UNA NECESARIA
LEY DE SECRETOS OFICIALES
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
El pasado noviembre se admitió por las Cortes una
iniciativa legislativa del PNV para admitir a trámite una nueva Ley de Secretos
Oficiales. La vigente era una ley de la etapa franquista (1968) con retoques
preconstitucionales de octubre de 1978.
Esa ley vigente era una ley antidemocrática que se apartaba de
los modelos que imperan en los estados
democráticos europeos y de la que estaba vigente en los EE. UU. Y constituía,
sin duda, un elemento legislativo que distorsionaba el marco legal democrático
que la transición había instaurado en España. Entre otros aspectos negativos no
regulaba como todas las leyes de esa clase imperantes en los países
democráticos los periodos en que los documentos secretos en manos del Estado
podían estar bajo secreto y cuándo
podían y debían desclasificarse y ponerse a disposición de los ciudadanos
españoles
En el pasado noviembre el PNV presentó una iniciativa de ley para
promulgar una nueva ley de Secretos Oficiales
para acabar con esa anomalía democrática española. Sin embargo, esa iniciativa legal está siendo bloqueada
por el PP, Ciudadanos y… el PSOE que en todo el período democrático no ha hecho
nada definitivo para sacar adelante una
Ley de Secretos Oficiales digna de un sistema democrático.
A través de una artimaña legislativa esos
partidos han bloqueado su promulgación con la presentación hasta el 12 de mayo
de continúas prórrogas ( lo han hecho en catorce ocasiones) para impedir que
esa necesaria ley salga adelante.
No es extraño que dada esa anómala situación
un nutrido grupo de destacados
historiadores españoles contemporaneístas hayan elevado a las autoridades una
protesta formal ante esa anómala situación que impide su labor investigadora de
la historia de la España reciente forzando incluso el que tengan que realizar
sus trabajos de investigación a través de documentos indirectos procedentes de los archivos de otros estados como Reino
Unido o EE. UU.
Situación ésta que, entre otros muchos temas
polémicos y oscuros, les impide poder reconstruir con fiabilidad algunos de
los episodios más importantes de nuestro pasado reciente, como por ejemplo, el
23 F o la guerra sucia contra ETA.
Pero no sólo esa nueva ley es necesaria para permitir la labor investigadora de los historiadores.
Lo es también para la propia ciudadanía que tiene el derecho de saber cuál fue su pasado reciente y así poder
actuar libremente y con conocimiento de causa en la actividad política.
Como también lo es para los ciudadanos particulares que tienen el derecho de conocer
aquellos episodios y acontecimientos históricos que les han afectado personal o
familiarmente y que con la situación
legislativa actual se ven impedidos de conocer las actuaciones y
padecimientos de ellos y sus deudos e incluso poder actuar judicialmente en
defensa de sus derechos.
Lo mismo que en el reconocimiento de
otros muchos derechos individuales que nuestra democracia ha aportado, a
pesar de todos los defectos e
imperfecciones que presenta en el diseño de
su marco constitucional y en su funcionamiento cotidiano, es
imperiosamente necesario que se reconozcan los que se derivan de la existencia de una
verdadera Ley de Secretos Oficiales.
(Publicado en las páginas de Opinión
de La Nueva España, de Oviedo)
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