viernes, 21 de abril de 2017

LA HERENCIA DE SANTIAGO MELÓN

                               LA HERENCIA DE SANTIAGO MELÓN
                                                   JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

                                                                         
     Año y pocos meses después de su fallecimiento, acaba de aparecer la obra completa del historiador, catedrático de instituto durante gran parte de su vida profesional y catedrático de Historia económica de la Universidad de Oviedo, Santiago Melón. Editada primorosamente por la editorial asturiana KRK en colaboración con la Universidad de Oviedo, en el marco de su colección de temática asturiana “Días de Diario”, no es, desde luego, una obra extensa. Está recopilada en un solo  volumen, pero  se puede aplicar  a ella, y en este caso sin el riesgo de caer en tópico, la conocida sentencia de Gracián de que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. No estamos, desde luego, ante el habitual conjunto de escritos académicos especializados resultado de una programada carrera profesoral, sino de un ramillete de ensayos, introducciones, artículos  académicos e incluso escritos literarios de una gran diversidad temática pero todos ellos expresión y muestra inequívoca del elevado nivel cultural, la agudeza intelectual y el buen hacer literario de su autor.
            Si quisiéramos identificar un centro de su interés de historiador en esa obra tan diversa, sin duda, habría que citar sus  trabajos ya clásicos sobre la historia de la Universidad de Oviedo en su etapa de mayor brillantez que fue la del período finesecular con el magisterio de los institucionistas del Grupo de Oviedo. Con ese tema comenzó su carrera profesional, dedicándole su memoria de licenciatura, Un capítulo de la Universidad de Oviedo, en unos años, en pleno franquismo, en que no era  bien visto por los ojos del poder tratar de aquellos intelectuales y de su ideología liberal republicana. Su dirección corrió a cargo del que fue su tutor intelectual en la universidad madrileña, Santiago Montero. Asunto que continuó siendo el campo preferente de su investigación  prácticamente hasta el final de su vida con otros trabajos sobre la Extensión Universitaria, el viaje de Rafael Altamira a América, el americanismo del Grupo de Oviedo. Y del más reciente dedicado a reconstruir la historia de la Universidad de Oviedo  durante la guerra  civil. Es decir, los denodados y fructíferos intentos del represor rector Gendín para evitar el proyecto de su cierre por parte del ministro Sainz Rodríguez a cambio de la ignominiosa damnatio memoriae de su etapa republicana y liberal finesecular.
            Todos estos trabajos ya habían sido recopilados en un volumen editado por la Universidad de Oviedo con motivo de la conmemoración del 98, del que, en su momento, dimos cumplida y positiva razón en este mismo suplemento.
Por ello, si hubiera que poner una etiqueta a Melón como historiador sería la de haber sido, tras Canella y no con muchos más, uno, sino el principal, de los más destacados historiadores de la Universidad de Oviedo. Pero es difícil etiquetar una obra tan singular como la del profesor ovetense. Como demuestran los varios y diversos apartados en que han  agrupado sus trabajos los profesores Víctor Álvarez Antuña, Florencio Friera Suárez y Álvaro Ruiz de la Peña que  han tenido a su cuidado la edición de esta obra completa, el registro de su contenido es amplio. Además de los relativos al  “alma mater” ovetense, se incluyen en este volumen aproximadamente una veintena de trabajos agrupados bajo diferente rúbrica: “Estudios literarios”, “Historia y economía”, “Sociología” y “Episodios familiares”. 
            En realidad, y dejando a un lado sus trabajos sobre sociología- sobre todo, el que realizó como tesis de doctorado sobre la sociología de Emilio Durkhein que, sin duda, tuvo una influencia duradera en su concepción historiográfica- el denominador común de la mayor parte de su obra  es su referente asturiano. Y con todo y con ello tuvo que sufrir injustamente el rechazo de  su candidatura como miembro del IDEA. Jovellanos, Rubín de Celis, Campoamor, Antonio García Oliveros, el marqués de Santa Cruz, Ramón Pérez de Ayala, Aramburu y Zuloaga, Canella, Pepín Quevedo, Posada Herrera son, entre otros, algunos de los más  destacados asturianos sobre los que trató en artículos, ensayos, prólogos e introducciones. La generación del Carbayón y la Revista de Asturias; la revolución de 1820; la ilustración asturiana; la cultura y la Universidad ovetense; la Restauración; el regeneracionismo; el americanismo del Movimiento de Oviedo; la Restauración y el Desastre en clave asturiana fueron, entre otros, los temas  relativos a la historia asturiana sobre los que escribió brillantemente.
Como  sabemos bien todos los que hemos trabajado sobre ese período, Melón fue un profundo conocedor de la etapa de la Restauración en Asturias, sobre todo, en su dimensión cultural. Como muestra de su independencia de criterio como historiador e intelectual, podemos señalar uno de sus trabajos tardíos( Restauración y Desastre, 1998) para la revista Clarín con motivo de la conmemoración del 98 sobre la Restauración. En este trabajo no se dejó llevar  por los cantos de sirena del reciente revisionismo historiográfico que  en sentido positivo cierta historiografía ha venido realizando  de esta etapa, y siguió interpretando aquel régimen, como lo que realmente fue, un espectáculo de fantasmagoría y corrupción.
            En relación con la cultura asturiana, Melón dejó bien sentada y razonada su posición al respecto  en el que es, sin duda, uno de sus más brillantes e interesantes textos: Introducción la Poesía ( en bable) de Pepín Quevedo. En él se esboza, en una excelente prosa, una original y realista teoría sobre Asturias y la mentalidad colectiva asturiana , el regionalismo asturiano y el bable como contexto explicativo de la obra poética en bable de Pepín Quevedo.
