domingo, 9 de febrero de 2020













                              “YO  SOY ESPARTACO”
                    Julio Antonio Vaquero Iglesias
 Kirk Douglas ha muerto a los 103 años. Para muchos de los miembros de mi generación forma parte de nuestra vida. No solo porque fue uno de los grandes de la edad dorada de Hollywood  que alimentó  con sus films y los personajes que interpretó nuestra forma de entender el mundo y concebir la vida ( no siempre para bien, es cierto), sino que en cierto modo también en su vida real supuso un ejemplo de conducta y comportamiento ideológico y político.
Espartaco, aquel  esclavo inolvidable que puso en peligro a la Roma todopoderosa y esclavista, fue a través de su interpretación un personaje  que pasó a formar parte de  nuestra conciencia y experiencia vital, de tal manera que  algunos de nosotros  llegamos a confundir al líder de los esclavos rebeldes con la figura de Kirk Douglas y a éste con el personaje histórico real y hasta alguno seguro que en algún momento de su vida también  ha gritado   o pensado como en aquel magistral film de Stanley Kubrik: “Yo soy ( o quiero ser)  Espartaco” . Del mismo modo, otros  en vez de ver el rostro de Van Gogh, el atormentado pintor del pelo rojo,  en su autorretrato han terminado por sustituirlo por el de Douglas en su actuación en “El loco del pelo rojo” O muchos de nosotros, por citar solo otro más  de sus  personajes, hemos sentido hervir en nuestros corazones el antibelicismo y el antimilitarismo  a través de la figura inolvidable del coronel Dax de Senderos de Gloria, interpretado soberbiamente por Douglas.
 Pero ahora tras su reciente muerte es necesario no sólo recordar, como decíamos al inicio, el soberbio actor que fue  Douglas, sino  la coherencia que mantuvo entre su actividad como actor y productor y su propia conducta  ideológica y política de izquierdas. Douglas, hijo de un trapero de familia de origen rusojudío tuvo una infancia dura sin la presencia de su padre y tras ejercer numerosos oficios humildes consiguió a través del esfuerzo ir a la Universidad y obtener una licenciatura de Literatura. Y esa coherencia la expresó con su valiente y arriesgado comportamiento durante el periodo de la denominada “caza de brujas” llevada a cabo por el macartismo contra todos los escritores cinematográficos y actores que consideraban que estaban ligados al Partido Comunista o tenían ideas izquierdistas. Éstos eran incluidos en una lista  que suponía la prohibición fáctica de seguir ejerciendo su profesión. Douglas se opuso a esa política sectaria y, como productor, eligió como guionista de Espartaco  a  Dalton Trumbo, uno de los perseguidos por  aquella política represora como miembro del Partido comunista norteamericano, logrando  con su actitud que se pusiese fin a aquella práctica ignominiosa.
   Durante toda su larga vida, Douglas fue coherente con esas ideas de izquierda y organizó y participó en numerosas actividades sociales o las apoyó con su actitud y comportamiento alcanzando a nivel del público norteamericano un gran reconocimiento. Pero  los dirigentes de aquel  Hollywood retrógrado y conservador nunca se lo perdonaron y eso quizás explica que  como actor nunca ganase  un Premio Oscar y solo a última hora se le concedió en 1996   uno  honorífico.
    Sin duda, Kirk Douglas ha impregnado nuestro imaginario con sus actuaciones de personajes inolvidables y con su comportamiento solidario. Sólo nos queda en la hora de su ausencia que expresarle nuestro reconocimiento. 
        (Publicado en las páginas de opinión de La Nueva España, de Oviedo)

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