JULIO ANTONIO VAQUERO
Ya tardaba mucho, pero se le veía
venir. Las recientes declaraciones de Pablo Casado sobre el problema migratorio
en España, lo dejan claro. Que Casado tras la senda de su maestro y antiguo
jefe Aznar toma la deriva de la extrema derecha que ellos denominan, qué
sarcasmo, liberal. De ganar las elecciones esta nueva derecha que hace buena la
línea pragmática, quién lo iba decir, de Mariano Rajoy es fácil pensar, tras
las esas mencionadas declaraciones, que el “joven viejo” Casado impondría una
política migratoria en la línea de la extrema derecha italiana que lidera
Salvini: terminante negativa a aceptar
en suelo español de ningún migrante lo que supondría la vuelta a las
expulsiones en caliente que implantó, recuerdan, Aznar, cómo no, (ojalá que los
socialistas no caigan en la tentación de
esa política que ya han practicado estos días) y la política de
tolerancia cero con los migrantes sin aceptar ninguna política común implantada
por la Unión europea para tratar de repartir el problema del reparto de los cupos
de los inmigrantes.
Ni recibir ni dejar entrar a ninguno de esos
desgraciados que buscan huir del infierno de la guerra y el hambre al que los
hemos arrojado los países desarrollados.
Ahora, eso sí, el Salvini español deja claro que lo que se debe es regular su
entrada en nuestra país para la recolección agraria y otros trabajos necesarios
de temporeros. Claro es la explotación de los migrantes no debe ser
desaprovechada, pero el apoyo y la ayuda desinteresada negada terminante. Sin
duda, los rasgos de la ideología neoliberal se combinan en su pensamiento con los
de la ultraderechista. Ni más ni menos que el paralelismo
es claro con el mencionado
Salvini en Italia. Ni una sola palabra sobre la adopción de medidas conjuntas
de la Unión europea para tratar de canalizar de manera coherente y
aceptable el flujo migratorio hacia
Europa. Pero, claro, tampoco ninguna alusión a la necesaria y justa, de
justicia porque así lo determinan los derechos humanos reconocidos en nuestro
país y que son, además, el soporte ideológico de toda la construcción europea,
represión y combate de los traficantes de carne humana que se lucran con este
tráfico, como los armadores de los barcos
negreros lo hicieron en siglos anteriores con el tráfico de esclavos.
Sólo recibir a los que necesitemos para nuestras necesidades de mano de obra
que todos sabemos que es una mano de obra que esta sobreexplotada y que
trabaja y vive en condiciones
infrahumanas en el sur y sureste de España y si no basta con
darse una vuelta por sus zonas rurales. La
lógica de sus palabras está meridianamente clara. Migrantes que nos causen
problemas y gastos, no. Migrantes que puedan ser explotados por nuestros (los
de ellos) clientes políticos propietarios de las grandes explotaciones agrarias
del sur, sí.
El Salivini español debe saber, y si no,
pobres de nosotros, qué dios nos coja confesados si algún día llega al poder,
que la situación actual no es consecuencia del “efecto llamada” propiciado por
la actitud justa y loable del nuevo gobierno socialista hacia los migrantes que
vagaban sin rumbo por el Mediterráneo porque la Italia de la ultraderecha les
negaba el cobijo, permitiéndoles desembarcar en España y proporcionándoles la justa cobertura legal y el amparo físico. Sino
de que el cierre de esa vía migratoria por la ultraderecha italiana ha
originado en contrapartida el aumento de
esa corriente por el camino español, vía Marruecos, a lo que hay que añadir los problemas que
arrastra el propio país vecino que ha dejado de ser un pétrea muralla regulada
para contener el indetenible flujo migratorio que hasta ahora tampoco es de
dimensiones bíblicas como da a entender nuestro ultraderechista y neoliberal político.
Se dice que la mejor manera de detectar la
carga ideológica de un discurso político
es fijarse en aquellos elementos que no se mencionan. Es decir, establecer más las ausencias que las afirmaciones En el del Salvini español es claro. Entre las
posibles soluciones a largo plazo de este, sin duda, grave problema no está ni
se mencionan el aumentar sustantivamente las subvenciones y apoyos a los países
emisores, aunque no sea por una razón de justicia, como pensamos otros, sino
puramente por razones instrumentales.
Nadie se arriesga a perder su vida y la de sus hijos y otras muchas cosas como su propia familia, identidad y
cultura si no es por una imperiosa
necesidad. Solucionar los problemas del subdesarrollo, incluidos los
ecológicos, y poner fin a las guerras imperialistas es el mejor camino para
acabar con los flujos migratorios. De ninguna de esas cosas habla Casado,
preocupado, eso sí, por dejar abierta en
la muralla que pretende establecer, una
puerta para la mano de obra que necesiten los grandes propietarios del Sur y
Sureste de España.
Desde luego está bien que en su viaje a la frontera sur, Casado dé
un significativo abrazo a los guardias
civiles que bien se lo merecen por tener que soportar en su trabajo policial
las contradicciones de los políticos de turno, pero no estaría de más que se
acercase a uno de los lugares de acogida de los migrantes y se lo diese también a una de esas “personas”
que han logrado no morir en el intento de huir de la miseria y la muerte.
(Artículo publicado en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo)
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