            En estos años finales de su vida, el catedrático ovetense estaba dedicado escribir sobre su historia familiar y la muerte dejó desgraciadamente para sus lectores inconclusa esta tarea. Porque en  las muestras que aparecen en este volumen de esos escritos se puede apreciar claramente, por su gran calidad, los elementos que le definieron como historiador e intelectual. Su excelente capacidad narrativa, su profunda cultura histórica sobre cualquier época de la historia y su aguda inteligencia alcanzan su máxima expresión en estos capítulos sobre las peripecias históricas y familiares de un libro de Diderot hallado en la biblioteca de su padre; o en los que nos cuenta el origen judío de su familia riojana.
            La verdadera riqueza, el principal capital, que el investigador y el intelectual- si realmente lo son- crean a lo largo de su vida es su producción intelectual. La cual constituye, en verdad, su auténtica herencia. Por eso, ante este volumen con su obra completa, estamos, en cierta medida, en presencia del verdadero testamento de Santiago Melón. Y es , sin duda, una producción  valiosa, como, con buen criterio, la estima  el rector Juan Vázquez en su presentación de este libro, más- a mi entender- por su valor de uso, que por el valor  de cambio académico que tuvo para su autor, lo que le añade un plus de reconocimiento. Uno de los legados más preciados de esa herencia, como se muestra en su anexo donde se recogen los escritos de despida de sus amigos y en la introducción de Ignacio Ruiz de la Peña, es el de haber logrado reunir en torno a él un grupo de amigos tan fieles e incondicionales. Éstos, como sus discípulos de instituto y de universidad y sus lectores, difícilmente olvidarán su  cualificado, agudo y humano magisterio. 
                                      SANTIAGO MELÓN Y  MARCUSE
                                                          J.A.V.I
            Santiago Melón no sólo fue historiador, sino también un intelectual con una clara conciencia y opinión propia formada  sobre los problemas de su tiempo. La revolución estudiantil del 68 motivó un pequeño trabajo suyo sobre “Herbert Marcuse y nuestro tiempo ”. En él analiza con la claridad expositiva que le caracteriza el contexto ideológico y sociológico en que se produce aquel movimiento estudiantil y el pensamiento del pensador alemán que tanta influencia tuvo sobre los sesentayochistas, y lo valora críticamente. Aun reconociendo con Marcuse los males aportados por el capitalismo tardío, Melón no acepta desde la modernidad racionalista sus conclusiones por irracionalistas:”Coincidimos- escribía Melón- con Marchais (secretario del PC francés) y todos aquellos que condenan estas erupciones de irracionalismo político. Frente a tales manifestaciones podemos enarbolar una escueta consigna: retorno al clasicismo(...) ( que es) conciencia de las limitaciones, confianza en la razón, distinción entre lo verdadero y lo falso, de lo vivido y lo soñado, de lo posible y lo imposible, de las voces y los ecos. Marcuse, que es eco de ilustres pensadores, es también confusión”.
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                                          REGIONALISMO ASTURIANO
                                                                    J.A.V.I
“El regionalismo asturiano- escribe Melón en su Introducción a “Poesía ( en bable) de Pepín Quevedo- fue pacífico y no tuvo pretensiones políticas y culturales. Se limitó a señalar lo evidente; su personalidad geográfica. No pasó de ahí. Jamás pensó en afirmar una personalidad económica o ideológica, o simplemente literaria y cultural. Así resulta que el regionalismo asturiano es un regionalismo de cosas, de materialidades: se limita a cantar, añorar, sentimentalizar el prado verde, el hórreo, la sidra, la catedral, la mina, la pomarada, las callejuelas (...). Podríamos llamarlo- a condición de recta interpretación- “regionalismo materialista”, puesto que se liga a cosas evidentes, tangibles y sólidas(...).En fin nuestro regionalismo no pasa del nivel de lo típico. El tipismo es el elemento diferencial al que nos agarramos los asturianos cuando queremos autoafirmarnos, y el tipismo es, por otra parte, lo apreciable a simple vista, lo externo y epidérmico”.
                                                 OVIEDO AL FONDO
                                                            J.A.V.I
            Melón no sólo fue ovetense de nacimiento, sino también de vocación; y, en relación con esa doble condición, profundo conocedor de la historia de la ciudad  y de sus personajes en los siglos XIX y XX. Oviedo, podríamos decir, fue siempre el escenario de fondo de su vida y su obra. Una de las mejores descripciones de ese Oviedo contemporáneo se deben a su pluma. Es el capítulo titulado “Los dos últimos siglos” del Libro de Oviedo. En él se pueden leer descripciones  tan expresivas como ésta del Oviedo levítico: “Los ovetenses, habituados a su medio, vivían  en las casuchas desvencijadas de la Encimada, transitaban por las estrechas calles que, como raíces de un enorme árbol, serpenteaban al pie de esa torre que parecía un mástil; oían una y otra vez los sonidos de las campanas de iglesia que parecían vestir el aire con roquete y, así, día a día, iban tejiendo su pequeña historia personal y la pequeña historia de la ciudad. El señor obispo, treinta y seis canónigos y unas cuantas docenas de clérigos de fila cuidaban de la mies; la universidad digería pesadamente, con somnolencia el bajo escolasticismo que era todavía el plato fuerte de la enseñanza superior”.  

( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)
                                                   

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