AMARILLISMO
JULIO
ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
El reciente trágico suceso que finalizó con la
muerte de Blanca Fernández Ochoa se ha
convertido desgraciadamente en otro caso más en que el que algunos sectores (no
todos desde luego) de nuestros medios de comunicación (sobre todo, los
televisivos) han dado un penoso ejemplo de sensacionalismo que continúa una
larga y desgraciada lista de casos anteriores como fueron por ejemplo los de
las niñas de Alcácer ya hace años y más cercanos como los de Diana Quer, Gabriel Cruz, el niño de Almería ( cuyo actual
juicio lleva las trazas de continua y convertirse desgraciadamente en otro mal
ejemplo de tratamiento sesgado periodístico. De hecho, escribo este artículo
oyendo de fondo los comentarios de una conocida cadena de televisión con los
lloros de la presunta culpable mientras relatan los minutos en que tardó en
asfixiar al tierno infante que fue su víctima. Y esto a pesar de la petición
por parte de su familia de un tratamiento digno y no morboso de aquel trágico asesinato).
La insistencia en destacar, insistir machaconamente y airear con todo lujo de detalles los
detalles más sensacionalistas y escabrosos de esos sucesos y exponer con una minuciosidad
los sentimientos de los familiares próximos para satisfacer el morbo de un
sector de sus audiencias está en clara y
directa relación con la búsqueda de aumentar las tiradas de sus
periódicos y de sus audiencias
televisivas o radiofónicas y con ello las ganancias y beneficios empresariales.
Pero poco tiene que ver eso desde luego
con la búsqueda de una información veraz
y esencial. ¿ Qué aporta al conocimiento de la noticia la fotografía de uno de
los hijos de Blanca Fernández Ochoa llorando y sufriendo por lo sucedido a su
madre? ¿Qué, la insistencia en dar a conocer cuál fue la causa concreta de su
muerte intentando difundir el informe forense que es privado y sólo debe ser
conocido por la familia? Y todo ello para alimentar el morbo de un sector del
público y así aumentar las audiencias y
las tiradas y la difusión de sus medios?
Fue, sin embargo, modélico el tratamiento de la labor de los equipos de búsqueda con la participación
activísima, además de los amigos, familiares y conocidos, de los voluntarios
que colaboraron en ella. ¿Por qué insistir tanto tras el desenlace en los
detalles de su muerte, de su situación personal y en menor medida destacar y
recordarnos su brillante trayectoria deportiva y sus cualidades humanas?.
Sin duda, existe en nuestro texto constitucional el derecho a la información, pero también está
reconocido en nuestras leyes el de la intimidad.
La intimidad que desde luego no se respeta en esos shows que lo que realmente
intentan es satisfacer ciertos bajos instintos que hay entre algunos sectores
de la población buscando aquéllos sino pingües beneficios. Sé que
algunos lectores pensarán que el que no
quiera ver, leer o escuchar tales informaciones está en su voluntad no hacerlo.
Pero eso no es de recibo, puesto que las familias, amigos y conocidos de los
sujetos de tales sucesos tienen el derecho al respeto, la intimidad y la
privacidad de los detalles concretos de aquellos sucesos y a que no se
aireen sus sentimientos que deben de mantenerse en el terreno de la privacidad
más absoluta, a no ser que por cualquier razón instrumental ellos mismo quieran
manifestarlos.
¿Cómo puede conseguirse esa actitud y
respeto? Los propios medios deberían acordar unos códigos deontológicos
estrictos que pusieran límites a tales extralimitaciones. Como también que el
Código Penal fuese más concreto y pormenorizado respecto al tratamiento
informativo de estos sucesos. Eso sí, siempre teniendo en cuenta y respetando el
derecho a la información que es la base y el fundamento de una sociedad libre y
democrática.
Es
claro que el problema es además de un calado más hondo y de dimensión
estructural. La deriva en esta fase del capitalismo neoliberal hacia la mercantilización de
cualquier aspecto y reducto humano, se ha extendido también al campo de los sentimientos, tratando
de convertirlos, y por tanto manipularlos, en una mercancía más y entre ellos,
claro está, el del morbo que producen las tragedias y las desgracias humanas.
Pero éste sería, sin duda, otro aspecto de este asunto de otro orden y
envergadura que requeriría un análisis de otro orden y calado.
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