LA
INTRAHISTORIA DE LA LEGALIZACIÓN DEL PCE
JULIO
ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Este 9 de abril se cumple el cuarenta aniversario de uno de los
hechos claves de la Transición española: la legación del PCE. Alguien podría
pensar que cuatro décadas después, ese acontecimiento está definitivamente aclarado
y es ya un episodio cerrado de la historia de la Transición. Pero, como
demuestra este libro del historiador
y profesor de la Universidad de Extremadura Alfonso Pinilla García, La legalización del PCE. La historia no
contada( 1974-1977) , esto no así.. No sólo, porque la Historia siempre
está en proceso de construcción y sujeta a nuevas preguntas por las nuevas generaciones, sino porque la
aparición de nuevas fuentes pueden permitir matizar y precisar los hechos y,
con ello, su interpretación y significado, como, en cierta medida, ocurre con
el relato que nos aporta este libro.
Pinilla ha construido su libro a partir de una
documentación inédita hasta ahora: el archivo de uno de los personajes
decisivos para que tuvieran lugar las conversaciones y negociaciones entre el presidente de Gobierno, Adolfo Suárez
y Santiago Carrillo, secretario general de PCE. Me refiero al abogado José Mario
Armero que no sólo fue, como demuestra este libro, un mero intermediario en
estas secretas y ocultas negociaciones sino un personaje activo y decisivo en
ellas. Ese archivo, al que accedió nuestro historiador gracias a la
intermediación de la conocida periodista, Pilar Urbano, que es, además, la
autora del prólogo del libro, contiene
las notas informales que fue tomando Armero de las relaciones y
negociaciones entre Carrillo y Suárez a medida que se desarrollaban los
contactos y reuniones que culminaron en aquel “sábado rojo “, 9 de abril de
1977, en que Suárez, aprovechando la
Semana Santa, dio anuncio a la legalización del PCE. Pero también el archivo
contiene un diario formal de todo ese proceso que Armero iba dictando a su
esposa Ana Montes. A través de esa documentación prioritariamente, pero también
del contenido de las memorias y el diario de Carrillo de ese año y los libros publicados
sobre estos hechos por algunos historiadores y periodistas, nuestro historiador
ha construido un trabajo de investigación que, como él mismo apunta, no es sino
la intrahistoria de ese importante hecho histórico de nuestra historia contemporánea.
La
legalización no fue sino el resultado de
un pacto en el que ambos
líderes obtuvieron sus respectivos
beneficios: para Suárez la condición sine que non para obtener la legitimidad del nuevo régimen democrático
homologable a los europeos que el
exfalangista se proponía instaurar; para Carrillo, a cambio de su moderación,
estar ya dese el primer momento en igualdad de
condiciones con el resto de los partidos ante las decisivas primeras
elecciones que se iban a celebrar y capitalizar así su hegemonía en la lucha
contra la dictadura.
En torno a ese análisis del proceso de
legalización, el autor trata diversos
temas. Desde los primeros contactos con Carrillo del entonces todavía Príncipe,
don Juan Carlos a través, primero, de Nicolás Franco, el sobrino del dictador y
después de Manuel de Prado y Colón de Carvajal , en 1974 y 1975 hasta la legalización del PCE en abril de 1977 y el
posterior malestar militar que el diario de Armero recoge que se vive en el seno de los medios
suaristas como una más que probable amenaza de un golpe militar, pasando
por la primera entrevista a través de Armero entre Suárez y Carrillo en agosto de 1976 en la casa de Teodulfo
Lagunero, mecenas de Carrillo, en Cannes, la ansiedad de éste para no quedar fuera de juego y su órdago
al gobierno al presentarse en Madrid en
plena clandestinidad, su detención y subsiguiente liberación, la génesis y la
definitiva entrevista en que llegaron al acuerdo los dos líderes celebrada en
el chalet de Armero en Aravaca en febrero de 1977 y la cumbre eurocomunista en
el mes de marzo siguiente celebrada en Madrid y el proceso jurídico por el que atravesó el expediente de
legalización del PCE
Sin duda, como apunta nuestro historiador la
documentación que ha utilizado le ha permitido trazar la intrahistoria
(entendida al modo unamuniano como esa
callada sucesión de acontecimientos que no emergen a la luz de los libros y de
la prensa) de ese ese hecho decisivo de la Transición y con ella tener una
visión más completa de la Historia (con mayúscula) de ese acontecimiento y de la Transición en
su conjunto. Pero mantener la tesis de que es “quizás” la intrahistoria “la que
permite acceder a la verdadera naturaleza (…) del excepcional cambio operado en
España tras la muerte de Franco” (p. 344)
puede, como poco, parecer a muchos lectores, como le ocurre al que esto escribe, algo exagerada. Ahora que tanto se discute de
la naturaleza de la Transición (de la que la legalización del PCE fue un hecho
decisivo), de si fue una traición o un
proceso admirable, la intrahistoria puede ser, sin duda, un elemento más para
aclararlo, pero no desde luego la panacea que lo explique todo.
Sin duda, un libro de interés,
bien escrito, que añade a su atrayente
asunto el de la lectura del anexo documental que le acompaña con parte de los
documentos del archivo de José Mario Armero y su esposa.
( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL, DE LA
NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)
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