El PAÍS SOY YO
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Como primer director del diario El
País, Juan Luis Cebrián fue no solo un testigo privilegiado, sino un actor
importante de la etapa de la Transición. La publicación del primer volumen de
sus memorias, Primera página, que
abarca desde su nacimiento en 1944 hasta su abandono de la dirección de El País trece años después de su
nombramiento para pasar a ser consejero delegado del grupo editor, despierta,
sin duda, cierto interés por conocer su versión de aquel decisivo periodo de la
historia de España cuya significado e interpretación originaria está hoy
cuestionado no tanto por razones historiográficas, que también, sino como pasado
seminal de nuestro presente actual.
El núcleo principal del libro lo constituyen,
pues, los capítulos que Cebrián dedica a aquellos años de plomo y tensión de la
Transición. Por sus páginas pasan sus recuerdos de los acontecimientos
terribles de los terrorismos de ultraderecha, ultraizquierda y Eta: secuestros, atentado
contra el periódico, la matanza de los abogados de Atocha o más tarde el frustrado intento de golpe de
Estado del 23 F…. Pero también sus relaciones con los presidentes de la etapa (su
estrecha relación y colaboración con Suárez, los desencuentros con Felipe
González que terminaron en una sólida amistad, la crítica burlona a Calvo
Sotelo por sus aires de superioridad intelectual) y con los más importantes
políticos de aquel intenso período. Nos relata también las luchas por el
control del periódico dada la importancia política y económica que éste fue adquiriendo, amén de la estrecha
relación profesional y de amistad que alcanzó con el consejero delegado del
mismo, Jesús Polanco. Todo ello salpicado de interesantes informaciones y
sabrosas anécdotas y chismes de la época.
En la primera parte de estas memorias Cebrián
nos cuenta su origen familiar y su socialización educativa y política en la España del nacionalcatolicismo. Y sus
primeros y precoces pasos en el mundo del periodismo: primero en el
diario Pueblo, órgano oficial de los
sindicatos verticales, del que llegó a ser subdirector con veinte años y
después en el aperturista Informaciones y director general de
informativos de Televisión española. Fue también miembro del consejo de
redacción de Cuadernos para el Diálogo.
Nos aporta sin duda esta primera parte datos muy significativos para entender
la ideología y la perspectiva desde las que escribe el autor estas memorias y
sus actitudes y posiciones ante la Transición. Hijo de una familia de la
burguesía media de los vencedores de la guerra civil (su padre fue redactor
jefe del diario Arriba, órgano oficial de la Falange y procurador de las Cortes
franquistas), fue educado en el madrileño colegio de Nuestra Señora del Pilar
donde se formó un número significativo de los cuadros políticos de la derecha
que ejercieron importantes papeles políticos durante la Transición.
Cebrián, como esos mencionados pilaristas, fue un hijo de
los vencedores de la guerra civil que
renegó del franquismo de sus padres, criticó,
como expone en estas páginas, con gran crudeza (nos cuenta hasta los abusos
sexuales a que fue sometido por un cura. profesor suyo) el ambiente sórdido y
sin libertad que tuvo que soportar su generación, y apostó por la
transformación de la dictadura en una democracia homologable a las que existían en Europa, apoyando para ello
la vía de la reforma pactada con los hijos de los vencidos, pero sin que esto
supusiera una ruptura tajante con lo anterior.
Confiesa nuestro autor en las
páginas introductorias su escepticismo por el género de las memorias y declara
que. en su caso, su intención no ha sido
escribir una obra documentada, que la
suya está escrita a pelo basándose exclusivamente en su memoria y en sus
consultas en internet y que sólo ha tratado de relatar y expresar sus
reacciones y sentimientos ante los acontecimientos que vivió, sin caer en los
defectos habituales del género como las justificaciones de los errores
cometidos, los ajustes de cuentas con otros personajes, practicar una memoria
selectiva consciente o exponer una visión idealizada de lo que se vivió, en este
caso del crucial período de la Transición.
¿Ha conseguido Cebrián alcanzar esos propósitos en este primer volumen de sus
memorias? Para este humilde lector rotundamente no, más bien la impresión que
nos transmite el libro es la inversa. Nuestro autor, es cierto, reconoce
algunos de sus errores periodísticos de alcance, pero el tono general es más
bien proclive a tratar sus actuaciones con cierta benevolencia. Y, como él
mismo reconoce, también ha caído alguna vez en la práctica de la memoria
selectiva consciente al escamotear en estas páginas algún episodio de su
actividad periodística, entendemos que por comprometido o escabroso.. Ajustes
de cuentas “haberlos haylos” también en estas páginas. O si no que le pregunten,
por ejemplo, a Martin Prieto, uno de sus más estrechos colaboradores de El País.
En cuanto a su pretensión de ofrecernos una
visión no edulcorada de la Transición,
podemos estar de acuerdo que la que nos da no lo es, pero sólo en parte. Esto
es, en el sentido de que sus recuerdos en estas páginas nos descubren algunas
de sus miserias y dejan al aire sólo parte de sus tripas. Pero la opinión que
recorre todo el libro de que, al final, aquel
tránsito fue un éxito porque nos trajo la democracia .no es de recibo porque lo
que realmente propició aquella reforma pactada fue una democracia demediada que
terminó en una partitocracia en cuyos lodos todavía estamos hoy sumergidos.
Por
otra parte, la modestia con que pretende
el autor abordar sus memorias no es sino
falsa e impostada, porque lo que en el fondo revelan estas páginas es el enorme
ego de su autor. De creerle, casi podríamos aplicarle, remendando la frase tribuida
a Luis XIV, aquello de El País soy yo.
En el haber de estas memorias hay que apuntar, sin duda, que, además de
proporcionarnos interesantes y desconocidos datos sobre la Transición y sus
actores, están bien escritas y se leen de un tirón, pero el saldo, para mi
manera de leer al menos, es claramente negativo.
(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO
CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)
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