LA HERENCIA DE SANTIAGO
MELÓN
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Año y pocos meses después de su fallecimiento, acaba de aparecer la obra completa del historiador, catedrático de instituto durante gran parte de su vida profesional y catedrático de Historia económica de la Universidad de Oviedo, Santiago Melón. Editada primorosamente por la editorial asturiana KRK en colaboración con la Universidad de Oviedo, en el marco de su colección de temática asturiana “Días de Diario”, no es, desde luego, una obra extensa. Está recopilada en un solo volumen, pero se puede aplicar a ella, y en este caso sin el riesgo de caer en tópico, la conocida sentencia de Gracián de que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. No estamos, desde luego, ante el habitual conjunto de escritos académicos especializados resultado de una programada carrera profesoral, sino de un ramillete de ensayos, introducciones, artículos académicos e incluso escritos literarios de una gran diversidad temática pero todos ellos expresión y muestra inequívoca del elevado nivel cultural, la agudeza intelectual y el buen hacer literario de su autor.
Año y pocos meses después de su fallecimiento, acaba de aparecer la obra completa del historiador, catedrático de instituto durante gran parte de su vida profesional y catedrático de Historia económica de la Universidad de Oviedo, Santiago Melón. Editada primorosamente por la editorial asturiana KRK en colaboración con la Universidad de Oviedo, en el marco de su colección de temática asturiana “Días de Diario”, no es, desde luego, una obra extensa. Está recopilada en un solo volumen, pero se puede aplicar a ella, y en este caso sin el riesgo de caer en tópico, la conocida sentencia de Gracián de que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. No estamos, desde luego, ante el habitual conjunto de escritos académicos especializados resultado de una programada carrera profesoral, sino de un ramillete de ensayos, introducciones, artículos académicos e incluso escritos literarios de una gran diversidad temática pero todos ellos expresión y muestra inequívoca del elevado nivel cultural, la agudeza intelectual y el buen hacer literario de su autor.
Si quisiéramos identificar un centro
de su interés de historiador en esa obra tan diversa, sin duda, habría que
citar sus trabajos ya clásicos sobre la
historia de la Universidad de Oviedo en su etapa de mayor brillantez que fue la
del período finesecular con el magisterio de los institucionistas del Grupo de
Oviedo. Con ese tema comenzó su carrera profesional, dedicándole su memoria de
licenciatura, Un capítulo de la Universidad de Oviedo, en unos
años, en pleno franquismo, en que no era
bien visto por los ojos del poder tratar de aquellos intelectuales y de
su ideología liberal republicana. Su dirección corrió a cargo del que fue su
tutor intelectual en la universidad madrileña, Santiago Montero. Asunto que
continuó siendo el campo preferente de su investigación prácticamente hasta el final de su vida con
otros trabajos sobre la Extensión Universitaria, el viaje de Rafael Altamira a
América, el americanismo del Grupo de Oviedo. Y del más reciente dedicado a
reconstruir la historia de la Universidad de Oviedo durante la guerra civil. Es decir, los denodados y fructíferos
intentos del represor rector Gendín para evitar el proyecto de su cierre por
parte del ministro Sainz Rodríguez a cambio de la ignominiosa damnatio
memoriae de su etapa republicana y liberal finesecular.
Todos estos trabajos ya habían sido
recopilados en un volumen editado por la Universidad de Oviedo con motivo de la
conmemoración del 98, del que, en su momento, dimos cumplida y positiva razón
en este mismo suplemento.
Por ello, si hubiera que poner una etiqueta a Melón como historiador
sería la de haber sido, tras Canella y no con muchos más, uno, sino el
principal, de los más destacados historiadores de la Universidad de Oviedo.
Pero es difícil etiquetar una obra tan singular como la del profesor ovetense.
