martes, 21 de diciembre de 2021

 

LA GRAN  DIMISIÓN

              Julio Antonio Vaquero Iglesias

  Con esa expresión es como se viene conociendo por economistas, sociólogos y otros teóricos sociales un fenómeno inédito que está ocurriendo- por lo menos hasta ahora- en EE UU y Reino Unido. Se trata del abandono voluntario del trabajo de un elevado número de empleados que renuncian a sus empleos sin una motivación objetiva o, al menos concreta, para hacerlo. Son, en el caso de los EE UU, un porcentaje elevado: cada año desde que se ha extendido la pandemia  abandonan voluntariamente el trabajo en torno a cuatro millones  de empleados.

 Las razones que dan los interesados presentan una gran ambigüedad. Se encuentran descontentos con sus empleos  porque no le proporcionan ninguna satisfacción personal, porque sus retribuciones son miserables y tienen que trabajar en más de uno para obtener unas retribuciones que les permitan cubrir sus necesidades más perentorias... . Pero en realidad no hay motivaciones concretas, claras y comunes que puedan  explicar por qué ahora y en estas circunstancias tan adversas se está  produciendo esa Gran Dimisión y esta ambigüedad trae de cabeza a sociólogos, economistas y otros estudiosos que no acaban de comprender ni pueden explicar a qué se debe en realidad ese fenómeno. Ni si es permanente o transitorio y si se extenderá o no  a otros países  desarrollados capitalistas.

  Las tentativas de explicación van desde las más totalizadoras a las más pragmáticas y concretas.

 Entre las primeras está la de que  quizás los trastornos sociales, mentales y económicos causados por la  tempestad pandémica estén en la base de esas conductas y no son sino una carga de profundidad contra el propio sistema capitalista que se está desarrollando en dos de los centros del hipercapitalismo más duro como es el de cuño anglosajón que es claramente diferente del renano europeo que se ha desarrollado tras la Segunda Guerra Mundial suavizado por el Estado de Bienestar.

E, incluso, algunos teóricos van  más allá y creen encontrar la genealogía  de  las conductas de esos trabajadores en las reacciones que se produjeron entre algunos teóricos del anticapitalismo de la primera Revolución industrial que elogiaron, frente al trabajo “esclavo” que implantó aquélla, la virtualidad y el elogio de la “pereza”.

  Sin embargo, como decíamos, hay otros teóricos que tratan de explicar este fenómeno basándolo en una causa más  pedestre y pragmática.  Son las ayudas económicas  que la Administración Bíden ha distribuido entre los ciudadanos las que están permitiendo esa actitud dimisionaria de un significativo número de trabajadores norteamericanos. Sin embargo,  esa explicación parece que no podría servir en la misma medida para el caso británico.

  Lo que sí es cierto es que esa “masiva dimisión” sí parece indicar  la expresión colectiva, o al menos de un importante sector de trabajadores, de unas actitudes críticas y de rechazo de un sistema de trabajo que no sólo implica una explotación económica, sino también una ausencia de satisfacción  personal del trabajador.

 Y esto sí es una gran novedad en un país como EE UU en el que la ideología del trabajo siempre se ha basado en el supuesto de  que éste es el factor fundamental de la vida y de la realización personal de los trabajadores. 

 

   

 

  

               

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