lunes, 23 de enero de 2017

EL PAIS SOY TO

El PAÍS  SOY  YO 
                      JULIO  ANTONIO VAQUERO IGLESIAS









 Como primer director del diario  El País, Juan Luis Cebrián fue no solo un testigo privilegiado, sino un actor importante de la etapa de la Transición. La publicación del primer volumen de sus memorias, Primera página, que abarca desde su nacimiento en 1944 hasta su abandono de la dirección de El País trece años después de su nombramiento para pasar a ser consejero delegado del grupo editor, despierta, sin duda, cierto interés por conocer su versión de aquel decisivo periodo de la historia de España cuya significado e interpretación originaria está hoy cuestionado no tanto por razones historiográficas, que también, sino como pasado seminal de nuestro presente actual.
      El núcleo principal del libro lo constituyen, pues, los capítulos que Cebrián dedica a aquellos años de plomo y tensión de la Transición. Por sus páginas pasan sus recuerdos de los acontecimientos terribles de los terrorismos de ultraderecha,  ultraizquierda y Eta: secuestros, atentado contra el periódico, la matanza de los abogados de Atocha o  más tarde el frustrado intento de golpe de Estado del 23 F…. Pero también sus relaciones con los presidentes de la etapa (su estrecha relación y colaboración con Suárez, los desencuentros con Felipe González que terminaron en una sólida amistad, la crítica burlona a Calvo Sotelo por sus aires de superioridad intelectual) y con los más importantes políticos de aquel intenso período. Nos relata también las luchas por el control del periódico dada la importancia política y económica que  éste fue adquiriendo, amén de la estrecha relación profesional y de amistad que alcanzó con el consejero delegado del mismo, Jesús Polanco. Todo ello salpicado de interesantes informaciones y sabrosas anécdotas y chismes de la época.   
 En la primera parte de estas memorias Cebrián nos cuenta su origen familiar y su socialización educativa y política  en la España del nacionalcatolicismo. Y sus primeros  y precoces pasos  en el mundo del periodismo: primero en el diario Pueblo, órgano oficial de los sindicatos verticales, del que llegó a ser subdirector con veinte años y después en el  aperturista Informaciones y director general de informativos de Televisión española. Fue también miembro del consejo de redacción de Cuadernos para el Diálogo.
Nos aporta sin duda esta primera  parte datos muy significativos para entender la ideología y la perspectiva desde las que escribe el autor estas memorias y sus actitudes y posiciones ante la Transición. Hijo de una familia de la burguesía media de los vencedores de la guerra civil (su padre fue redactor jefe del diario  Arriba, órgano oficial de la Falange y procurador de las Cortes franquistas), fue educado en el madrileño colegio de Nuestra Señora del Pilar donde se formó un número significativo de los cuadros políticos de la derecha que ejercieron importantes papeles políticos durante  la Transición.
Cebrián, como  esos mencionados pilaristas, fue un hijo de los   vencedores de la guerra civil que renegó del franquismo de sus  padres, criticó, como expone en estas páginas, con gran crudeza (nos cuenta hasta los abusos sexuales a que fue sometido por un cura. profesor suyo) el ambiente sórdido y sin libertad que tuvo que soportar su generación, y apostó por la transformación de la dictadura en una democracia homologable a  las que existían en Europa, apoyando para ello la vía de la reforma pactada con los hijos de los vencidos, pero sin que esto supusiera una ruptura tajante con lo anterior.             
   Confiesa nuestro autor en las páginas introductorias su escepticismo por el género de las memorias y declara que.  en su caso, su intención no ha sido escribir una obra documentada, que  la suya está escrita a pelo basándose exclusivamente en su memoria y en sus consultas en internet y que sólo ha tratado de relatar y expresar sus reacciones y sentimientos ante los acontecimientos que vivió, sin caer en los defectos habituales del género como las justificaciones de los errores cometidos, los ajustes de cuentas con otros personajes, practicar una memoria selectiva consciente o exponer una visión idealizada de lo que se vivió, en este caso del crucial período  de  la Transición.  
     ¿Ha conseguido Cebrián alcanzar esos  propósitos en este primer volumen de sus memorias? Para este humilde lector rotundamente no, más bien la impresión que nos transmite el libro es la inversa. Nuestro autor, es cierto, reconoce algunos de sus errores periodísticos de alcance, pero el tono general es más bien proclive a tratar sus actuaciones con cierta benevolencia. Y, como él mismo reconoce, también ha caído alguna vez en la práctica de la memoria selectiva consciente al escamotear en estas páginas algún episodio de su actividad periodística, entendemos que por comprometido o escabroso.. Ajustes de cuentas “haberlos haylos” también en estas páginas. O si no que le pregunten, por ejemplo, a Martin Prieto, uno de sus más estrechos colaboradores de El País.
 En cuanto a su pretensión de ofrecernos una visión no edulcorada  de la Transición, podemos estar de acuerdo que la que nos da no lo es, pero sólo en parte. Esto es, en el sentido de que sus recuerdos en estas páginas nos descubren algunas de sus miserias y dejan al aire sólo parte de sus tripas. Pero la opinión que recorre todo el libro de que, al final,  aquel tránsito fue un éxito porque nos trajo la democracia .no es de recibo porque lo que realmente propició aquella reforma pactada fue una democracia demediada que terminó en una partitocracia en cuyos lodos todavía estamos  hoy sumergidos.       
  Por otra parte, la modestia con  que pretende el autor abordar  sus memorias no es sino falsa e impostada, porque lo que en el fondo revelan estas páginas es el enorme ego de su autor. De creerle, casi podríamos aplicarle, remendando la frase tribuida a Luis XIV, aquello de  El País soy yo.
   En el haber de estas memorias hay que apuntar, sin duda, que, además de proporcionarnos interesantes y desconocidos datos sobre la Transición y sus actores, están bien escritas y se leen de un tirón, pero el saldo, para mi manera de leer al menos, es claramente negativo.

(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)   

No hay comentarios:

Publicar un comentario