Como demuestran los varios y diversos apartados en que han agrupado sus trabajos los profesores Víctor
Álvarez Antuña, Florencio Friera Suárez y Álvaro Ruiz de la Peña que han tenido a su cuidado la edición de esta
obra completa, el registro de su contenido es amplio. Además de los relativos
al “alma mater” ovetense, se incluyen en
este volumen aproximadamente una veintena de trabajos agrupados bajo diferente
rúbrica: “Estudios literarios”, “Historia y economía”, “Sociología” y
“Episodios familiares”.
En realidad, y dejando a un lado sus
trabajos sobre sociología- sobre todo, el que realizó como tesis de doctorado
sobre la sociología de Emilio Durkhein que, sin duda, tuvo una influencia
duradera en su concepción historiográfica- el denominador común de la mayor
parte de su obra es su referente
asturiano. Y con todo y con ello tuvo que sufrir injustamente el rechazo
de su candidatura como miembro del IDEA.
Jovellanos, Rubín de Celis, Campoamor, Antonio García Oliveros, el marqués de
Santa Cruz, Ramón Pérez de Ayala, Aramburu y Zuloaga, Canella, Pepín Quevedo,
Posada Herrera son, entre otros, algunos de los más destacados asturianos sobre los que trató en
artículos, ensayos, prólogos e introducciones. La generación del Carbayón y la Revista
de Asturias; la revolución de 1820; la ilustración asturiana; la cultura y
la Universidad ovetense; la Restauración; el regeneracionismo; el americanismo
del Movimiento de Oviedo; la Restauración y el Desastre en clave asturiana
fueron, entre otros, los temas relativos
a la historia asturiana sobre los que escribió brillantemente.
Como sabemos bien todos los que hemos trabajado
sobre ese período, Melón fue un profundo conocedor de la etapa de la
Restauración en Asturias, sobre todo, en su dimensión cultural. Como muestra de
su independencia de criterio como historiador e intelectual, podemos señalar
uno de sus trabajos tardíos( Restauración y Desastre, 1998) para
la revista Clarín con motivo de la conmemoración del 98 sobre la
Restauración. En este trabajo no se dejó llevar
por los cantos de sirena del reciente revisionismo historiográfico
que en sentido positivo cierta
historiografía ha venido realizando de
esta etapa, y siguió interpretando aquel régimen, como lo que realmente fue, un
espectáculo de fantasmagoría y corrupción.
En
relación con la cultura asturiana, Melón dejó bien sentada y razonada su
posición al respecto en el que es, sin
duda, uno de sus más brillantes e interesantes textos: Introducción la Poesía
( en bable) de Pepín Quevedo. En él se esboza, en una excelente prosa, una
original y realista teoría sobre Asturias y la mentalidad colectiva asturiana ,
el regionalismo asturiano y el bable como contexto explicativo de la obra
poética en bable de Pepín Quevedo.
En estos
años finales de su vida, el catedrático ovetense estaba dedicado escribir sobre
su historia familiar y la muerte dejó desgraciadamente para sus lectores
inconclusa esta tarea. Porque en las
muestras que aparecen en este volumen de esos escritos se puede apreciar
claramente, por su gran calidad, los elementos que le definieron como
historiador e intelectual. Su excelente capacidad narrativa, su profunda
cultura histórica sobre cualquier época de la historia y su aguda inteligencia
alcanzan su máxima expresión en estos capítulos sobre las peripecias históricas
y familiares de un libro de Diderot hallado en la biblioteca de su padre; o en
los que nos cuenta el origen judío de su familia riojana.
La
verdadera riqueza, el principal capital, que el investigador y el intelectual-
si realmente lo son- crean a lo largo de su vida es su producción intelectual.
La cual constituye, en verdad, su auténtica herencia. Por eso, ante este
volumen con su obra completa, estamos, en cierta medida, en presencia del
verdadero testamento de Santiago Melón. Y es , sin duda, una producción valiosa, como, con buen criterio, la
estima el rector Juan Vázquez en su
presentación de este libro, más- a mi entender- por su valor de uso, que por el
valor de cambio académico que tuvo para
su autor, lo que le añade un plus de reconocimiento. Uno de los legados más
preciados de esa herencia, como se muestra en su anexo donde se recogen los
escritos de despida de sus amigos y en la introducción de Ignacio Ruiz de la
Peña, es el de haber logrado reunir en torno a él un grupo de amigos tan fieles
e incondicionales. Éstos, como sus discípulos de instituto y de universidad y
sus lectores, difícilmente olvidarán su
cualificado, agudo y humano magisterio.
