lunes, 30 de enero de 2017

      ROOSEVELT PERDIÓ LA BATALLA DEL WOLFRAMIO
                                                                JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS










Las relaciones de EEUU con el franquismo durante la Segunda Guerra Mundial  alcanzaron su mayor  tensión con “la batalla del wolframio”

            El historiador catalán Joan Maria Thomàs es uno de los más profundos conocedores de un tema  no excesivamente  estudiado (y por ello no muy conocido) de  la historia  de las relaciones exteriores del franquismo como es el de sus  relaciones  con Estados Unidos. De hecho, Thomàs  ya a nos había ofrecido  una aproximación a esas relaciones en un anterior libro para el período de la guerra civil (1936-1941). Este  libro que publica ahora sobre ese mismo tema, La Batalla del Wolframio. Estados Unidos y España de Pearl Harbor a la Guerra Fría (1941-1947) (Cátedra, 2010), no es, pues, sino una continuación del anterior.
La España franquista fue uno de los más importantes escenarios de la guerra económica que enfrentó a nazis y aliados durante la Segunda Guerra Mundial, y el episodio principal de esa guerra, por sus implicaciones y  consecuencias, fue, sin duda, la llamada “batalla del wolframio”. El wolframio, con importantes yacimientos en Portugal y el noroeste español, es un metal que, por su elevado punto de fusión permite la fabricación de aceros de especial dureza y es por ello  utilizado en múltiples usos por  la industria de armamento: blindajes, endurecimiento de proyectiles como las puntas de las granadas antitanques, motores de aviación, cohetes … De modo que, de no tener prácticamente ningún valor, en vísperas de la guerra, el wolframio se convirtió con el conflicto bélico en un metal de gran valor estratégico (sobre todo, para el régimen nazi, puesto que Alemania carecía de yacimientos) y, consecuentemente, el “oro gris- acero” español  alcanzó un alto precio  ( la tonelada  llegó a venderse a  285. 000 pesetas) dada la elevada demanda tanto de Alemania para su industria militar como por parte de los aliados, en este caso, más por razones preventivas (dificultar su adquisición por los nazis) que por verdadera necesidad, ya que Reino Unido y Estados Unidos tenían en abundancia otro metal sustitutivo como era el molibdeno
Después de una etapa de subordinación a la política exterior del Reino Unido hacia el régimen franquista, dirigida claramente al objetivo de lograr que España no entrase en la guerra mundial al lado de los nazis, Roosevelt, en 1941, meses antes de Pearl Harbor, cambió su estrategia endureciendo su política exterior hacia el régimen franquista. En noviembre de  1943, tras haberse fijado en la Conferencia de Teherán la primera fecha del desembarco de Normandía, la Administración norteamericana, apoyada por una opinión pública decididamente contraria al régimen de Franco, adoptó la medida de cortar el vital aprovisionamiento de petróleo a España hasta que la dictadura franquista no suspendiese  sus ventas de wolframio a la Alemania nazi. Al menos de manera radical en los seis meses siguientes que era el plazo que estimaban necesario para que la privación del wolframio a la industria de guerra alemana podía traducirse en la pérdida de capacidad destructiva del armamento alemán ante el proyectado desembarco aliado.
 El ministro de Asuntos Exteriores español, conde de Jordana, anglófilo convencido, logró con el apoyo del embajador norteamericano Hayes, partidario de una actitud más flexible con el Gobierno español, que se abriesen negociaciones con el objeto de hallar una solución negociada  a esa radical medida norteamericana y en el ínterin se suspendiesen las ventas de wolframio a los nazis. Durante cuatro meses, entre enero y abril de 1944 se desarrollaron esas negociaciones que se conocieron como “la batalla del wolframio“. El autor nos relata esas negociaciones con una profusa documentación y de  manera tan  minuciosa  que, a veces, los detalles impiden ver el conjunto, esto es, aquello de  los árboles que  no dejan ver el bosque.
El asunto era de tal importancia que en esas negociaciones intervinieron directamente Roosevelt, Churchill y Franco, y no sólo estuvieron a punto de causar una división entre norteamericanos e ingleses por la postura más flexible de éstos debido a sus intereses comerciales con España, sino también una profunda divergencia dentro del Gobierno español, entre el conde de Jordana y el ministro de Comercio e Industria, Demetrio Carceller (que tenía intereses privados en ese comercio e, incluso, promocionó el contrabando de wolframio durante las negociaciones ) y el sector falangista, pues éstos no eran partidarios del intento de esa solución negociada. Y pretendían, por razones económicas e ideológicas, continuar con la venta libre del wolframio a Alemania e, incluso, consiguieron que el Consejo de Ministros  aprobase  un importante crédito para que los nazis (que debían pagar el wolframio en pesetas) continuasen comprándolo sin ninguna limitación. Contaban con el apoyo de Franco que adoptó ante el problema un doble juego. No desautorizó de manera tajante la actitud de los oponentes a la negociación, aunque, en definitiva, era partidario de llegar al acuerdo con los anglonorteamericanos. Finalmente la Administración norteamericana cedió para no romper la alianza anglonorteamericana y el 4 de mayo de 1944 se firmó el acuerdo que  aprobó la venta limitada del wolframio español a los nazis. Roosevelt había sido vencido en la “batalla del wolframio”.   

(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTRUA, DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)       

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