viernes, 6 de septiembre de 2019

Otra vez La Leyenda Negra








La autora, María Elvira Roca Barea




  OTRA VEZ  LA LEYENDA NEGRA
                           JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
  Que un ensayo sobre los frutos positivos civilizatorios  de los imperios y , sobre todo y en particular, los  del Imperio español moderno alcance en tres años los cien mil ejemplares vendidos en no sé cuántas ediciones, que su autora sea propuesta para el Premio Princesa de Asturias y haya recibido el elogio tanto de algunos destacados elementos de nuestra derecha política como de la izquierda como han sido los casos de Felipe González como de Aznar, de Borrell como de Rivera y Ciudadanos que lo ha llegado a proponer como libro de cabecera para nuestros escolares, es, sin duda, un síntoma de la profunda crisis de identidad nacional por la que está atravesando nuestro país con motivo del movimiento independentista catalán que, aunque no se mencione  explícitamente en el libro de  María Elvira Roca Barea, Imperofobia y la leyenda Negra, su sombra  sobrevuela por todas sus páginas.
Parece paradójico que la visión sesgada, de escaso valor historiográfico en la que fundamenta su visión ideológica la autora, y dada la amplia difusión que ha tenido, apenas haya sido contestada por los historiadores profesionales. Excepto  la crítica fundamentada que ha realizado de su contenido general Carlos Martínez Shaw, historiador y catedrático de Historia de América de la Universidad  de Barcelona y  la muy fundamentada, pormenorizada y demoledora  del licenciado en historia, filosofía y antropología de la Universidad de Barcelona, Edgar Stralhle.
 Sin duda, la crítica más profunda y desarrollada del mencionado libro la ha realizado, desde la perspectiva de la Filosofía, el catedrático de esta materia de la Universidad de Madrid, José Luis Villacañas, en su  Imperofilia y el populismo nacional-católico. Este, aun reconociéndole a Roca Barea la función positiva civilizatoria  de los imperios, que, según la autora hay que distinguir con nitidez de los imperialismos (como si uno y otro- imperios e imperialismo-  fueran tan fácil de diferenciar y separar como el grano de la paja, y éste último no fuera sino en la mayoría de los casos el motor de aquéllos) mantiene que la tesis principal de Imperofobia,  esto es, que la Leyenda Negra que se tejió contra el Imperio español moderno sigue hoy todavía existiendo, porque, como escribe ahistóricamente, por denominarlo de alguna manera, la autora,  “ no hay esperanza alguna de que decaigan los prejuicios  protestantes contra España, porque están en el ADN  de su identidad colectiva”. Lo cual  no es  otra cosa que la expresión ideológica del nacionalpopulismo que fundamenta toda la obra y cuya función no es sino defender y reforzar el nacionalismo español acosado por las demandas de los independentistas catalanes. Leyenda Negra cuya existencia en ningún momento pretende negar su existencia Villacañas  durante  los siglos de la modernidad, pero que finalizó tras aquel período imperial. Mantener esa  interpretación  es dar, según él, una visión única, distorsionada y ahistórica del proceso histórico español.
 Por su parte, los dos historiadores mencionados más arriba coinciden  esencialmente con la visión de Villacañas. Carlos Martínez Shaw  considera una deformidad histórica afirmar , como hace Roca Barea, que la raíz de  esa hispanofobia  especialmente virulenta contra el Imperio español residió en el odio de los luteranos hacia el catolicismo cuya defensa y expansión se entendía como  la verdadera misión imperial hispana, Del mismo modo que considera faltas de rigor histórico científico sus afirmaciones sobre las actividades moderadas y justas  de la Inquisición y acerca de  la labor impoluta del Imperio español en la conquista y colonización de la América hispana.
Por su parte, el trabajo de Strahle desarrolla un concienzudo y pormenorizado análisis crítico de los aspectos historiográficos del libro de Roca Barea demostrando con pelos y señales la utilización deformada que la autora ha realizado de los textos de los  autores no hispanófobos   que utiliza como fundamento de sus  tesis a base de recortar sus textos o citarlos inapropiadamente de modo que es imposible verificar la autenticidad de las citas. Llega a escribir Strahle sobre el libro que lo que Roca Barea “suele hacer es recurrir a la falacia del hombre de paja: presenta un cuadro excepcionalmente negativo de un tema, por lo general uno ya hace tiempo desdeñado por los historiadores para refutarlo “in toto” y luego ofrecer un poco riguroso y asimismo exagerado relato alternativo que no entra en el estado actual del debate historiográfico”. Amén de otros numerosos defectos y limitaciones que hacen de su texto un producto de escaso valor científico y cultural.
Que eso sea así y haya logrado el éxito editorial que ha tenido no está sino en otro orden de cosas, esto es, en su contenido claramente ideológico que da respuesta a  la crisis de identidad nacional por la está atravesando un importante sector de la población española.

(Publicado en las páginas del suplemento cultural,  Cultura, de La Nueva España, de Oviedo)     










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