1968: EL AÑO QUE PUDO CAMBIAR EL MUNDO
JULIO
ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
El cincuenta aniversario de la
denominada revolución de Mayo de 1968 no parece estar aportando ninguna novedad
editorial destacada en el análisis de aquellos acontecimientos. No es sólo que los libros
publicados sean sobre todo escritos testimoniales, en muchos casos de los que
ni siquiera estuvieron en París en aquel mayo caliente en el que se podía encontrar la playa bajo los adoquines
o los universitarios, no sólo de Paris, sino también de México y hasta de los
campus de Estados Unidos, España, Italia, Alemania, Grecia y otros trataban de
llevar la imaginación al poder tratando de romper no sólo con la realidad
política existente sino también con los modos de vivir con aquel mundo surgido
tras la ola de prosperidad capitalista de la que el mundo desarrollado gozó
tras la Segunda Guerra Mundial y que comenzaba a cuartearse en la década de
los sesenta.
No sólo,
pues, no parece hallarse ninguna novedad importante en esta literatura reciente
del 68, sino que, además, en muchos de los análisis publicados en estos últimos
meses da la impresión que lo que tratan la mayoría de ellos no es sino blanquear
aquella etapa revolucionaria, limitando su significado a un movimiento de carácter romántico y al margen de la realidad llevado a
cabo por estudiantes franceses, mexicanos, norteamericanos o del resto del
mundo desarrollado que protestaban y luchaban por una revolución sin causa justificada viviendo como
vivían en sociedades de un alto nivel de
vida en las que no sólo sus necesidades vitales estaban cubiertas sino que,
además, como miembros de familias de la burguesía o de las capas más elevadas
de las clases medias, tenían por delante un halagüeño futuro con la posibilidad instalarse
en buenas condiciones en sus respectivas sociedades.
En realidad, se ha dicho y se
vuelve a repetir en estos días (y esto tiene, sin duda, un punto de verdad, pero
que limitado sólo a ello no deja de ser sino un reduccionismo) que aquellos
acontecimientos no fueron sino solo una revolución cultural que trató de hacer
realidad los valores de los sentimientos equiparándolos con los de la racionalidad
instrumental imperante. Que en resumidas cuentas -dicen los que así interpretan
mayo del 68- que aquella explosión revolucionaria solo fue flor de un mes y
nunca trató de ser en la realidad una verdadera revolución política y social que
quisiera transformar radicalmente el mundo. Y esas críticas (lo cual es realmente muy significativo) provinieron tanto
desde el socialismo burocrático de raíz estalinista, asustado por los
acontecimientos de Praga, como de los sectores de la derecha liberal y de la
socialdemocracia reformista que tenía como única meta política y social la
consecución del estado de bienestar.
Frente a estas interpretaciones blanqueadoras y reduccionistas que
vuelven a pretender ser hegemónicas con motivo del actual cincuentenario de
aquellos acontecimientos, se alza la voz de los que mantienen su interpretación
de aquellos hechos revolucionarios como un intento frustrado de un cambio
radicalmente transformador. Para ellos, aquel proceso fue un acontecimiento global que se desarrolló
en numerosos países con causas
diferentes, pero con un denominador común: el descontento producido por los
efectos negativos del declive en que
comenzaba entrar, en esa década de los 60, aquella larga marcha triunfal del
capitalismo tras la Segunda Guerra Mundial.
Los escenarios de aquella crisis amenazante fueron múltiples: la ofensiva del Têt en Indochina,
la Primavera de Praga, las revueltas estudiantiles con la famosa huelga general
en Paris secundada por los obreros y
acompañada con la toma de fábricas, las manifestaciones en México, Estados
Unidos, Alemania, Italia, Grecia, España, Pakistán…. Y específicas fueron también en cada caso las causas que originaron
aquellos estallidos revolucionarios de dimensión global. Sin duda, causas
inmediatas diferentes, pero todas con un origen común: los efectos negativos
que estaba originando la evolución del capitalismo surgido tras el conflicto
bélico mundial tanto el liberal del mundo desarrollado como el capitalismo de
Estado surgido del burocratismo estalinista del socialismo realmente existente
en el Este.
Entre
esas causas específicas que originaron los distintos focos
revolucionarios del 68 habría que mencionar los negativos efectos que para
libertad política y cotidiana tuvieron las dictaduras de izquierda y de derecha; las
graves consecuencias que, tanto para los pueblos que el neocolonialismo imperante en los
sesenta intentaba someter como para las propias sociedades de las metrópolis
imperialistas, originó la descolonización en marcha; la falta de libertad real,
no formal, que dominaba en las
democracias occidentales, tanto como la ausencia de libertad formal y
burocratización imperante en los regímenes del socialismo real; la segregación
y el racismo imperantes que desencadenó la lucha por los derechos civiles en
países como Estados Unidos y el descontento por la guerra de Vietnam; y, en
fin, el ascenso creciente entre las mujeres de la conciencia del sistema
patriarcal dominante o la de la sensibilidad ecológica nacida como consecuencia
del impulso destructor del sistema capitalista industrial.
Es claro, pues, que, para quienes interpretan
el mayo de 68 desde esta perspectiva, aquellos sucesos se entienden como
verdaderamente revolucionarios e, incluso, consideran que muchas de sus
demandas siguen siendo todavía hoy vigentes en la actualidad. Incluso muchas de las intuiciones y protestas del 68 no sólo siguen
presentes hoy, sino que se han hecho
todavía más acuciantes de modo que han sido el origen del desarrollo y las luchas de los movimientos
feminista y ecologista actuales. Y han hecho cada vez más generalizada la
conciencia de la necesidad de un cambio
cultural, en el marco de una nueva realidad política, social y económica, que
haga efectiva una sociedad que valore y
promueva la expresión de verdaderos sentimientos personales y valores
colectivos de la sociedad ante el creciente individualismo y uniformización social que
genera el actual capitalismo
globalizado.
No es extraño, pues, que, en
este nuevo aniversario, los que piensan el 68 como lo hemos analizado
más arriba consideren todavía pertinente la redición de un libro como 1968. El mundo pudo cambiar de base que fue publicado en el anterior aniversario
de aquellos hechos revolucionarios. Libro cuyo contenido desarrolla un análisis
bastante completo de aquel proceso
revolucionario a través de 16 artículos y dos apartados, de reducidas
dimensiones. Capítulos y apartados que abarcan desde la visión de conjunto de aquel
proceso revolucionara hasta las concretas de los diferentes focos revolucionarios, con
especial atención al caso español al que dedican una parte del libro con
artículos de Jaime Pastor, Manuel Gari y
Miguel Romero.
Estos, como los restantes 17 autores del libro (entre los que tenemos
otros nombres tan conocidos como Tariq Alí, David Bensaid o Pierre Rousset), no
hacen sus análisis desde una óptica académica propiamente dicha, sino desde el
compromiso con los planteamientos de la izquierda radical, además de haber sido
todos ellos verdaderos actores en aquellos acontecimientos revolucionarios. Al
contrario que muchos de los que hoy escriben sobre mayo de 68, estos no es
que pasaran por allí, sino que fueron verdaderos protagonistas de aquellos
acontecimientos.
En fin, a pesar de los diez años
transcurridos desde su primera edición, estamos todavía con este libro ante uno de los análisis más completos del
ciclo revolucionario del 68 con una interpretación de aquellos sucesos como una
verdadera revolución que buscaba una transformación radical de la sociedad de
su tiempo y cuyas demandas consideran
todavía hoy vigentes.
(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO
CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA)
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