SANTIAGO
MELÓN Y MARCUSE
J.A.V.I
Santiago Melón no sólo fue
historiador, sino también un intelectual con una clara conciencia y opinión
propia formada sobre los problemas de su
tiempo. La revolución estudiantil del 68 motivó un pequeño trabajo suyo sobre
“Herbert Marcuse y nuestro tiempo ”. En él analiza con la claridad expositiva
que le caracteriza el contexto ideológico y sociológico en que se produce aquel
movimiento estudiantil y el pensamiento del pensador alemán que tanta
influencia tuvo sobre los sesentayochistas, y lo valora críticamente. Aun
reconociendo con Marcuse los males aportados por el capitalismo tardío, Melón
no acepta desde la modernidad racionalista sus conclusiones por
irracionalistas:”Coincidimos- escribía Melón- con Marchais
(secretario del PC francés) y todos aquellos que condenan estas erupciones de
irracionalismo político. Frente a tales manifestaciones podemos enarbolar una
escueta consigna: retorno al clasicismo(...) ( que es) conciencia de las
limitaciones, confianza en la razón, distinción entre lo verdadero y lo falso,
de lo vivido y lo soñado, de lo posible y lo imposible, de las voces y los
ecos. Marcuse, que es eco de ilustres pensadores, es también confusión”.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
REGIONALISMO ASTURIANO
J.A.V.I
“El regionalismo asturiano-
escribe Melón en su Introducción a “Poesía ( en bable) de Pepín Quevedo-
fue pacífico y no tuvo pretensiones políticas y culturales. Se limitó a
señalar lo evidente; su personalidad geográfica. No pasó de ahí. Jamás pensó en
afirmar una personalidad económica o ideológica, o simplemente literaria y
cultural. Así resulta que el regionalismo asturiano es un regionalismo de
cosas, de materialidades: se limita a cantar, añorar, sentimentalizar el prado
verde, el hórreo, la sidra, la catedral, la mina, la pomarada, las callejuelas
(...). Podríamos llamarlo- a condición de recta interpretación- “regionalismo
materialista”, puesto que se liga a cosas evidentes, tangibles y
sólidas(...).En fin nuestro regionalismo no pasa del nivel de lo típico. El
tipismo es el elemento diferencial al que nos agarramos los asturianos cuando
queremos autoafirmarnos, y el tipismo es, por otra parte, lo apreciable a
simple vista, lo externo y epidérmico”.
OVIEDO AL FONDO
J.A.V.I
Melón no sólo fue ovetense de
nacimiento, sino también de vocación; y, en relación con esa doble condición,
profundo conocedor de la historia de la ciudad
y de sus personajes en los siglos XIX y XX. Oviedo, podríamos decir, fue
siempre el escenario de fondo de su vida y su obra. Una de las mejores
descripciones de ese Oviedo contemporáneo se deben a su pluma. Es el capítulo
titulado “Los dos últimos siglos” del Libro de Oviedo. En él se
pueden leer descripciones tan expresivas
como ésta del Oviedo levítico: “Los ovetenses, habituados a su medio,
vivían en las casuchas desvencijadas de
la Encimada, transitaban por las estrechas calles que, como raíces de un enorme
árbol, serpenteaban al pie de esa torre que parecía un mástil; oían una y otra
vez los sonidos de las campanas de iglesia que parecían vestir el aire con
roquete y, así, día a día, iban tejiendo su pequeña historia personal y la
pequeña historia de la ciudad. El señor obispo, treinta y seis canónigos y unas
cuantas docenas de clérigos de fila cuidaban de la mies; la universidad digería
pesadamente, con somnolencia el bajo escolasticismo que era todavía el plato
fuerte de la enseñanza superior”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario