viernes, 12 de diciembre de 2014

La vía española a la modernización


                      LA  VÍA ESPAÑOLA A LA MODERNIZACIÓN

 

                                          JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

          
  De todas las historias de la Historia/ sin duda la más triste es la de España / porque termina mal…/  Estos versos de  Gil de Biedma expresan mejor que cualquier  tratado histórico el que fue el  paradigma dominante (casi hasta ayer) de la excepcionalidad (negativa) de la historia de España. Una historia contemporánea llena de violencia en la que la excepción  fue la democracia y la norma, la inestabilidad política y las guerras civiles, anormalidad que  habría llegado a su máxima expresión  en  la guerra civil de 1936. Evolución que habría culminado con la excepcionalidad (positiva) de la  Transición en la democracia tras el final de la Dictadura. Una historia en la que la revolución industrial habría sido un fracaso, el proceso secularizador, incompleto ( incluso hasta hoy mismo) por el dominio abrumador  de una  Iglesia católica, siempre en lucha con el anticlericalismo beligerante e intenso que habría constituido uno de los rasgos peculiares de nuestro proceso histórico contemporáneo. Una historia, en fin, que nos había separado de Europa que siempre fue el camino a seguir y la meta a llegar para todos los intelectuales y políticos  progresistas que en España han sido en los siglos XIX y XX para los que España se vio y se escribió siempre como “problema”: institucionistas, generaciones del 98 y del 14....

            Sin embargo, hoy tras los avances de la historiografía más reciente ese paradigma  de la anormalidad  negativa ya no se sostiene y cada vez aparece más claro que la historia de España no fue tan diferente a las  historias de los otros países de Europa Occidental  En realidad, esta visión de la historia española ha dejado claro que aquella percepción de anormalidad ocultaba un planteamiento equivocado. No había, en realidad, tal “problema de España”, como se denominaba a la pretendida excepcionalidad española. Porque, en realidad, no hay una historia “normal” europea: los grandes estados europeos, Francia, Gran Bretaña, Alemania, y el resto de los pertenecientes a lo que se ha denominado Europa occidental se “modernizaron” (digámoslo sin tapujos: accedieron al capitalismo industrial con democracia liberal) por vías claramente diferentes. No hay pues una historia de Europa “normal” ( a no ser la idealizada por nuestros intelectuales y políticos) que haya supuesto ni un camino común ni implique unas etapas prefijadas: las rutas hacia la modernización de Gran Bretaña, Francia y Alemania  fueron claramente diferentes entre sí. La pregunta pertinente para España es, pues, ¿cómo fue la vía que siguió nuestro país hacia la modernización? Y la  respuesta sólo puede venir de la historia comparada y desgraciadamente los historiadores españoles no la han practicado con frecuencia y todavía la practican escasamente.

 De ahí la oportunidad de este libro que trata de hallar respuesta a esa pregunta por la vía comparativa. Me refiero a “¿Es  España diferente?. Una mirada comparativa (siglos XIX y XX) (Taurus 2010) que ha  dirigido el profesor de la Universidad Complutense, Nigel Townson y en el que intervienen, además de él, otros destacados historiadores españoles y anglosajones: José Álvarez Junco (la cuestión nacional), María Cruz Romeo Mateo ( la violencia y la inestabilidad políticas), Edward Malefakis ( la II República), Nigel Townson ( la secularización y el anticlericalismo y  el franquismo) y Pamela Radcliff (la Transición), autora por cierto (por qué no recordarlo otra vez) de un excelente libro sobre la clase obrera gijonesa.

            Las contribuciones de estos historiadores demuestran que, si en ciertas etapas y algunos de los aspectos de la contemporaneidad tratados en este libro, España ha sido diferente, eso mismo se puede atribuir a las diferentes historias de los países europeos: desde las de  Gran Bretaña y Francia hasta la de Alemania, pasando por  las de Italia y Portugal y demás países de nuestro entorno, cada una de las cuales tiene sus propias peculiaridades y rasgos, ritmos y períodos históricos diferenciados.

            La gran laguna del libro, a pesar de ciertas referencias puntuales que se hacen a ello, es la ausencia de un capítulo dedicado al supuesto fracaso  económico español. Precisamente, uno de los pocos aspectos de nuestra supuesta excepcionalidad que los historiadores españoles han tratado ya comparativamente llegando a la conclusión de que no hubo tal fracaso, sino cierto retraso en el XIX y un brusco frenazo en el XX consecuencia del paréntesis que supuso la guerra civil. Y quizás también la guerra civil hubiese requerido dentro del libro un tratamiento con entidad propia.  A pesar de ello, estamos ante un libro aprovechable que deja claramente obsoleto el paradigma de la anormalidad de la historia española y bien puede servir  como punto de partida para continuar con el debate historiográfico de cuál fue la vía española a la modernidad. Debate que, sin duda, se convertirá, a medida que la historia comparada vaya avanzando en nuestro país,  en una de las cuestiones más sugestivas y necesarias  para el conocimiento de  la historia de España.          
( Publicado en Cultura, suplemento cultural de La Nueva España de Oviedo)
 


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