10 millones de asesinados en las cámaras de gas,
una guerra total en la que se buscó el
exterminio de los enemigos, incluyendo
la población civil, y que terminó con la utilización del arma más mortífera
utilizada en ninguna otra guerra anterior como
fueron las bombas atómicas lanzadas por los norteamericanos sobre Hiroshima
y Nagasaki. Un conflicto cuyas consecuencias con la división de bloques y la
Guerra Fría consecuente, marcaron además la evolución del resto del siglo XX.
Dirigidos por los presidentes de Alemania y
Polonia, los actos, que reunieron a 250 delegados de todos los países del mundo,
excluyendo Rusia que no fue invitada y sin la presencia del mandatario
norteamericano que declinó su asistencia utilizando como excusa la amenaza del
huracán que se cernía sobre el territorio americano, implicaron la condena sin
paliativos de aquel conflicto y la petición de perdón por parte del presidente
alemán a la nación polaca y al pueblo judío. Sin embargo, la petición de reparaciones
materiales por parte del estado polaco
fue rechazada por Alemania.
A partir de un ficticio y preparado casus belli, el del ataque por falsas fuerzas polacas a una estación de radio en la
frontera alemana, Hitler, con las
espaldas cubiertas por el Este por el tratado con la Unión Soviética, dio la
orden de la invasión de Polonia: los aviones alemanes bombardearon la ciudad de Wielum y el acorazado alemán Schleswig-
Holstein, la guarnición polaca de Westerplatte en Danzig. Lo que provocó la declaración de guerra de
Francia e Inglaterra contra Alemania y con ello el comienzo de la Segunda
Guerra Mundial
Desde nuestra mirada actual,¿ cómo se entiende
y cómo deberíamos entender aquel sangriento conflicto? En los últimos años los
historiadores han avanzado mucho en su conocimiento. La prueba son las dos
últimas y excelentes síntesis publicadas
sobre el mismo por parte de Antony Beevor y Max Hasting que nos han
permitido conocer a fondo no sólo sus vicisitudes militares, sino también cómo
lo vivieron los soldados que participaron y la población civil que lo tuvo que
soportar. Esas obras nos alejan, sin duda, de la visión de buenos y malos, de
la propaganda bélica que Hollywood
difundió y dominó en nuestras
sociedades de Occidente., al menos entre las generaciones posteriores a la
guerra y cuyos ecos nos llegan incluso hasta hoy.
Sin duda, en esta nueva visión matizada que
nos proporcionan los historiadores actuales queda claro quién fue el culpable
principal de su estallido y la maldad genocida
de los planeamientos del nazismo en particular y el fascismo en general.
Y poco a poco vamos cubriendo también con luz
las sombras de la acción militar aliada.
Como, por decir algunas, los bombardeos inmisericordes que
los aliados llevaron a cabo sobre la
población civil en Alemania o como la
laxitud y hasta benevolencia con que éstos trataron después de su victoria a muchos de
los nazis comprometidos con el pretendido imperio racial hitleriano. O el
oscurecimiento del enorme sacrificio del pueblo ruso en aquel conflicto y la importancia
decisiva que tuvo el Ejército Rojo en la derrota de los nazis.
Pero, sobre todo, la lección principal que nos
deja aquella barbarie es la de que no debería de repetirse nunca jamás. Y la
actual coyuntura internacional no parece ir en esa dirección. La tensión
contenida entre la política ultranacionalista y a la vez imperial de Trump y la
imperialista del nuevo zar de Rusia, Putin, ya se ha manifestado en ese sentido
en un dato negativo como es la ruptura
de sus compromisos mutuos por el control
de las armas nucleares. Así como la oleada de ultranacionalismo, racismo y
xenofobia difundidos por los regímenes
de ultraderecha que han tomado el poder en el mundo, amén del descrédito de los
sistemas democráticos que difunden.
Esas situaciones han creado un
clima hoy en el mundo que en ciertos aspectos (solo en algunos, gracias a Dios)
nos recuerdan al mundo de preguerra en el que se engendró aquel conflicto,
con crisis económica pasada y anunciada, incluidas.
Esto es lo que realmente debería difundirse entre la opinión pública
aprovechando la conmemoración bélica y menos, o por menos no solo, los fastos y
las escenificaciones que se han desarrollado para la ocasión. Nunca jamás.
(Publicado en las páginas de
opinión de “La Nueva España”, de OviedoI
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