viernes, 23 de abril de 2021

 

 

 

 O NOS SALVAMOS TODOS  O NO HAY SALVACIÓN.

                JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

Está claro que la solución definitiva (tanto de la crisis sanitaria como la  económica y social que ha causado  la pandemia) pasa por la vacunación. Pero para esta vacunación sea realmente efectiva, es necesario que llegue a toda la población mundial. La alternativa parece clara: o nos salvamos todos o no hay salvación. Y  tal y como se está produciendo el proceso de vacunación no parece que  se esté avanzando en esa dirección. El 86 % de todos las vacunas ha sido destinado hasta ahora  a los países ricos y sólo el 0;1% ha ido a parar a los denominados países  del Tercer Mundo.

  Y el mayor obstáculo para conseguir esa difusión de la vacuna para toda la humanidad está claro que no es sino el que regula en el mundo capitalista el sistema de propiedad intelectual. La propiedad de las patentes de las vacunas es de las empresas farmacéuticas que las producen y existe, pues, el impedimento legal que establece la Organización Mundial del Comercio  (OMC) de la producción y comercialización libre de las mismas. Limitaciones que impiden que éstas puedan ser llevadas a cabo por los países pobres en función de las necesidades sanitarias de su población.

  No es extraño, pues, que Sudáfrica e India hayan reclamado a la OMC permiso para saltarse las normas legales que regulan el control de las patentes y así poder producir las vacunas  libremente en sus países. O que 175 líderes mundiales hayan pedido a Biden no sólo  su apoyo para que apoye su petición de liberar  la regulación de las patentes para la producción y comercialización libres de las vacunas, sino también que Estados Unidos coordine y dirija una  campaña de inversión global en la producción de esas vacunas para abastecer de ellas a toda la población mundial,  incluidos  los países pobres.

   El abuso de las empresas farmacéuticas que las están produciendo y comercializando es evidente. Incluso incumplen sus compromisos con los países que habían contratado su producción y abastecimiento. Aún y a pesar de  haber recibido importantes ayudas públicas para producirlas. AstraZeneca parece ser, por ejemplo, que  ha recibido el 97 % de inversión pública para desarrollar su vacuna.

 No se puede esperar, pues, de ningún modo que tales empresas imbuidas del espíritu más rastrero del capitalismo den solución al abastecimiento de vacunas a toda la población mundial aunque sólo sea por razones de interés de la supervivencia del propio capitalismo o de la defensa de sus intereses a largo plazo.

  Desde luego, ese pretendido plan coordinado  de inversión planificada y levantamiento de las leyes restrictivas de las patentes, me da la impresión de que no tiene nada que ver en general con planteamientos éticos humanitarios que  no dudo, por otra parte,  que hayan  estado presentes  en algunos de los firmantes de la petición al presidente norteamericano. Y desde luego esta endiablada situación  pone de manifiesto un hecho que cada vez se repite con mayor frecuencia en el mundo globalizado que ha traído el capitalismo neoliberal: la falta de instituciones supraestatales  de nivel mundial que tengan competencias y capacidad para tomar decisiones sobre problemas de escala mundial.     

(Artículo publicado en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo)

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