GENEALOGÍA DE LA DESIGUALDAD ACTUAL
JULIO
ANTONIO VAQUERO IGLESIIAS
Al contrario de aquellos historiadores y economistas que consideran que la desigualdad ha existido siempre y responde a una fórmula invariable, esto es, que no tiene historia, como es el caso de Piketty en su famosa obra El capital en el siglo XXI , este imprescindible libro de Gonzalo Pontón, parte de un principio diferente: la desigualdad actual tiene historia y sólo comprendiendo su genealogía podemos entender su verdadera naturaleza y poner hoy los remedios adecuados para darle soluciones, esto es, es necesario saber cuándo, dónde y por qué se dieron los procesos materiales políticos e intelectuales que pusieron las bases para llegar a la situación de desigualdad que vive hoy el mundo.
Esos
son los objetivos y planteamiento que el autor ha tratado de desarrollar, en
este su primer libro con un excelente resultado. Para comprender el elevado
nivel de esta “opera prima” no se debe olvidar que el autor ha
volcado en ella si no su experiencia como historiador, sí su bagaje como
editor especializado en la edición de libros de historia. Pontón ha sido uno de
los más importantes editores de este
país desde los años setenta con su editorial Crítica y después en
Pasado/Presente (siempre con el apoyo y
asesoría del que es uno de nuestros
mejores historiadores actuales Josep
Fontana, autor además del excelente prólogo
del libro), editoriales a las que tanto debemos todos los profesionales
y amantes de la historia en España y América.
El cuándo
es el ilustrado siglo XVIII en el que
una clase social desgajada de las que formaban el tercer estamento del Antiguo Régimen, la burguesía, al socaire de
un pronunciado incremento demográfico protagoniza un desarrollo de las fuerzas materiales dando origen a una
nueva fase del capitalismo y a una nueva
sociedad que tiene su fundamento en una nueva desigualdad, a la vez que se desarrollan unos nuevos
procesos intelectuales ( lo que conocemos como Ilustración) que son expresión también de esa desigualdad a la que
dan cobertura y legitimación. El dónde es lo que el autor denomina como “mundo occidental” que abarca
lo que hoy denominamos Europa occidental, pero incluyendo también todo el
ámbito americano.
En la primera parte del libro se hace un
brillante y claro análisis de los procesos económicos, sociales y políticos del
setecientos europeo y americano
demostrando cómo el sistema económico emergente fue creando una nueva y aguda
desigualdad social que se manifestó en un siglo surcado por numerosas y
difundidas protestas de las clases subalternas. Desde las algaradas y revueltas
a causa de las crisis de subsistencias y la consiguiente elevación del precio
del pan, de las demandas de subidas de
salarios y mejora de las condiciones de trabajo hasta la Revolución en Francia
al final del siglo, pasando por los motines prepolíticos que jalonaron también
toda la centuria. Protestas todas ellas fundamentadas en el concepto de “economía moral” que acuñó el
historiador británico Thompson como alternativa al de la “economía de mercado”, esto es, el pacto no escrito,
pero sacralizado en las conciencia de los actores por el que las clases
subalternas aceptaban las imposiciones feudales a cambio de los señores les
garantizaran el derecho a la vida y la reproducción.
Pero es en la segunda parte ( quizás la más brillante de las dos y ,sin duda, la más novedosa para
los lectores no especialistas) en la que
a través del análisis de los niveles de
alfabetización, de las transformaciones educativas y del discurso sobre la
educación que desarrollaron los más destacados ilustrados europeos, de los usos
y modelos culturales que se desarrollaron en el siglo, de la producción de
libros y del discurso y la utilización
de la razón por los ilustrados, llega a conclusiones que no sólo limitan y ponen en duda los efectos igualitarios del
proceso intelectual que se desarrolló durante la centuria, sino que niega
hasta la existencia del mismo movimiento de la Ilustración
Los pensadores ilustrados, como deduce el
autor de esos análisis, no sólo defendieron la desigualdad de educación entre
las clases subalternas y las élites como lo constatan las diferencias de los
niveles de alfabetización entre ellas o los escasos resultados institucionales
en el desarrollo de la educación. Como tampoco las élites quisieron difundir
entre las clases populares el nuevo modelo cultural que desarrollaron para
ellas, manteniendo la dualidad entre la nueva cultura burguesa y la cultura
popular. La misma producción de libros demuestra que los más leídos siguieron
siendo los libros tradicionales y que apenas se difundieron los textos que
exponían las nuevas teorías de los ilustrados. Y del análisis de la producción intelectual
filosófica, económica y política
ilustrada deduce, contra la interpretación dominante sobre la
Ilustración, que ésta realmente, no existió como un movimiento unitario
paneuropeo, destructor del cristianismo tradicional. Ni tampoco puede
considerársela como padre de la democracia ni defensora y redentora de los
oprimidos.
Algún lector puede deducir de lo anterior que estamos ante un libro académico o ante un
manual de historia. Estaría equivocado. Porque, aunque tenga algo de ambos, es
en realidad un ensayo crítico de
historia destinado a un público culto o meramente interesado en estos temas o
en la Ilustración y el setecientos, en
general, escrito en un lenguaje de claridad meridiana e incluso con algunos
toques literarios, sin que haya notas a pie de página, pero si una extensa y
actualizada bibliografía comentada, no sólo citada, al final del libro que
demuestra el gran conocimiento que el autor tiene de la historia del siglo XVIII.
Sin duda, un libro de historia excelente que, como debe ser, nos explica el
pasado para entender una cuestión apremiante del presente.
(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA
NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)
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