lunes, 17 de octubre de 2016

FAMÉLICA LEGIÓN

                                          FAMÉLICA   LEGIÓN
                                                                            Julio Antonio Vaquero Iglesias
            



    Jean Ziegler pertenece a ese grupo de intelectuales comprometidos cuya desaparición  la teoría del fin de la historia y el pensamiento único han decretado, pero que la cruda e incierta realidad mundial que vivimos hace cada vez más necesarios. A través de sus libros, su cátedra en la Universidad de Ginebra y su actividad política como diputado del Parlamento de la Confederación Helvética, Ziegler ha venido combatiendo , lanza en ristre, gigantescos y reales molinos como el secreto bancario suizo, el crimen organizado  o la injusta realidad del subdesarrollo. Ahora en este libro El hambre en el mundo explicada a mi hijo (Barcelona, Muchnik Editores,2000) ataca a esa hidra del hambre, en este caso de cinco cabezas ,una por cada continente, que asuela al mundo  y que no es sino  la expresión más radical de la pobreza en que vive más de media humanidad.
      El hambre en el mundo explicada a mi hijo es algo más que un panfleto de denuncia. Con la fórmula de preguntas y respuestas de los catecismos y teniendo como interlocutor a su hijo Kim, Ziegler busca con su opúsculo crear una opinión pública concienciada  sobre el problema del hambre con la esperanza- ingenua pensarán muchos de los lectores- de conseguir su capacidad de presión sobre sus gobiernos democráticos para caminar hacia su  solución. Sus destinatarios son, pues, los ciudadanos y los profesores  para   que lo difundan en la escuela. Y su objetivo va más allá de provocar  esa    sensibilización epidérmica  que  buscan promover las campañas sobre el hambre  de determinadas ONG  para  que. aportemos nuestro óbolo y podamos seguir durmiendo tranquilos; o  esa otra inducida por las imágenes televisivas de esos niños hambrientos de ojos tristes, vientres hinchados y cuerpos esqueléticos destruidos lentamente por el  kwashiorkor, y cuya visión estimula nuestra actitud caritativa o nos lleva a apagar el televisor para que “no hiera nuestra sensibilidad”.
       El intelectual suizo busca, por el contrario, ir más allá de esa clase de sensibilización contribuyendo a desarrollar una concienciación racional y crítica sobre el problema del hambre que favorezca una respuesta ciudadana encaminada a erradicar las causas del problema y no sólo a ser un paliativo caritativo. La explicación paterna sobre la dimensión del hambre, sus formas, sus mecanismos de producción y reproducción y  sus soluciones, pretende  que Kim - el lector- comprenda por qué se produce esa lacra de lesa humanidad y supere tanto esa visión impresionista que le proporcionan las mil imágenes  que sobre ella está viendo a diario en su televisor, como las teorías interesadas que la justifican.  
         De ese modo, Kim podrá  tener una consciencia clara, fundamentada en la razón, de lo monstruosa  que es la  injusticia  de que cuando, por fin, la civilización humana ha alcanzado la posibilidad de producir alimentos para todos los hombres e incluso de alimentar al doble de la actual población mundial, una sexta parte de la humanidad esté pasando hambre y treinta millones de seres humanos mueran de ella cada año. Comprenderá que las explicaciones sobre la fatalidad de ese hecho y las justificaciones malthusianas solamente son filfa ideológica. Sabrá diferenciar entre el hambre coyuntural- esas hambrunas que  frecuentemente producen las catástrofes naturales, las sequías, la desertización y las guerras en el Tercer Mundo, con su correlato de impresionantes éxodos de cadáveres vivientes y campos de refugiados- y la hambruna estructural. Esa subalimentación permanente en que viven sectores numerosos de las poblaciones de los países pobres, con su cortejo de enfermedades y muerte lenta, y que  es el resultado de la combinación de unas condiciones estructurales de producción subordinadas a los países ricos con una especulación asesina con el precio de los alimentos en la Bolsa de las materias primas agrícolas de  Chicago. Se enterará también de que el hambre puede ser utilizada a veces por los Estados y las multinacionales como “arma alimentaria” usada frecuentemente contra aquellos a los que tratan de imponer su voluntad. Y que si se quiere ir a las raíces del problema y evitar así su reproducción, la única solución está en reformar en profundidad el orden económico y político mundial que la produce. 

      Lo que ha aprendido Kim de esa conversación con su padre deberíamos saberlo todos los ciudadanos de los países ricos y los padres y los profesores enseñárselo a nuestro hijos y alumnos. Ese sí es un conocimiento relevante para unas Humanidades bien entendidas y no los derivados de ese enfoque culturalista con que parece que pretende abordarse en nuestro país la reforma de su enseñanza. Sería, al menos, una de las condiciones necesarias- aunque  todavía insuficiente- para  comenzar a cambiar este  monstruoso e injusto “orden” global en el que , como hasta el Banco Mundial reconoce en su último informe, la riqueza crece para unos pocos, mientras la pobreza y el hambre aumenta para mucho

PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO

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